Fascinada por nuestro miedo generalizado a los cadáveres Caitlin Doughty ha recorrido buena parte del mundo para descubrir cómo se preocupan las distintas culturas por los muertos, un viaje global y envolvente en que tomó contacto con rituales funerarios convincentes y poderosos, en muchas casos casi desconocidos.
En Célebes Meridional, una zona rural de Indonesia, donde la gente pasa mucho tiempo con sus muertos, un hombre limpia y viste cuidadosamente el cuerpo momificado de su abuelo, que permanece en la casa de la familia durante dos años.
En Bolivia, las personas realizan ofrendas a las “ñatitas”, unos cráneos humanos ataviados con gorros de lana, cada uno con personalidad propia y un don especial, con la esperanza de que les concedan sus deseos.
En Tokio se celebra la ceremonia de kotsuage, en la que los familiares usan palillos para extraer los huesos de sus seres queridos de los restos de la cremación, consistentes en un esqueleto fragmentado pero completo, colocándolos en una urna.
Son algunos ejemplos de rituales descritos por la tanatopractora, activista y agitadora de la industria funeraria Caitlin Doughty (Hawai, EU, 1984) y recogidos en su libro De aquí a la eternidad, exquisitamente ilustrado por el artista de cómics Landis Blair (Waukegan, EU, 1983).
Doughty ha examinado diversas tradiciones, además del conocido y “espectacular desfile de flores, esqueletos, demonios y carrozas que se celebra anualmente con motivo del Día de los Muertos en México”, según lo describe la autora estadounidense.
Ella contempló fascinada en la capital mexicana “un esqueleto de cinco metros tocado con un bombín negro que fuma un cigarro, mientras se abalanza por la avenida Juárez, con sus largos y huesudos brazos haciendo aspavientos por encima de la multitud”.
Tras él, hombres y mujeres bailaban disfrazados de La Catrina, el emblemático esqueleto mexicano, mientras una nube de purpurina salía disparada de un cañón y una falange de guerreros aztecas daban vueltas en patines y la multitud, formada por decenas de miles de personas, vitoreaba y coreaba
CADÁVERES ENJAULADOS
La estadounidense señala que la editorial de guías de viaje más importante del mundo, Lonely Planet, incluye en su guía de la isla de Bali el cementerio de la localidad de Trunyan, cuyos vecinos tejen jaulas de bambú en las que dejan que los cadáveres se descompongan para sembrar el paisaje de los alrededores de pilas de huesos y calaveras.
Aunque “Lonely Planet recomienda al prudente viajero que esquive ese dantesco espectáculo”, lamenta Doughty, que en 2011 fundó el colectivo The Order of the Good Death , que propone abrazar nuestra mortalidad, considerar la muerte propia y ajena de una manera positiva, como algo natural, sin que genere tanta ansiedad.
Descontenta con la industria funeraria estadounidense Doughty abrió en 2015 una funeraria alternativa sin ánimo de lucro, Undertaking LA en Los Ángeles, (California, EU) donde reside, que ofrece cremaciones simples y económicas, y la posibilidad de ayudar a preparar el cuerpo del ser querido y estar presente en su incineración.
Según ha deducido Doughty de su “vuelta al mundo en busca de la buena muerte”, como define a su viaje de investigación, es probable que “las tradiciones funerarias más efectivas sean aquellas que permiten a los dolientes atender personalmente el cuerpo de los difuntos”, sugiere la autora.
TRADICIONES IMPACTANTES
Consultada sobre cuales son las tradiciones menos conocidas, pero impactantes, sobre la muerte en el continente americano, recuerda dos en especial.
“En América del Norte tuve la suerte de visitar la ˙única pira de cremación al aire libre en el mundo occidental. Está en Crestone, una pequeña ciudad de Colorado donde la muerte es una responsabilidad de la comunidad, que incluye hasta la cremación, y se celebra como un ritual público”, señala Doughty.
Es increíblemente hermoso ver el humo salir de un cuerpo que toda la comunidad ha envuelto y cómo se han reunido para presenciarlo
“En América del Sur, una de las tradiciones más inusuales y memorables son las ñatitas de Bolivia”, asegura Doughty explicando que se trata de cráneos humanos reales a los que los pobladores indígenas piden guía y favores, y a los que les traen ofrendas como flores, dinero, dulces y botellas de refresco.
“A cambio, las calaveras -algunas de las cuales fuman al colocárseles cigarrillos entre los dientes- ayudan en el romance, las finanzas y otros problemas de la vida”, relata.
“Como vengo de una cultura donde la muerte y el cadáver están ocultos, fue fascinante y gratificante ver la relación entre estos cráneos, cada uno con una personalidad única, y sus peticionarios”, recalca esta tanatopractora.