Barrio Arriba, barrio de negros, lugar que albergó a los mulatos en la época virreinal en la ciudad y que hoy, con arraigada tradición, aloja en su territorio uno de los más imponentes templos en esta capital zapatera: la iglesia del Señor del Calvario.
Su atrio es escenario, desde hace cien años, de la pasión de Cristo. Sus habitantes han mantenido viva la representación del viacrucis de Jesucristo, convirtiéndola en uno de los mejores de la ciudad.
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Situada en un cerro en la zona centro de la entidad, que con el crecimiento de la mancha urbana ha quedado perdido entre las casas que ahí se han construido, este barrio, conocido ahora como colonia Obregón, esconde este templo con fachada neoclásica, estilo griega o romana, con majestuosas columnas dóricas y que fue construida por el arquitecto Luis Long.
Desde su altitud, se pueden observar colonias cercanas y que también fueron de las primeras en fundarse en la ciudad, como el Barrio del Coecillo, la Obrera, el Barrio de San Miguel, la zona Centro, Chapalita, el Parque Hidalgo e incluso Las Arboledas.
Un santo inició la construcción
Todo comenzó en el año de 1856, cuando el sacerdote Prudencio Castro, pidió a las autoridades municipales que le vendieran este cerro que era conocido como “El Cerro de la Mancerería” o “Cruz del Barrio”, para formar “El Gólgota”, un lugar que asemejara al sitio similar ubicado en Jerusalén y que fuera utilizado como devoción de Cristo, pero lo nombró “El Calvario”.
Poco a poco, el padre inició con la construcción del templo, pero la muerte lo sorprendió dejando inconclusa su obra. Debido al gran cariño que la gente le profesó, el sacerdote y ahora santo, José María de Yermo y Parres, continuó con su legado, retomando la edificación en 1885.
Asilo y refugio de los más pobres
Años después, con apoyo del doctor Rosendo Gutiérrez de Velasco, fundó el Asilo del Sagrado Corazón de Jesús, donde recibía a niños huérfanos. Ahí se estableció la Congregación de las Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los Pobres.
Tres años después, durante la inundación de 1888, el Cerro del Calvario sirvió como refugio de la gente damnificada, al igual que el Santuario de Guadalupe.
En esa época se da una de las historias más conocidas del lugar, de la que fueron testigos las monjas y que ha sido repetida de boca en boca por los leoneses, es cuando unos niños iban a ser comidos por los cerdos y el padre José María los rescató.
El atractivo del camino de la cruz
La Semana Santa es sagrada para los habitantes del Calvario, quienes desde enero comienzan con los preparativos del viacrucis. Estas festividades religiosas, cobran mayor fervor el Jueves Santo, con la representación de la Oración en el Huerto y el Prendimiento. El Viernes Santo, las calles se inundan de miles de personas, tanto de León, como de otros municipios de Guanajuato para vivir la Pasión de Cristo.
El recorrido incluye las calles principales del Barrio Arriba y concluye en lo alto del cerro. Frente a las columnas del templo, se crucifica simbólicamente al Nazareno y en la noche se hace la meditación de las Siete Palabras y la Procesión del Silencio.
Las reliquias y la astilla de la cruz de Cristo
Este histórico lugar, alberga reliquias de destacado valor religioso como las de San José de Yermo y Parres, Santa Gema, Santa Polonia e incluso hay una custodia que contiene una astilla de la Cruz de Cristo, que está en Jerusalén, avalada por el Sumo Pontífice.
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