VENECIA. Despojado de su habitual estilo barroco, Paolo Sorrentino repartió emoción y ternura con Fue la mano de Dios, una película autobiográfica en la que confronta la tragedia que marcó su vida siendo adolescente, la muerte accidental de sus padres por una fuga de gas.
El título es un homenaje a Maradona, ídolo futbolístico del director de La gran belleza y protagonista involuntario del suceso, ya que los padres de Sorrentino (Nápoles, 1970) murieron durante una escapada de esquí a la que él prefirió no acudir para no perderse el partido del Nápoles en el que jugaba el astro argentino.
"Fue una época muy dolorosa", admitió en rueda de prensa el director. Sólo ahora, añadió, recién cumplidos los 50 años, encontró la madurez y la distancia adecuadas para poder contarlo de la mejor manera que sabe.
"Soy muy miedoso en la vida pero valiente en mis películas, supongo que es una forma de coraje diferente", señaló flanqueado por sus actores, Filippo Scotti, que encarna a su alter ego juvenil, su intérprete fetiche Toni Servillo, aquí convertido en su padre y Teresa Saponangelo, que hace de madre.
Fue la mano de Dios es una historia de transición a la edad adulta en la que, pese a todo, Sorrentino no renuncia a sus señas de identidad: el hedonismo, el humor, la melancolía y ese toque surrealista y exagerado que se entiende mejor conociendo a esa familia y esa ciudad de Nápoles en la que transcurre la historia.
"Obviamente una película tiene sus exigencias, no se trata de mi autobiografía, hay elementos que son verdad y otros que no, pero lo que es siempre verdadero son mis sentimientos o lo que yo recuerdo que sentí siendo un adolescente", expuso.
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Aunque estilísticamente sea su trabajo más sencillo, Fue la mano de Dios explica también la manera de entender el cine de Sorrentino y el origen de su vocación. "No me gusta la realidad, por eso quiero hacer cine", dice en el filme el protagonista, que se llama Fabietto.
Entre las referencias que sí son verdad destaca la aparición providencial en su vida de otro cineasta napolitano, Antonio Capuano de quien aprendió lo esencial del oficio: "La idea de que no hay película sin un conflicto que conduzca a la pacificación, de eso se trata el cine y eso me lo enseñó él".
Sobre el título, que alude a la explicación que Maradona dio de su mítico gol marcado con la mano, Sorrentino considera que es "una frase bellísima".
"Es paradójico que la dijera un futbolista porque es una gran metáfora, un emblema que tiene que ver con la suerte o la divinidad si crees en ella, yo creo en el poder semidivino de Maradona", afirmó.
Toni Servillo, protagonista de algunas de las películas más emblemáticas de Sorrentino, como La gran belleza, Il divo o Silvio y los otros, recordó la primera vez que acudieron juntos al festival, hace veinte años, para presentar su primer largometraje, El hombre de más. "Ya entonces me dijo que esperaba encontrar algún día la distancia adecuada para hacer esta película y cuando me dijo que quería que yo hiciera de su padre fue realmente emocionante", subrayó.
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Servillo y Saponangelo dan vida a una pareja vitalista, enamorada y con mucho sentido del humor, pero lejos de la idealización, con problemas. Sorrentino manifestó que sus guías en todo este proceso han sido deshacerse de lo no esencial para la historia y evitar el exceso de sentimentalismo.
Si hace 20 años llegó a Venecia de la mano de Toni Servillo en el arranque de su carrera cinematográfica, lo que espera de esta ocasión, dijo, tras entregar al público Fue la mano de Dios, es "que esto sea un nuevo principio".