Por Erika Reyes
Pese a lo contradictorio que parece el “Día de Muertos”, en México celebra “la vida” de los que se nos adelantaron en el camino. Con esta fiesta se les honra con el pensamiento y el corazón pero también a través de elementos que demuestran a los difuntos que siempre estarán invitados a la mesa de los vivos.
Los altares con ofrenda de muertos son una costumbre mexicana que encanta a todos. No faltan en nuestros hogares. Muchos son sencillos pero muy significativos y ayudan a sentir una conexión con el difunto.
Hay familias que por tradición levantan altares monumentales formados por lo menos en tres niveles: cielo, tierra e inframundo, y también los hay de siete, que son los niveles que debe atravesar el alma para llegar al descanso o la paz espiritual. Los colores que predominan en ellos son el morado, que representa “la muerte”, y el amarillo, que representa “la vida”.
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Nuestros antepasados creían que el rumbo del alma de los difuntos era determinado por el tipo de muerte que se tenía, por eso los muertos eran enterrados con ofrendas que contenían dos tipos de objetos: los que en vida utilizó el muerto y los que podría necesitar en su camino al inframundo.
Para entender mejor esta celebración, Buena Vida te dice el significado de los elementos de la ofrenda del Día de Muertos.
Presencia de los cuatro elementos: aire, agua, tierra y fuego
Además, en las ofrendas se colocan:
Sal. Símbolo de purificación. Evita que el ánima se corrompa en su visita a la tierra. Se pone en un platito o se puede hacer la cruz de sal para representar los cuatro puntos cardinales.
Objetos personales. Para que el alma recuerde su paso por la vida se colocan prendas de vestir u objetos preferidos así como herramientas de trabajo. En caso de que el difunto sea un niño se le ponen sus juguetes favoritos.
Adornos religiosos. En la ofrenda figuran elementos católicos como resultado de la mezcla de nuestras tradiciones prehispánicas con las europeas, por eso vemos cruces, crucifijos, rosarios (pueden ser de cuentas, limas o tejocotes) y santos (el que veneraba el difunto en vida).
Otros elementos. Un metate, para que el ánima descanse del largo viaje. Escultura de un perro Xoloitzcuintle que ayudará a las almas a cruzar el río Itzcuintlan, primera dimensión para llegar al Mictlán (Lugar de los Muertos). Un par de huaraches para cruzar el río y la ropa que llevará puesta al regresar al mundo de los muertos.
Las celebraciones fuera de la ciudad
HUAQUECHULA
Este municipio es conocido por sus ofrendas monumentales. Está ubicado a una hora, en automóvil, de la ciudad de Puebla, en la región de Atlixco.
En la fiesta de Todos los Santos, Huaquechula se convierte en atracción turística ya que por tradición los familiares de las personas que perdieron a sus seres queridos durante el año levantan majestuosos altares en casa, para que la gente los visite.
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Estos altares son formados en niveles y llegan a alcanzar hasta tres metros de altura. Los anfitriones preparan chocolate y pan de la región, algunos ofrecen atole, tamales y hasta pozole, para convidar a los visitantes que se quedarán un rato a acompañarlos. Después hay que ir a la siguiente ofrenda. La tradición es visitar cada altar.
CHIGNAHUAPAN
Municipio ubicado en la sierra norte del estado, se encuentra a dos horas de la Angelópolis.
Aquí se celebra el “Festival de la Luz y la Vida”, que es una representación prehispánica del viaje de las almas al Mictlán y que tiene como escenario la laguna.
Al caer la noche, cientos de personas se reúnen en el zócalo del municipio y con antorcha encendida en mano hacen una peregrinación hacia la laguna. Al llegar ahí, son las antorchas las que iluminan el espectáculo.
Danzantes y actores de la comunidad realizan bailes prehispánicos. Calaveras con velas flotan sobre al agua, al centro de la laguna una pirámide representa el sitio donde inicia y concluye al viaje de los muertos.