/ miércoles 20 de noviembre de 2024

¿Quiénes son los autores de las esculturas de naturaleza muerta que aparecieron en el Jardín del Arte?

Un escultor y sus alumnos comenzaron un proyecto con el que dan nueva vida a elementos del medio ambiente que estaban en desuso

De pronto comenzaron a aparecer esculturas hechas con naturaleza muerta en el Jardín del Arte de la Ciudad de México. Ni los de seguridad que cuidan el parque, sabían quienes las habían colocado y cuál era el objetivo. Una vecina de la Cuauhtémoc dijo: “Llegan desde temprano, yo los vi a las 7:30 de la mañana, un señor grande y dos jovencitos”. Eran el escultor Miguel Rosas y sus aprendices, quienes ya habían colocado al menos diez piezas talladas a mano.

La contaminación de ríos, lagos y medio ambiente en México, que provoca la muerte de árboles, especies acuáticas y otros animales son la fuente de inspiración para el escultor veracruzano Miguel Ángel Rosas Flores y sus aprendices Mauricio Gallardo Ponce y Anuar Rabadán, quienes iniciaron el proyecto “El Renacimiento de Tenochtitlán”, con el que buscan crear conciencia en la humanidad sobre el cambio climático, utilizando la naturaleza muerta para crear esculturas y exponer la cultura azteca chichimeca en la Ciudad de México.

Por qué lo hacen

“Es para agradecer a la madre naturaleza: Ella nos da todo y de alguna manera, desde mi perspectiva es que le estamos agradeciendo y donándole estas piezas: van a durar mucho, y van a seguir en su mismo ambiente, en su mismo territorio, pero evolucionado de otra forma, en una pieza o un tótem; esto transmite energía”, dice Anuar Rabadán en entrevista con El Sol de México.

“El Renacimiento de Tenochtitlán” comenzó aquí, en la capital mexicana, donde hace miles de años, enviados por el dios Huitzilopochtli, los aztecas descubrieron lo que hoy conocemos como la Ciudad de México, lugar que conforme ha pasado el tiempo se ha ido deteriorando por la contaminación y la urbanización.

Puedes leer: Jhonattan Zúñiga: la fusión del arte y la conciencia ambiental a través de la cultura huichol

Miguel Rosas, quien es originario de Ciudad Mendoza, Veracruz, viene a la capital a vender sus esculturas en el Jardín del Arte, a un costado del Monumento a la Madre, en la alcaldía Cuauhtémoc: ahí surgió la idea y el concepto de este proyecto que vela por el medio ambiente y el arte al mismo tiempo.

“Y aquí está el sueño hecho realidad; hace año y medio se dirigió un oficio al presidente del Jardín del Arte Alfredo Beltrán con esta idea y que lo hiciera llegar a la delegación Cuauhtémoc, porque veo que hay varios árboles que ya están muertos, entonces le hice la propuesta de hacer esculturas y dejarlas aquí en el jardín, aquí no estamos pensando en derribar, ni siquiera una rama”, dijo Miguel Ángel Rosas Flores.

Miguel Rosas y sus aprendices crearon este proyecto para crear conciencia sobre el proceso de la vida y sobre cómo esta se ve afectada por el entorno

Luego de haber entregado la solicitud para que los árboles secos del Jardín del Arte fueran donados a los escultores, la delegación cambió, en tres ocasiones, al biólogo encargado de valorar los árboles del parque. Pasaron meses para que las autoridades correspondientes dieran una respuesta a los escultores.

“Y afortunadamente ya de tanto estar molestando nos dejaron aquí unos troncos, porque hace unos días un árbol se cayó por allá y vinieron a talarlo, pero afortunadamente nos dejaron este y ahorita también hice la solicitud de que nos permitieran trabajar aquí y colocar las obras”, cuenta Miguel Rosas.

Las esculturas le dan una identidad distinta al Jardín del Arte; está La Sirena, El Boxeador, La Mujer y El Borracho Orinando, entre otras esculturas realizadas con naturaleza muerta; troncos de árboles principalmente y que los escultores les llaman su propia “civilización”.

Algunas de las esculturas que han creado son: La Sirena, El Boxeador y La Mujer / Foto: Jonathan Padilla / El Sol de México

Mauricio Gallardo Ponce es del barrio bravo de Tepito, creció en la calle de Jesús Carranza y cuenta que recolectar naturaleza muerta es una práctica antigua otomí, en donde la conexión con la naturaleza es importante para crear y construir; en este caso ellos “El Renacimiento de Tenochtitlán”.

“Este ejercicio que antiguamente hacían los otomíes y que era como de recolectar, no tanto de sembrar, sino de construir una relación con la naturaleza, sino la naturaleza te da y tú estás ahí como viviéndola. La Ciudad misma está respirando todos los días, está sacando basura que puede ser un tesoro, que de pronto tú haces este ejercicio de sacralizar la basura, sacarla de su contexto y que al mismo tiempo, también nos está demostrando que la recolección tiene un sentido, un sentido artístico, estético y ambiental”, dice Gallardo Ponce ,quien tuvo que salir con su familia de Tepito debido a la inseguridad que hay en la zona.

Recolectar naturaleza muerta es una práctica antigua otomí, en la que la conexión con la naturaleza es importante para crear y construir

Por su parte, Anuar Rabadán, de 35 años de edad, es de San Juan de Aragón, en la Gustavo A. Madero. Él utiliza la naturaleza muerta para exponer lo que determina como “mitología del futuro”. Por ejemplo, la madre naturaleza que nuevamente conecta por medio de las esculturas con los árboles que han muerto por la contaminación o las plagas que hay en la Ciudad de México.

“Tal vez en el tronco viene un poco la forma de ese Dios y es como cortarle un pelo, el Dios ya viene como impregnado en cada corteza, en cada árbol”, comenta mientras talla un tronco que aún no tiene forma de algo en sí, pero que pronto será una escultura.

Para Miguel Rosas el hecho de tallar un tronco de árbol es nuevamente darle vida y darle a la gente la oportunidad de ver que, a pesar de ser naturaleza muerta, puede reconectarse con la tierra y mejor aún, crear conciencia de los cambios que han habido en nuestro entorno.

Foto: Jonathan Padilla / El Sol de México

Del río al hacha y del hacha a la escultura

En el caso de Miguel Rosas, no es la primera vez que realiza un proyecto que tiene que ver con la naturaleza y el cambio climático; en Veracruz realizó la obra “En Solidaridad con el Río y Playa de Coatzacoalcos”, una historia que expone la poca empatía que tiene la gente con el medio ambiente y por conservar limpios los ríos y lagos.

“Yo me fui al río Coatzacoalcos y un tronco iba flotando por ahí y me ayudaron unos pescadores; lo sacamos. Cargamos el tronco, lo llevamos a la casa de cultura y lo tallé. Platiqué con los pescadores y me decían: Antes vivíamos de la pesca, de la fauna, todo lo que nos producía el mar. Ahora con la contaminación de los complejos petroquímicos ya no podemos pescar, está contaminado todo. Y sí, yo fui a la playa y vi pedazos de chapopote y cosas sí, lamentablemente”, cuenta Miguel Rosas.

El escultor seguía tallando el tronco; en ese momento fue invitado por el Ayuntamiento de Coatzacoalcos para exponer su talento; él preguntó el tema pero las autoridades municipales le dijeron que era libre, “lo que se te ocurra” le dijeron, él hizo lo que sus ojos habían observado.

“Entonces, puse algunos, de acuerdo con la idea de los pescadores de lo que me comentaron, en la raíz y en varias partes del tronco, unos animales, pero hacia abajo; todos muertos, en la parte superior surgió una forma de un Cristo del tronco; le hice las costillas la anatomía y dije, pero yo no quiero un Cristo entonces le corté la cabeza y quedó nada más con los brazos abiertos; en la Casa de Cultura de Coatzacoalcos se inauguró la escultura de dos metros y medio”, cuenta el veracruzano quien al exponerlo ante las autoridades locales argumentó “yo estoy de acuerdo que los complejos petroquímicos se instalen, pero no pudimos evitar la contaminación. Entonces creo que es tiempo de pensar cómo podemos sanear”.

Foto: Jonathan Padilla / El Sol de México

Algunas de las esculturas que han creado son: La Sirena, El Boxeador, La Mujer y El Borracho Orinando

La obra “En Solidaridad con el Río y Playa de Coatzacoalcos” se ha ido deteriorando con el tiempo; las autoridades locales no le dieron el mantenimiento requerido; los medios locales tampoco publicaron la nota; “yo no dije que ellos tenían la culpa, yo dije que todos la teníamos”, subrayó el escultor Miguel Rosas mientras se sacudía el polvo de la madera del cabello y platicaba su experiencia.

El escultor extendió la mano a los jóvenes Anuar y Mauricio, quienes tienen una visión distinta de la escultura y de lo que significa utilizar la naturaleza muerta para crear conciencia en las personas que visiten el Jardín del Arte; “arte y naturaleza para todos” dicen los tres artistas.

Mientras caminas por el Jardín del Arte se escuchan las hachas cortando la madera y una cierra eléctrica con la que comienzan a darle forma a esos troncos de madera que la delegación Cuauhtémoc les dejó a los escultores; el señor Miguel agarró el tronco más grueso; ahí una águila cae en picada; mientras que unos rostros indígenas observan como el veracruzano les da vida.

“Hay muchas cosas que tenemos que analizar. Yo, por ejemplo, en mi pueblo, tengo una camioneta con la que subo a la montaña y aquí no la traigo; mi transporte es este el diablito. Para qué caramba yo voy a venir también en mi carro a seguir contaminando; igual que todos hiciéramos conciencia; cada uno de nosotros, por lo menos decir, hoy no lo voy a ocupar solo en caso necesario, pero es que ya tenemos esa costumbre, esa comodidad”, resalta el escultor Miguel Rosas quien a sus 70 años ve muy complicado que la ciudadanía abandone su comodidad por evitar más daños al medio ambiente.

Los tres escultores esperan que el proyecto “El Renacimiento de Tenochtitlán” llegue a todas partes de México con el fin de concientizar sobre el medio ambiente, el arte y la escultura; incluso invitan a la gente que quiera donar naturaleza muerta, a que acudan al Jardín del Arte y entreguen los troncos o bien si quieren empezar a tallar madera, también puede aprender con el señor Miguel Rosas.

Mauricio Ponce cuenta que hay tres reglas para poder llegar con ellos y empezar a tallar naturaleza muerta: la primera es llevar tu propio tronco, la segunda es tener tu propia hacha y la tercera es realizar la escultura en el Jardín del Arte y a vista de todos.

“Mi intención es de que la gente se interese más en venir al parque y así como los turistas”, dice el escultor Miguel Rosas.

La señora Flor es vecina de la colonia Renacimiento en la alcaldía Cuauhtémoc, vive a unas calles del Jardín del Arte y ella vio desde que empezaron a tallar los primeros troncos.

“Me parece muy buena idea lo que están haciendo: yo vi que llegaron, primero pensé; van a cortar los árboles, pero luego me di cuenta que no, que en realidad estaban tallandolos, que bueno que utilicen los troncos para hacer arte y conciencia; porque pobres arbolitos ya se ven bien tristes y secos”, dijo la vecina mientras caminaba por el parque y señalaba algunos árboles que ya empiezan a perder su color verde en las hojas.

Tanto Miguel Rosas como sus alumnos piden al Gobierno de México que apoye a todos los sectores de la sociedad, que enfatice su trabajo en el medio ambiente y en los artistas mexicanos.

“Y a la Presidenta de nuestro país le diría que en ese aspecto artístico, tenga más el apoyo hacia la cultura en todos los aspectos porque se han quejado por ahí compañeros del teatro”, dice Rosas.

Tanto Mauricio Ponce como Anuar Rabadán ven en Miguel Rosas a un gran profesor en tallado de madera y se siente privilegiados por el espacio que el escultor veracruzano les dio para enseñarles lo que sabe y mejor aún, con un proyecto que busca crear conciencia medioambiental y también exponer el arte y nuestra cultura.

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“Es mi pasión, para mí es enorme porque aparte de exponer mi arte, puedo enseñar parte de lo que yo he aprendido con otros maestros”, dice Miguel Rosas mientras sus alumnos Mauricio y Anuar esculpen, cada quien, su pedazo de tronco, “esta ya va agarrando forma, es como una mujer que abraza a la naturaleza, algo así”.

Las esculturas ya son un atractivo en el Jardín del Arte, la gente pasa y se toma fotos con las piezas o le toma fotos a las esculturas; “si se las roban, hacemos más”, amagó el escultor Miguel Rosas, mientras sus discípulos del arte sonríen y asienten con la cabeza, “troncos hay muchos”, dijo Mauricio.

De pronto comenzaron a aparecer esculturas hechas con naturaleza muerta en el Jardín del Arte de la Ciudad de México. Ni los de seguridad que cuidan el parque, sabían quienes las habían colocado y cuál era el objetivo. Una vecina de la Cuauhtémoc dijo: “Llegan desde temprano, yo los vi a las 7:30 de la mañana, un señor grande y dos jovencitos”. Eran el escultor Miguel Rosas y sus aprendices, quienes ya habían colocado al menos diez piezas talladas a mano.

La contaminación de ríos, lagos y medio ambiente en México, que provoca la muerte de árboles, especies acuáticas y otros animales son la fuente de inspiración para el escultor veracruzano Miguel Ángel Rosas Flores y sus aprendices Mauricio Gallardo Ponce y Anuar Rabadán, quienes iniciaron el proyecto “El Renacimiento de Tenochtitlán”, con el que buscan crear conciencia en la humanidad sobre el cambio climático, utilizando la naturaleza muerta para crear esculturas y exponer la cultura azteca chichimeca en la Ciudad de México.

Por qué lo hacen

“Es para agradecer a la madre naturaleza: Ella nos da todo y de alguna manera, desde mi perspectiva es que le estamos agradeciendo y donándole estas piezas: van a durar mucho, y van a seguir en su mismo ambiente, en su mismo territorio, pero evolucionado de otra forma, en una pieza o un tótem; esto transmite energía”, dice Anuar Rabadán en entrevista con El Sol de México.

“El Renacimiento de Tenochtitlán” comenzó aquí, en la capital mexicana, donde hace miles de años, enviados por el dios Huitzilopochtli, los aztecas descubrieron lo que hoy conocemos como la Ciudad de México, lugar que conforme ha pasado el tiempo se ha ido deteriorando por la contaminación y la urbanización.

Puedes leer: Jhonattan Zúñiga: la fusión del arte y la conciencia ambiental a través de la cultura huichol

Miguel Rosas, quien es originario de Ciudad Mendoza, Veracruz, viene a la capital a vender sus esculturas en el Jardín del Arte, a un costado del Monumento a la Madre, en la alcaldía Cuauhtémoc: ahí surgió la idea y el concepto de este proyecto que vela por el medio ambiente y el arte al mismo tiempo.

“Y aquí está el sueño hecho realidad; hace año y medio se dirigió un oficio al presidente del Jardín del Arte Alfredo Beltrán con esta idea y que lo hiciera llegar a la delegación Cuauhtémoc, porque veo que hay varios árboles que ya están muertos, entonces le hice la propuesta de hacer esculturas y dejarlas aquí en el jardín, aquí no estamos pensando en derribar, ni siquiera una rama”, dijo Miguel Ángel Rosas Flores.

Miguel Rosas y sus aprendices crearon este proyecto para crear conciencia sobre el proceso de la vida y sobre cómo esta se ve afectada por el entorno

Luego de haber entregado la solicitud para que los árboles secos del Jardín del Arte fueran donados a los escultores, la delegación cambió, en tres ocasiones, al biólogo encargado de valorar los árboles del parque. Pasaron meses para que las autoridades correspondientes dieran una respuesta a los escultores.

“Y afortunadamente ya de tanto estar molestando nos dejaron aquí unos troncos, porque hace unos días un árbol se cayó por allá y vinieron a talarlo, pero afortunadamente nos dejaron este y ahorita también hice la solicitud de que nos permitieran trabajar aquí y colocar las obras”, cuenta Miguel Rosas.

Las esculturas le dan una identidad distinta al Jardín del Arte; está La Sirena, El Boxeador, La Mujer y El Borracho Orinando, entre otras esculturas realizadas con naturaleza muerta; troncos de árboles principalmente y que los escultores les llaman su propia “civilización”.

Algunas de las esculturas que han creado son: La Sirena, El Boxeador y La Mujer / Foto: Jonathan Padilla / El Sol de México

Mauricio Gallardo Ponce es del barrio bravo de Tepito, creció en la calle de Jesús Carranza y cuenta que recolectar naturaleza muerta es una práctica antigua otomí, en donde la conexión con la naturaleza es importante para crear y construir; en este caso ellos “El Renacimiento de Tenochtitlán”.

“Este ejercicio que antiguamente hacían los otomíes y que era como de recolectar, no tanto de sembrar, sino de construir una relación con la naturaleza, sino la naturaleza te da y tú estás ahí como viviéndola. La Ciudad misma está respirando todos los días, está sacando basura que puede ser un tesoro, que de pronto tú haces este ejercicio de sacralizar la basura, sacarla de su contexto y que al mismo tiempo, también nos está demostrando que la recolección tiene un sentido, un sentido artístico, estético y ambiental”, dice Gallardo Ponce ,quien tuvo que salir con su familia de Tepito debido a la inseguridad que hay en la zona.

Recolectar naturaleza muerta es una práctica antigua otomí, en la que la conexión con la naturaleza es importante para crear y construir

Por su parte, Anuar Rabadán, de 35 años de edad, es de San Juan de Aragón, en la Gustavo A. Madero. Él utiliza la naturaleza muerta para exponer lo que determina como “mitología del futuro”. Por ejemplo, la madre naturaleza que nuevamente conecta por medio de las esculturas con los árboles que han muerto por la contaminación o las plagas que hay en la Ciudad de México.

“Tal vez en el tronco viene un poco la forma de ese Dios y es como cortarle un pelo, el Dios ya viene como impregnado en cada corteza, en cada árbol”, comenta mientras talla un tronco que aún no tiene forma de algo en sí, pero que pronto será una escultura.

Para Miguel Rosas el hecho de tallar un tronco de árbol es nuevamente darle vida y darle a la gente la oportunidad de ver que, a pesar de ser naturaleza muerta, puede reconectarse con la tierra y mejor aún, crear conciencia de los cambios que han habido en nuestro entorno.

Foto: Jonathan Padilla / El Sol de México

Del río al hacha y del hacha a la escultura

En el caso de Miguel Rosas, no es la primera vez que realiza un proyecto que tiene que ver con la naturaleza y el cambio climático; en Veracruz realizó la obra “En Solidaridad con el Río y Playa de Coatzacoalcos”, una historia que expone la poca empatía que tiene la gente con el medio ambiente y por conservar limpios los ríos y lagos.

“Yo me fui al río Coatzacoalcos y un tronco iba flotando por ahí y me ayudaron unos pescadores; lo sacamos. Cargamos el tronco, lo llevamos a la casa de cultura y lo tallé. Platiqué con los pescadores y me decían: Antes vivíamos de la pesca, de la fauna, todo lo que nos producía el mar. Ahora con la contaminación de los complejos petroquímicos ya no podemos pescar, está contaminado todo. Y sí, yo fui a la playa y vi pedazos de chapopote y cosas sí, lamentablemente”, cuenta Miguel Rosas.

El escultor seguía tallando el tronco; en ese momento fue invitado por el Ayuntamiento de Coatzacoalcos para exponer su talento; él preguntó el tema pero las autoridades municipales le dijeron que era libre, “lo que se te ocurra” le dijeron, él hizo lo que sus ojos habían observado.

“Entonces, puse algunos, de acuerdo con la idea de los pescadores de lo que me comentaron, en la raíz y en varias partes del tronco, unos animales, pero hacia abajo; todos muertos, en la parte superior surgió una forma de un Cristo del tronco; le hice las costillas la anatomía y dije, pero yo no quiero un Cristo entonces le corté la cabeza y quedó nada más con los brazos abiertos; en la Casa de Cultura de Coatzacoalcos se inauguró la escultura de dos metros y medio”, cuenta el veracruzano quien al exponerlo ante las autoridades locales argumentó “yo estoy de acuerdo que los complejos petroquímicos se instalen, pero no pudimos evitar la contaminación. Entonces creo que es tiempo de pensar cómo podemos sanear”.

Foto: Jonathan Padilla / El Sol de México

Algunas de las esculturas que han creado son: La Sirena, El Boxeador, La Mujer y El Borracho Orinando

La obra “En Solidaridad con el Río y Playa de Coatzacoalcos” se ha ido deteriorando con el tiempo; las autoridades locales no le dieron el mantenimiento requerido; los medios locales tampoco publicaron la nota; “yo no dije que ellos tenían la culpa, yo dije que todos la teníamos”, subrayó el escultor Miguel Rosas mientras se sacudía el polvo de la madera del cabello y platicaba su experiencia.

El escultor extendió la mano a los jóvenes Anuar y Mauricio, quienes tienen una visión distinta de la escultura y de lo que significa utilizar la naturaleza muerta para crear conciencia en las personas que visiten el Jardín del Arte; “arte y naturaleza para todos” dicen los tres artistas.

Mientras caminas por el Jardín del Arte se escuchan las hachas cortando la madera y una cierra eléctrica con la que comienzan a darle forma a esos troncos de madera que la delegación Cuauhtémoc les dejó a los escultores; el señor Miguel agarró el tronco más grueso; ahí una águila cae en picada; mientras que unos rostros indígenas observan como el veracruzano les da vida.

“Hay muchas cosas que tenemos que analizar. Yo, por ejemplo, en mi pueblo, tengo una camioneta con la que subo a la montaña y aquí no la traigo; mi transporte es este el diablito. Para qué caramba yo voy a venir también en mi carro a seguir contaminando; igual que todos hiciéramos conciencia; cada uno de nosotros, por lo menos decir, hoy no lo voy a ocupar solo en caso necesario, pero es que ya tenemos esa costumbre, esa comodidad”, resalta el escultor Miguel Rosas quien a sus 70 años ve muy complicado que la ciudadanía abandone su comodidad por evitar más daños al medio ambiente.

Los tres escultores esperan que el proyecto “El Renacimiento de Tenochtitlán” llegue a todas partes de México con el fin de concientizar sobre el medio ambiente, el arte y la escultura; incluso invitan a la gente que quiera donar naturaleza muerta, a que acudan al Jardín del Arte y entreguen los troncos o bien si quieren empezar a tallar madera, también puede aprender con el señor Miguel Rosas.

Mauricio Ponce cuenta que hay tres reglas para poder llegar con ellos y empezar a tallar naturaleza muerta: la primera es llevar tu propio tronco, la segunda es tener tu propia hacha y la tercera es realizar la escultura en el Jardín del Arte y a vista de todos.

“Mi intención es de que la gente se interese más en venir al parque y así como los turistas”, dice el escultor Miguel Rosas.

La señora Flor es vecina de la colonia Renacimiento en la alcaldía Cuauhtémoc, vive a unas calles del Jardín del Arte y ella vio desde que empezaron a tallar los primeros troncos.

“Me parece muy buena idea lo que están haciendo: yo vi que llegaron, primero pensé; van a cortar los árboles, pero luego me di cuenta que no, que en realidad estaban tallandolos, que bueno que utilicen los troncos para hacer arte y conciencia; porque pobres arbolitos ya se ven bien tristes y secos”, dijo la vecina mientras caminaba por el parque y señalaba algunos árboles que ya empiezan a perder su color verde en las hojas.

Tanto Miguel Rosas como sus alumnos piden al Gobierno de México que apoye a todos los sectores de la sociedad, que enfatice su trabajo en el medio ambiente y en los artistas mexicanos.

“Y a la Presidenta de nuestro país le diría que en ese aspecto artístico, tenga más el apoyo hacia la cultura en todos los aspectos porque se han quejado por ahí compañeros del teatro”, dice Rosas.

Tanto Mauricio Ponce como Anuar Rabadán ven en Miguel Rosas a un gran profesor en tallado de madera y se siente privilegiados por el espacio que el escultor veracruzano les dio para enseñarles lo que sabe y mejor aún, con un proyecto que busca crear conciencia medioambiental y también exponer el arte y nuestra cultura.

➡️Suscríbete al newsletter y recibe las noticias más relevantes sobre el medio ambiente

“Es mi pasión, para mí es enorme porque aparte de exponer mi arte, puedo enseñar parte de lo que yo he aprendido con otros maestros”, dice Miguel Rosas mientras sus alumnos Mauricio y Anuar esculpen, cada quien, su pedazo de tronco, “esta ya va agarrando forma, es como una mujer que abraza a la naturaleza, algo así”.

Las esculturas ya son un atractivo en el Jardín del Arte, la gente pasa y se toma fotos con las piezas o le toma fotos a las esculturas; “si se las roban, hacemos más”, amagó el escultor Miguel Rosas, mientras sus discípulos del arte sonríen y asienten con la cabeza, “troncos hay muchos”, dijo Mauricio.

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