Tan cortante y fría como profesional, se la considera un icono paradójico de la liberación femenina que, después de años rompiendo moldes y barreras, pasó a estar condenada por el movimiento feminista "MeToo".
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El hecho de que sus progenitores se dedicaran al cine y al teatro acercó a Catherine y a una de sus hermanas, François, al mundo de la interpretación.
Primero saltó a los escenarios François, quien eligió el apellido paterno, Dorléac, para su carrera interpretativa. Y ya convertida en musa de algunos directores de la época que ya prometían, como François Truffaut o Roman Polanski, animó a Catherine a probar suerte con los cineastas con los que ella trabajaba.
Se estrenó en la gran pantalla con Les Collègiennes (1957), de André Hunebelle, aunque todavía le llevó unos años adoptar el apellido de su madre y aceptar la proposición de su hermana. Prefería “estar en un segundo plano y observar” antes que ser el centro de atención, aspecto de su personalidad que aún defiende.
Cine europeo antes que estadounidense
Desde entonces apenas ha parado de trabajar, principalmente en Europa, donde ha ganado premios en todos los festivales cinematográficos.
Prefirió limitar sus películas americanas para hacer un cine más independiente, como el de su país. Aun así, es una de las pocas actrices francesas que cuenta con una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood.
El drama Mayerling (1968) de Terence Young; la comedia romántica The April Fools! (1969) de Stuart Rosemberg) o la de intriga Hustle (1975) de Robert Aldrich, son cintas que rodó en Estados Unidos, a las que se unió El ansia (1983) de Tony Scott, sobre vampiros, con Susan Sarandon y David Bowie de compañeros.
Triunfó con Jacques Demy, uno de los más destacados cineastas de la llamada ‘Nouvelle Vague’, en Les parapluies de Cherbourg (1964) y con Polanski en el drama psicológico británico Repulsion (1967).
Pero fue Belle de jour (1967, Luis Buñuel), ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia, la que supuso un giro en su carrera y un punto de inflexión en su vida.
Ese año, y durante el rodaje de la cinta, perdió a su hermana Françoise, de 25 años, en un accidente de tráfico. En ese filme, y puede que como consecuencia de la desgracia sufrida, Deneuve forjó la imagen de mujer glacial, enigmática e inescrutable que perdura hasta hoy.
Sin olvidar la mala relación que existió entre director y actriz por las negativas de ésta a las escenas de desnudo que demandaba Luis Buñuel y porque tampoco comprendía sus extravagancias.
El cineasta, por su parte, prefería una mujer más felina pero los productores estaban seguros de que la apariencia burguesa y estirada de Deneuve iba como anillo al dedo con el personaje. Belle de jour se rodó con éxito y Buñuel confesaría después en sus memorias: "Era guapa, reservada y extraña, así que la acepté”.
Contradictoria y polémica
De ser musa de la llamada ‘Nouvelle Vague’ e interpretar roles adaptados a su físico seductor fue pasando a papeles más maduros. Su fama de enigmática, distante, de mujer de hielo, engrandeció sus interpretaciones de mujeres soñadoras, secretas, con una doble vida escondida.
Para los críticos, sus trabajos en su larga carrera son el reflejo de sus contradicciones. En opinión de Gwénaëlle Le Gras, autora de El mito Deneuve, “el cine francés nunca ha sido muy feminista y ella ha jugado al juego del patriarcado que este arte le ha impuesto". Sin embargo, eso nunca le impidió ser contestataria en su vida personal.
Proabortista en los 70, en contra de la pena de muerte en los 80, apoyando a los inmigrantes en los 90 o por los derechos de las mujeres y en favor del medio ambiente en los últimos años, también ha resultado polémica en ocasiones como cuando se pronunció contra el matrimonio homosexual o en defensa de Roman Polanski y Woody Allen, acusados de violación o abuso sexual en los Estados Unidos.
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Pero, sobre todo levantó ampula cuando en 2018 criticó el puritanismo del "MeToo", despertando una ola de indignación entre el movimiento feminista.
Deneuve no ha dejado de trabajar, excepto cuando sufrió en 2019 un accidente cerebrovascular isquémico, y lo ha hecho a veces con directores sin experiencia alguna. Al fin y al cabo, ella está acostumbrada a hacer lo que le place y a vivir como le da la gana, permaneciendo siempre bella como la muerte, seductora como el pecado y fría como la virtud, en palabras del propio Luis Buñuel.