Oculto, entre las musas y los guerreros mexicas que adornan los muros del Palacio de Bellas Artes, se asoma el curioso elemento escultórico que ha llamado la atención de los turistas y habitantes de la capital del país.
Se trata del rostro de una perrita, el cual se puede considerar la “firma artística” del arquitecto italiano Adamo Boari (1863-1928) a quien debemos el diseño y principales trabajos de construcción de este edificio hoy considerado el máximo recinto del arte en México.
Según la Secretaría de Cultura esta perrita se trata de un mascarón inspirado en la mascota de Boari, “Aída”, una perrita que lo acompañó durante los años que vivió en México.
Por lo que se sabe, “Aída” llegó junto a Boari en 1898, cuando el arquitecto se trasladó a nuestro país para reclamar al gobierno mexicano el premio que había ganado en el certamen internacional convocado por Porfirio Díaz para el diseño del Palacio Legislativo, y que consistía en la realización del proyecto.
Desafortunadamente para el italiano, el premio le fue arrebatado a Boari cuando la construcción quedó bajo encomienda de otro arquitecto e ingeniero mexicano. Al final aquella construcción no se concluyó y lo poco que se avanzó, terminó por ser lo que hoy conocemos como el Monumento a la Revolución.
Tras esta desilusión el arquitecto encontró la forma en que el gobierno de Díaz le permitiera llevar a cabo algunos de los más grandes proyectos de la capital, entre los que estaba la Quinta Casa de Correos, también conocida como el Palacio de Correos, así como el Teatro Nacional, que después habría de convertirse en el Palacio de Bellas Artes.
Puede interesarte: Palacio de Bellas Artes cumple 90 años: septiembre será el mes para celebrarlo
Lamentablemente la perrita “Aída” falleció durante el tiempo que duraron los trabajos del palacio. Fue entonces, aprovechando que para ese proyecto le habían permitido gran libertad creativa, que creó la escultura en homenaje a su fiel mascota.
Un punto que hay que tener presente es que, aunque Bellas Artes es considerado la obra cumbre de Adamo Boari, en la que plasmó su influencia del Art Nouveau y el arte orgánico que conoció en los teatros más importantes de la época, este proyecto no lo concluyó él, pues con el estallido de la Revolución, la construcción se tuvo que detener en 1916.
➡️ Únete al canal de El Sol de México en WhatsApp para no perderte la información más importante
Para entonces el arquitecto italiano dejó el país. Luego, en 1927, pretendió continuar las labores de construcción, pero ya no para un teatro de ópera sino para un cine. El proyecto no le fue otorgado y en 1931 quedó a cargo del arquitecto Federico Mariscal, ya como Palacio de Bellas Artes.
Adamo Boari murió en 1928, así que ni siquiera pudo ver plenamente concluido su gran sueño de alabastro, sin embargo, el diseño del edificio, así como sus detalles, fueron respetados, volviendo inmortal el rostro de su querida acompañante de cuatro patas, cuyo nombre, se cree, se debe a la clásica ópera homónima, de Giuseppe Verdi.