Berlín.- Estos días del certamen coinciden con la apertura del EFM, el Mercado del filme con el que empieza, después del Festival de Sundance, la ronda de los importantes mercados de cine paralelos a y motores de festivales como Berlín, Cannes y Toronto.
La película de inauguracion, Mis años de trabajo con Sallinger, del canadiense Phillipe Falardeau resultó muy floja y seguramente la menos indicada para abrir un festival que desea renovar su imagen tal y como se pretendió con el cambio de su anterior jefe por el dúo de nuevos directores a los que no referimos en nuestra primera nota.
Esto a pesar de la honorable participación de la estrella norteamericana Sigourney Weaver en la película y del contexto de la ceremonia misma, donde en lugar de celebrar el 70 aniversario del festival fue ensombrecida por el atentado mortífero de un comando de extremistas de derecha en la ciudad alemana de Hanau, hecho al que se dedicaron los discursos oficiales de apertura, con enérgica condena.
Tampoco faltaron otros hechos que ensombrecieron la primera semana de la Berlinale. Entre ellos la controversia por las declaraciones supuestamente sexistas y homofóbicas atribuidas en el pasado al presidente del jurado, el actor británico Jeremy Irons y la cancelación de una delegación de 118 compañías chinas a raíz de la epidemia del Coronavirus, así como la decisión de las autoridades de no otorgar visas de salida a lo miembros de la delegación que participaría en el festival.
La incomodidad para el nuevo equipo tocó rojo por las revelaciones sobre el pasado nazi de Alfred Bauer, el primer director de la Berlinale, de 1951 a 1976 y a quien el festival honró con la creación de un premio con su nombre que desde 1986 hasta hoy, que se canceló, se otorgaba a la película que abría "nuevas perspectivas".
Con la notable excepción de la francesa La sal de la las lágrimas del veterano Philippe Garell, un delicado retrato de la educación sentimental de un joven, no hay más cintas qué reseñar.
El esperado filme Malmkrog del rumano Cristi Puiu, resultó ser un aburrido ejercicio intelectual de interminables diálogos de inspiración literaria. Fue estrenado en la nueva sección competitiva Encuentros, mientras que el italiano Quería esconderme de Giorgio Diritti, presentado en la competencia tradicional, no logró dar sustancia al personaje del pintor naif italiano Antonio Ligabue (1899-1965) por falta de una estructuración dramática que no logró salvar la actuación de Elio Germano.
El regreso de Argentina a la Berlinale después de una ausencia de seis años no fue nada convincente; la coproducción argentino/mexicana Prófugo, segunda película de Natalia Meta, es un fallido thriller metafísico donde una mujer lucha contra los personajes y demonios que pueblan sus sueños.