Cuando la película El exorcista se estrenó hace 50 años, algunos espectadores se desmayaron o rompieron a llorar. Algunos incluso vomitaron.
La cinta, que presentaba a una joven Linda Blair como una niña que decía estar poseída por el diablo, fue un éxito casi instantáneo, y los cinéfilos hicieron cola durante horas para conseguir entradas, hasta que esta llegó a recaudar más de 440 millones de dólares en todo el mundo.
Puede interesarte: Cineasta Alberto Corredor aborda el duelo a través del horror en “Baghead”
La película de terror finalmente recibió dos premios Oscar, al Mejor Sonido y al Mejor Guión Adaptado.
En los cincuenta años transcurridos desde entonces, la fascinación cultural por Satanás ha persistido. Pero a medida que la religiosidad disminuye, las representaciones populares de Satanás también han cambiado. En lugar de encarnar el mal puro, han surgido personajes luciferinos que son complicados e incluso simpáticos.
El interés por los exorcismos
La ansiedad por el cambio social y el creciente secularismo dieron a “El Exorcista” una influencia más allá de la taquilla.
En noviembre de 1973, un mes antes del estreno de este filme, The New York Times informó que entre los católicos estadounidenses, la asistencia a misa semanal había caído del 61 por ciento al 48 por ciento entre 1972 y 1973.
Después del estreno de la película, la curiosidad por el catolicismo aumentó significativamente.
Esto fue especialmente cierto con respecto al exorcismo, un rito que rara vez se practica dentro de la iglesia y que el protagonista de la película, el padre Damian Karras, dice que para encontrar a alguien que lo realice, "tendría que meterse en una máquina del tiempo y obtener Nos remontamos al siglo XVI”.
No obstante, en enero de 1974, el mismo diario informó que la Iglesia Católica estaba recibiendo “una ola de consultas de personas que creen que ellos, o sus conocidos, están poseídos por demonios”.
Muchas de estas solicitudes provinieron de personas que ya no eran, o nunca habían sido, feligreses.
Simpatía por el diablo
A principios del siglo XXI, el pánico había seguido su curso, al igual que las representaciones de Satanás como encarnación del mal puro.
El creciente secularismo en Estados Unidos fue paralelo a las representaciones de un Satán encantador y más simpático. El público estaba cada vez más desilusionado con la religión institucionalizada, especialmente con las revelaciones de abuso sexual infantil dentro de la Iglesia Católica y otras denominaciones.
Esta simpatía por el diablo no era nada nuevo: se remontaba al menos al poema épico de John Milton de 1667, “El paraíso perdido”. La descripción que hace el poema de Satanás como el ángel caído Lucifer era tan convincente que hizo que el poeta William Blake sugiriera que Milton era "del partido del diablo sin saberlo".
Paradise Lost ha sido adaptada y reelaborada para el público moderno.
La serie de televisión "Supernatural" incluye una serie de arcos argumentales protagonizados por un Lucifer peligroso pero carismático. La figura también se representa con simpatía en los cómics "Sandman" de Neil Gaiman.
La película de 2015 La Bruja adopta un enfoque diferente, retratando la comunión con el Diablo como preferible a una vida de monotonía y abuso para las adolescentes de la puritana Nueva Inglaterra.
Mientras tanto, el satanismo ha surgido como un movimiento secular. Según el Templo Satánico, sus miembros buscan “fomentar la benevolencia y la empatía” y “rechazar la autoridad tiránica” para proteger la separación de la iglesia y el estado.
Un mal cotidiano
Aún así, ni las representaciones narrativas comprensivas ni los movimientos seculares han disminuido completamente el poder de Satanás para perturbar la imaginación popular.
En una sociedad cada vez más dividida, el satanismo se ha convertido una vez más en una potente fuente de miedo. Internet está plagado de rumores sobre los supuestos orígenes satánicos de Halloween y los libros de "Harry Potter". Se pueden encontrar ecos del pánico satánico en el movimiento QAnon, que acusa a algunos políticos demócratas de una conspiración satánica para secuestrar y abusar sexualmente de niños.
La histeria expresada por grupos como QAnon es un ejemplo extremo de un impulso humano de larga data de etiquetar a quienes son temidos y odiados como personificaciones del mal. Al mismo tiempo, esta tendencia es una forma de comprender las horribles crueldades de este mundo y por qué las personas se hacen tanto daño entre sí.
➡️ Suscríbete a nuestro Newsletter y recibe las notas más relevantes en tu correo
Durante la emisión original de El Exorcista, muchos cuestionaron el impulso de encarnar todo el mal en una sola figura sobrenatural. En una entrevista de 1974 sobre la película con The New York Times, el sacerdote y psicólogo Eugene Kennedy señaló que es importante que las personas “[lleguemos] a un acuerdo con nuestra propia capacidad para el mal, no proyectarla sobre una fuerza externa que nos posee”.
Este sentimiento sigue siendo cierto hoy. Los actos cotidianos de maldad, pequeños y grandes, pueden ser fáciles de ignorar cuando se comparan con el llamado “mal puro” encarnado en el carácter de Satanás. No obstante, la fascinación cultural no disminuida por la figura de Satanás puede ser una forma de intentar comprender mejor el mal y por qué la gente lo elige con tanta frecuencia.
* Profesor Titular de Retórica, Universidad de Boston.