Gran parte de los anticuerpos de Oaxaca están en la cultura y el arte. Porque ahí en donde ‘hay una luz resplandeciente que hace brillar la cara de los cielos’, el arte y cultura se respiran y se tocan; todo hecho con la emoción de sus creadores, cuya imaginación se vuelca en obra, basados en lo ancestral como en lo contemporáneo.
En Oaxaca la pintura es parte importantísima de la vida. Es el retrato hablado de lo que se es ahí. Es el impulso creativo hecho lienzo, muro, madera… Y hay artistas plásticos para aventar hacia arriba. La mayoría de ellos muy buenos y los hay de excelencia.
Los lienzos históricos del arte mixteco son de allá. Es natural que en Oaxaca naciera el gran pintor colonial, Miguel Cabrera y su arte barroco y religioso… y tantos más que entonces hacían retablos y ex votos desde la Antequera.
¿Y qué tal la obra de pintores oaxaqueños ilustres como Rufino Tamayo, Francisco Toledo y Rodolfo Morales, el hombre de Ocotlán, o Filemón Santiago, o Roberto Donis o Rodolfo Nieto o… tantos que han sido… tantos que hay…
Veamos dos ejemplos de los nuevos tiempos de la plástica oaxaqueña, por relevantes y porque su creación nace en Oaxaca, es de raíces oaxaqueñas y es universal, ya puesta en los ojos lejanos:
Alejandro Filio y René Jiménez. Ambos artistas de excelencia, hechos y derechos, y herederos de la luz, la imagen y el color de su tierra, transformados en arte, cada uno a su manera.
¡Forniquemos con el color! El llamado de Alejandro Filio
Alejandro Filio (San José de la Flores, Jamiltepec) es un pintor egresado de la carrera de Artes Plásticas en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO) y quien hizo cursos de grabado en el Taller Rufino Tamayo. Tiene ya un potente prestigio nacional e internacional.
Es un artista joven de enorme talento expresado en una obra al mismo tiempo figurativa como abstracta o, como él mismo la define, también ‘autómata’. Es una expresión plena de luz, de color, emoción y de contrastes que proyecta, en quien la ve, esa intensidad que nace en cada uno cuando se está frente a una obra emotiva, pero con carácter e intensidad; desconcierto y grandeza.
Es un artista que, frente a aquello que Gregorio Marañón definió como ‘el espejismo de las vocaciones’, hubiera querido ser músico… o acaso ‘hippie’… Pero la vida le regaló la mejor decisión y ahí se encuentra feliz, dice: “fue una buena jugada del destino… y no he sufrido nada…”.
“La pintura es un acto transformador, la pintura es un acto ritual, es una experiencia en la que se proyecta la sensibilidad que evoluciona de forma exponencial cuando se crea la obra; es una forma de automatizarse, de entrar en trance, un trance dancístico, si se quiere, que va del subconsciente a lienzo y lo lúdico…
“Cuando esto es así, la obra trasciende y a esto se llega mediante el pintor; porque el pintor es un medio…y yo como pintor no miro atrás ni miro a los lados: al frente siempre.
“El verdadero sentido de la vida de un pintor es el ejercicio; es lo que le permite vivir; es su fortaleza, es su plenitud, es su alimento espiritual válido… y es su ego, claro… [Aunque lo declara ya superado]
“Pintar es una búsqueda de todos los días. Veinticuatro horas al día. El ‘autómata’ tiene que trabajar con la mente todo el tiempo; es una cierta forma de obsesión - ¿disciplina?- no… no así; en todo caso soy un pintor capilar; se me eriza la piel fácilmente frente a una emoción insospechada y es que, cuando estoy en plena creación, vivo un éxtasis total y puedo exclamar: ¡forniquemos con el color; manchémonos; atrevámonos; rompamos…!”
Y ahí estoy, en su galería personal: su propia casa. Iluminada a toda luz, en una Oaxaca que es asimismo, toda luz y color; una casa dispuesta en cada muro para sostener una obra de grandes dimensiones en las que cada una hace un universo total y todas son su propio universo, ahí, junto con su esposa, la también pintora Carmen Galván, hace de su mundo ese espacio universal de imágenes, fuegos de color, colores insospechados en distintas capas uno a otro para dar un sentido de intensidad, inmensidad, profundidad y potencia en cada obra…
Y mejor es cuando el mismo pintor oaxaqueño nos explica cada paso, cada espacio y el sentido de cada estruendo colorido. Alejandro Filio es un pintor al mismo tiempo inteligente, audaz, sensible y eso: humilde, de esa humildad que da la seguridad porque lo que se hace está muy bien.
Pintura de René Jiménez la tiene hasta Obama
René Jiménez es otro pintor de Oaxaca, de gran calado. Expone lo mismo en Oaxaca –ahora mismo en una magna exposición en Monte Albán-, como en galerías de la ciudad de México y otros estados del país, como también en el extranjero: Estados Unidos, Italia… Una de sus obras (“Theday and thenight”) fue adquirida en 2011 por el presidente de Estados Unidos de América, Barack Obama, para iluminar la Casa Blanca, en Washington, DC. Así que…
René Jiménez estudió Diseño Gráfico y luego Artes Plásticas en el Instituto Nacional de Bellas Artes de la UNAM. Se dice:
“Su temática es un tanto polémica, porque no marca un estilo, lo que busca es plasmar lo que el artista siente; en un principio dibujaba insectos y a decir del artista, como parte de lo que somos nosotros: el reflejo de una reproducción que forma parte de la naturaleza.
“Asimismo la figura de los toros, que no precisamente significa muerte, significa fiesta y tradición, tratando de dar un concepto diferente a través de un juego de texturas, técnicas y una paleta de colores que reflejan importancia al igual que la concepción de la mujer; siendo temas estimulantes para la creación en cualquiera de las disciplinas de las Bellas Artes”.
El arte le viene desde la infancia. A pesar de todo. Y de las vicisitudes. Quedó huérfano de padre a los siete años. Luego el difícil camino cuando se tenía que estudiar y trabajar al mismo tiempo. Pero muy niño aun, cuando en la escuela le encargaban reproducir “monografías” de aquellas que venían en estampas, él prefería dibujar las imágenes… Digamos que estaba ahí la semilla que luego devino en un gran pintor… y un pintor, para serlo de veras –dice Jiménez-- debe tener su propio sello, su marca, su estilo… Él los tiene.
Tuvo un proceso de maduración bien sustentado. Muy al principio intentaba copiar a Francisco Toledo o a Sergio Hernández… pero pronto adquirió su propia identidad. “No era querer imitar, sino era querer ser. Era un proceso de aprendizaje”, dice.
Se entiende como pintor que trabaja muy duro porque dice que el trabajo diario es importantísimo en la pintura, “trabajar-trabajar y seguir trabajando… lo demás es cosa del tiempo y así uno se da cuenta de que el taller de un pintor es como el de un alquimista en donde hay que experimentar para llegar a un mejor propósito… Es llegar a un trazo diferente, a una propuesta distinta: es un esfuerzo por hacer lo diferente… el color está dentro de uno…”
La obra de René Jiménez es impactante. Es al mismo tiempo sobria como cargada de reflexión y “fuente constante de contemplación” según dijera de su obra Adolfo Sánchez Vázquez. Y a la vista de ésta, en cada lienzo, en cada cuadro, en cada gran formato, uno quiere estar ahí, ser parte de la obra, de esa inmensidad de la imagen, del color, de la bravura, del pensamiento, del coraje y el sueño eterno de trascender para siempre estar ahí.
Y así como Alejandro Filio y René Jiménez son artistas plásticos oaxaqueños de indudable calidad en su obra, hay muchos más en Oaxaca, tierra de pintores; cada uno en su estilo, en su forma, en su idea del arte: ninguna desdeñable desde el momento en el que derivan sus conceptos plásticos en el lienzo, en esa lucha interminable entre tradición y modernidad.
Son artistas jóvenes de gran calado hoy mismo: Atún Turner es uno de ellos, Manuel Carrasco, Jerónimo López Ramírez, Ana Hernández, Santiago Rojo Guadarrama… y tantos más que se cuentan en grandeza plástica.
La pintura de Oaxaca es un sello de identidad. Un orgullo de origen. Es obra y gracia de un espíritu colectivo lleno de emoción, de intensidades ya felices, ya corrosivas, pero intensidades. Arte y cultura son lo que al final habrá de redimir al ser humano de todas las vicisitudes de hoy.
“Pero anduve entre flores zapotecas y dulce era la luz como un venado y era la sombra como un párpado verde” (Pablo Neruda)
jhsantiago@prodigy.net.mx