Hace una década, la serie Breaking Bad echaba el cierre y dejaba a la audiencia con un sabor agridulce. Por una parte, los telespectadores habían sido testigos de la irrupción de una de las series más importantes e influyentes de la historia. Por la otra, mostraba la caída a los infiernos y la pesadilla de un hombre común, que empujado por las circunstancias se transformaba en una persona sin escrúpulos, con la avaricia y el ansia de poder como referentes morales.
La serie tiene como protagonista a Walter White (Bryan Cranston), un oscuro profesor de química de la ciudad de Albuquerque, quien a punto de cumplir 50 años es diagnosticado de un cáncer de pulmón avanzado.
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Pero la enfermedad y las duras condiciones del sistema de salud de Estados Unidos, que amenazan con llevarle a la ruina para pagar los costosos tratamientos médicos, dan un vuelco a su vida personal y familiar.
Es así como la edad, la enfermedad terminal y el futuro económico de su familia le empujan a buscar en la fabricación de metanfetamina la salida más fácil a sus problemas.
Gracias a sus conocimientos de química y los contactos con su antiguo alumno Jessy Pinkman (Aaron Paul) fabrica la mejor metanfetamina que los adictos de su ciudad han conocido. Y ese es el punto de partida de un viaje sin retorno.
La línea que separa el bien del mal
En una sociedad en la que el éxito económico divide a las personas entre triunfadores y perdedores, el profesor se transforma en “Heisenberg”, un exitoso hombre de negocios, cuyo nombre circula como una leyenda por los bajos fondos.
Así, el deseo de dejar en una buena situación económica a su familia ante su inminente muerte, le transforma en un hombre codicioso y sin escrúpulos.
Los personajes y su universo
Uno de los aciertos de la serie es la construcción de personajes que interactúan en un universo propio. Su socio, Jesse Pinkman, es un atolondrado joven que ejemplifica la inocencia que Walter White pierde durante su metamorfosis.
Por la serie circulan drogadictos a los que su adicción convierte en víctimas fáciles de los carteles mexicanos de la droga, representados por Tuco Salamanca (Raymond Cruz) y su astuto tío Héctor (Mark Margolis), que en silla de ruedas y comunicándose sólo a través de un timbre pone en graves aprietos a los protagonistas.
Saul Goodman (Bob Odenkirk) es un extravagante abogado que se ocupa de los asuntos legales, mientras Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), un expolicía, busca soluciones, no siempre legales, a los problemas de seguridad.
Otro destacado personaje es Gustavo Fring (Giancarlo Exposito), un empresario que desde un oscuro origen ha levantado un imperio de restaurantes de comida rápida bajo el que esconde su negocio de fabricación de metanfetamina.
En el lado de la Ley se sitúa su cuñado, Hank Schrader (Dean Norris), un agente de la DEA quien investiga el tráfico de metanfetamina y acaba tras la pista del hermano de su mujer.
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La estética de la serie
Colores saturados, claroscuros y preferencia por la luz natural frente a la iluminación artificial dan a la serie una estética rompedora que enfatiza los conflictos psicológicos y el dramatismo. La tensión está construida a partir del uso de cámara al hombro y la elección de encuadres y composiciones arriesgadas.