Por Ma. Esther Estrada M.A
Ámsterdam, Holanda. (OEM-Informex).- Mixtecas, aztecas, mayas, zapotecas y muchos otros pueblos que vivieron en Mesoamérica dejaron constancia de sus logros, avances culturales y científicos, creencias religiosas, ritos, ceremonias, cronologías y genealogías en innumerables documentos pictóricos.
Desgraciadamente la gran mayoría de estos códices prehispánicos, como se les conoce ahora, fueron destruidos por los conquistadores (cuando tomaron las “casas de libros” o “amoxcalli” donde se guardaban) y también por los frailes, pues los consideraban obras del demonio. A la fecha se conocen menos de 20 de estos documentos. Uno de ellos está en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México y el resto en universidades y colecciones europeas.
Su fragilidad impone retos
Al estar hechos principalmente en papel de amate o piel de venado y haber sido decorados con pigmentos vegetales, estas largas tiras dobladas son muy frágiles, y muy sensibles a la luz. Así que, ¿quiénes pueden verlos?, ¿cómo compartirlos no solo con los estudiosos sino también con el público en general?
El arqueólogo Ludo Snijders, quien está haciendo un doctorado en la Universidad de Leiden, se ha dedicado a investigar sobre los distintos pigmentos vegetales que se usaban en ese tiempo y ha logrado reproducir sus técnicas de elaboración. Sobre papel de amate y piel de venado tratados sin ningún químico, lleva meses copiando diversos códices con el objetivo de usar estas reconstrucciones para predecir el comportamiento de las tintas y buscar métodos para preservar mejor los manuscritos originales. Durante su trabajo de investigación conoció a Art Ness Proaño Gaibor, analista del color, quien trabaja con el Instituto para el Patrimonio Cultural (RCE por sus siglas en neerlandés) y también como investigador en distintos museos. Ambos estaban interesados en la producción de pigmentos a partir de la cochinilla (Dactylopiuscoccus), un insecto que se reproduce en las pencas de nopal y del que se obtiene un extracto de color rojo. A Snijders, quien aporta la investigación arqueológica, le interesaba para los códices; a Proaño, quien domina la alta tecnología, para estudiar las pinturas de Vincent van Gogh. Para fines de esta historia, lo importante es que llevan tiempo trabajando juntos en este proyecto, que está financiado por la Organización Holandesa para la Investigación Científica (NWO) a través del programa Science4Art (Ciencia para el arte). Trabajo de cara al público
Otro participante en este proyecto es el Museo de Etnología (Volkenkunde) de Holanda, que les asignó durante una semana un espacio en sus instalaciones para que el público en general pudiera verlos trabajar, preguntarles sobre sus investigaciones e incluso poner manos a la obra y pintar algunos dibujos sacados de los códices. Como me comentó Ludo Snijders, si la gente mira el códice en una vitrina le dedicará, cuando mucho, un minuto de atención, pero si se le involucra en el proceso y se le explica, esos conocimientos se le quedarán.
Tuve oportunidad de entrevistar a este arqueólogo, quien me habló sobre sus investigaciones en México, para familiarizarse con las distintas plantas y animales de las que nuestros indígenas obtenían los colorantes. Incluso me mostró un frasco con pétalos de Matlallin (Comelina coellestis Willd) que su mamá logró cultivar en su jardín aquí en Holanda y del que obtiene el mejor color azul para los códices y me contó sobre las dificultades que tuvo para conseguir el Zacatlaxcalli (Cuscuta americana), un pasto parásito de los árboles que se usa para el pigmento amarillo.
En las vitrinas pude ver dos de las reconstrucciones que ya terminó: el Tonalpouhqui (Vaticano B) y el Maya (Dresden). A él lo vi trabajando en el Selden (Oxford) y a su colega en el Ñuu Tnoo-Ndisi Nuu (Oxford). De su pluma saldrán también algunas muestras de colores que se someterán a pruebas de envejecimiento acelerado.
¿Y el contenido? Por supuesto que “el fondo” es importante, sostuvo Snijders, pero ya hay muchos estudios sobre ellos, algunos hechos incluso en la misma Universidad de Leiden. Donde él encontró una veta sin explorar fue en “la forma” y por eso eligió este tema. ¡Dibujos ocultos!
Ludo Snijders comenzó su investigación de doctorado en abril de 2012. En concreto estudia las pinturas y colorantes utilizados en Mesoamérica con la ayuda de técnicas de investigación no invasivas.
¿Por qué eligió principalmente el Códice Selden? Porque ese manuscrito mixteca (de la región de Jaltepec, Oaxaca) es un palimpsesto, es decir que tiene una capa de imágenes ocultas debajo de las actuales y pretende, en colaboración con la Universidad Tecnológica de Delft, el equipo MOLAB Italiano (Proyecto CARISMA UE), el Museo Volken kunde (Holanda) y los custodios del códice en la Biblioteca Bodleiana de Oxford, para recuperar la información iconográfica escondida en la capa más profunda.
Para ello están usando técnicas no invasivas que incluyen algunas basadas en rayos X (como XRF y XRD), ultravioleta e infrarrojos. A la fecha, los mejores resultados los han logrado con el dispositivo de imagen hiperespectral de la Biblioteca Bodleiana, aunque tienen muchas expectativas en lo que Tim Zaman (Universidad Tecnológica de Delft, Holanda) podrá hacer con las técnicas que está desarrollando (www.timzaman.nl).
¡Todavía queda tanto por descubrir! Esperaremos sus resultados a mediados de 2016.
Encuentra más información sobre este proyecto en: www.nwo.nl/en/research-and-results/research-projects/42/2300169042.html y en la página del propio aspirante a doctor: http://www.archaeology.leiden.edu/research/middle-america/staff/snijdersl.html Cualquier comentario relacionado con este artículo favor de dirigirlo a mestrada@elsoldemexico.com.mx