En medio del duelo por la muerte de su padre, la bailarina y coreógrafa Claudia Lavista viajó a Jerusalem para hacer una residencia artística. Ahí, se comenzó a gestar Luz sonora, el espectáculo que estrena este sábado en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, como parte del Festival Internacional Cervantino.
"Pensé cómo podíamos honrar no solamente su música, sino su persona, su visión de la vida y decidí armar todo un proyecto interdisciplinar que integrara a diversos artistas; invité a otros tres coreógrafos, Víctor Manuel Ruiz, Melba Oliva y Raúl Tamez para que hiciéramos las cuatro piezas, al Ceprodac (Centro de Producción de Danza Contemporánea), para que le dieran vida, después se integró Aurelio Palomino en la iluminación, un cuarteto de cuerdas, el flautista Alejandro Esquer y Alexander Dame, que es cineasta, porque la pieza abre con una videodanza que filmamos en el desierto de Judea y la torre de David", dice Lavista a El Sol de México.
La directora de la compañía de danza Delfos agrega que el público verá una integración de visiones artísticas, convocadas por la música del fallecido compositor; se tomaron cuatro de los ocho cuartetos que escribió y una pieza para flauta, que cierra el espectáculo, que es una alegoría de la muerte, la pérdida y lo cíclico, a cargo de 40 intérpretes.
"Me importa mucho que otros coreógrafos trabajen con la música de mi padre, por eso invité a tres más a crear la pieza", dice Claudia Lavista, quien con Luz sonora encontró la forma de seguir manteniendo un vínculo artístico con su padre. Y es que, comparte, Mario Lavista tenía una frase que repetía a su familia: "Aquí se puede no comer ensalada, pero la cultura es a huevo".
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Su casa, recuerda, "siempre estaba llena de músicos, escritores, bailarines, gente de cine, porque mi papá perteneció a una generación de artistas interesados en encontrar otras formas expresivas".
Como artista, "cualquier duda que tenía, iba y le preguntaba, cualquier idea nueva que me surgía, se la platicaba y me llenaba de referencias, por ejemplo, cuando hicimos La consagración de la primavera, nos asesoró con partitura en mano para entender cómo estaba escrita esta pieza de Stravinsky; era mi gran faro de luz de todo lo que tenía que ver con mi trabajo artístico y como persona, tuvimos una relación y la seguimos teniendo de otra manera, sumamente cercana".