Durante el llamado “milagro mexicano”, en las décadas de los 50 a 70 del siglo XX, de forma particular, la Ciudad de México experimentó una serie de cambios industriales y urbanísticos modernizadores. Estas transformaciones afectaron el paisaje, pero también en las vidas de los habitantes de la capital de país. Fue a través de la lente de fotógrafos, como Héctor García Cabo (1923-2012), que existe la documentación fotográfica y estética de aquella época.
Con la exposición "Ciudad vorágine", que se suma a las celebraciones del centenario de su nacimiento, el Centro de la Imagen, muestra la forma en que este retratista utilizó como telón de fondo a la CDMX para evidenciar las desigualdades sociales y políticas de su tiempo.
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“Pesamos que esta vorágine (en la obra de García) tiene que ver con los contrastes que existían en la ciudad en aquellas décadas, con la aspiración de que la Ciudad de México se vuelva más moderna, industrializada y que mejore su economía, lo que se creía provocaría un desarrollo estabilizador.
“Pero lo que vemos en estas fotos es que no existe esta estabilización, sino una desestabilización de la sociedad mexicana, en ellas tenemos contrastes entre lo moderno y lo tradicional, entre la riqueza y la pobreza, entre lo minúsculo y inmenso”, señaló Diego Vázquez, coordinador del Seminario de investigación de fotografía del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, creado para el estudio del archivo de Héctor García, el cual se acerca a un millón y medio de imágenes.
De movimientos y destrucciones
La exposición está dividida en cuatro partes, la primera dedicada al movimiento en la Ciudad de México, en la que Héctor García capturó imágenes del tránsito de la gran urbe, así como de protestas sociales y sobre el caminar de transeúntes en las aceras de la ciudad.
“En esta sección hay imágenes que están borrosas, que parece que si estuvieran mal tomadas. Pero la realidad es que Héctor García intentaba tomar estas fotos en movimiento, que es el movimiento de la ciudad. Además el no tomaba fotos en fijo, a veces las tomaba caminando, otras en automóviles o desde arriba. Así que en su obra podemos ver diferentes formas de ver la ciudad”.
Héctor García, considerado por el escritor Carlos Monsiváis como el fotógrafo de la Ciudad de México, realizó fotografías de algún gran proyecto arquitectónico de este periodo, entre ellos El conjunto Urbano Nonoalco Tlatelolco, Ciudad Satélite, pero también la pérdida de edificios, como sucedió con el terremoto de 1957, del cual él documentó varios derrumbes. Fotografías que se encuentran en la segunda sección de la muestra.
“El siempre andaba con una cámara en el hombro. Él recorría la ciudad y gran parte de todas sus imágenes son en ese sentido de estar viendo imágenes. El fue, para mí una persona que estaba siempre construyendo, a través de lo que veía”, dijo Héctor García hijo, previo a la apertura de la exposición.
Los olvidados y los márgenes
El hijo del fotógrafo cuenta que desde pequeño Héctor García solía vagar por la ciudad, ya fuera vendiendo chicles o jugando, y más aún tras la muerte de su madre. Fue en esa realidad, la de las calles de la ciudad en donde reconoció a su propia. La exposición muestra varias escenas de la niñez en situaciones precarias, pero también llenas de júbilo o en escenarios laborales.
“Él toda la vida retrató niños, porque de alguna manera se sentía reflejado o trataba de demostrar las vivencias de los niños”, dijo García, quien señaló que en la muestra se exhiben dos fotografías muy conocidas como son Ese soy yo y Niño en el vientre de concreto, ambas de 1952. La muestra cierra con una serie de fotografías de vecindades, las cuales fueron borradas del mapa de la nueva ciudad, para ser remplazadas por avenidas o complejos habitacionales.
La muestra también exhibe una detallada línea del tiempo, que describe los momentos destacados en la carrera de Héctor García, en su colaboración en publicaciones periódicas como Excélsior y la revista Mañana o el periódico Unomásuno, del cual fue cofundador; así como de coberturas de varios eventos importantes de la vida moderna de México que le valieron el Premio Nacional de Periodismo, entre ellos el Movimiento estudiantil de 1968.
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El recorrido termina con la exhibición de documentos personales y laborales del fotógrafo, publicaciones originales, y con un mural donde se exhiben en gran formato imágenes que realizó para la ilustración del libro La nueva grandeza mexicana, escrito por el cronista y poeta Salvador Novo en 1946.
