El 12 de octubre de cada año se hacía una ceremonia. Se ocupaba de organizarla el maestro Fito, al que le gustaba hacer representaciones con los alumnos de la escuela primaria aquella: la inolvidable. Y escogía cuidadosamente a los alumnos que harían los distintos papeles de la obra.
”El descubrimiento de América” –lo que después se convertiría en “Encuentro de dos mundos”...
A los que serían los indígenas –la mayoría estábamos en papel— se nos pedía penacho de plumas–casi siempre de guajolote coloreadas con pinturas de agua--, descalzos –ejem, o si se era muy‘fifí’ con huaraches--; taparrabos –más ejem—; una capa con motivos prehispánicos a lo Supermán de la prehispania; el rostro pintado a lo “Toro sentado” y con algunos ‘codos de fraile’ en los tobillos para que al caminar hicieran como cascabel: chacs-chacs-chacs...
Lo de escoger a los marineros españoles era más difícil, según Fito. De todos modos no faltaban y con la ayuda de diamantina amarilla embadurnada en la cabeza ya daban el ancho. Tenían que venir vestidos a lo español: ya de soldados, casi siempre con armadura de cartón, con espada –de madera vestida de blanco platinado-; o bien con una chamarra y pantalón de paño, con gorrito café y una pluma al aire y cinturón ancho y hebilla a lo ‘Los alegres de Terán’.
Cristóbal Colón era el papel principal, aunque no hacía gran cosa: apenas venir en el barco con un estandarte y un mirar fijo ilusionado; con la mirada puesta en esa nueva tierra a la que llegó como sin darse cuenta... Pero con esa actitud beatífica de “¡hemos encontrado un nuevo mundo!”. Antes Rodrigo de Triana –que era el que se podía trepar al mástil del barco de cartón y papel—tenía que gritar: “¡Tierra... tierra a la vistaaaaa!”. Y todos los tripulantes asomaban la cabecilla sorprendida a la orilla de aquel barquichuelo de carrizos.
Había tres barcos –que hoy sabemos que eran la nao y las dos carabelas- que se veían a lo lejos entre las olas del mar que eran de papel de china azul y blanco y la tierra que era café y verde con motivos de colores: la tierra descubierta...el paraíso... el lugar sin límites.
Los demás niños nos miraban admirados. El privilegio de actuar con Fito era grande. Pero también porque aquello era una lección de historia en la que unos hombres ‘blancos y barbados’ venían de muy lejos para encontrar estas tierras en las que había unos hombres y mujeres que tenían culturas, religiones, formas de vida, ciencia, arte, medicina...Todo lo sabían aquí.
Pero lo mejor es que ni Fito ni ninguno de nuestros queridos maestros de entonces, nos inoculaban el odio de unos a otros. No había eso de que unos eran los malos y otros los buenos. A su manera los maestros nos enseñaban historia siguiendo el modelo de don Luis González y González: percibir aquellos hechos en sus propios términos; con gente de su tiempo y con acontecimientos que ocurrieron y que, por lo mismo, para bien o para mal, son parte de la historia de la humanidad, que es irreversible.
Lo que sí es que al término de la ‘obra’ nos aplaudían fuerte. Los niños y las niñas nos envidiaban, decían que era un privilegio hacer una obra con Fito; éste –Fito- se sentía el Franco Zefirelli de Oaxaca y recibía abrazos de los otros maestros y sobre todo de la directora de la escuela que le tenía en muy alta estima. Bueno... ejem... Y luego había limonada de naranja y quesadillas que eran de flor de calabaza.
En todo caso la idea era que recordáramos que el 12 de octubre de 1492 aparecieron en el mar Atlántico –el Mar Océano- tres barcos: dos carabelas: La Niña y La Pinta; y una nao, que era La Santa María, en la que venía el almirante genovés Cristóbal Colón.
Colón ideó pensó que la tierra no era tan grande y que surcando por el mar y hacia el poniente se podría llegar las Indias, en donde se conseguirían las especies y mercadería que podría llevar de regreso. Lo usual era bordear Europa y África para llegar a la meta, pero debido a guerras,distancia, bloqueos (algunos dicen que era la CNTE-S22) todo aquello se complicaba. Había intentado que el reino de Portugal le apoyara en su idea, pero no fue así; lo mandaron a volar, de tal forma que recurrió a los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, quienes más que ayudarlo económicamente, le dieron los permisos y facilitaron que pudiera contar con las naves para el viaje.
Pero el problema no sólo contar con las naves. También la tripulación y si bien en el Puerto de Palos de la Frontera –Huelva- aceptaron la entrega de las naves, los marineros no querían ir con un desconocido, como era Cristóbal Colón. Así que éste tuvo que acercarse a Martín Alonso Pinzón, que era muy conocido y respetado en el lugar, un líder natural que más tarde habría de solucionar un intento de motín durante el viaje.
Tanto Pinzón como sus hermanos “Los hermanos, Pinzón, eran unos marineros...”... acompañaron a Colón bajo condiciones de tipo económico. Así que, con unos noventa hombres distribuidos en los tres barquichuelos, salieron de ahí el 3 de agosto de 1492 para encontrar aquella ruta comercial ambicionada, aunque ‘espera, aun la nave del olvido no ha partido’ y esto porque, por una avería en el timón de La Pinta, se tuvieron que detener en las Islas Canarias de donde salieron al mar el 6 de septiembre de 1492.
Pero Fito no nos platicaba, tampoco, que durante la travesía hubo varios intentos de amotinamiento porque los marineros no veían claro, que, es decir, no veían tierra luego de semanas-semanas y semanas en donde lo único que tenían alrededor era el cielo, el mar y ellos en condiciones terribles...
Según el libro de don José Luis Martínez “Cruzar el Atlántico” lo hicieron en condiciones infrahumanas... Los tres barquillos eran muy pequeños, apenas para cien o 200 toneladas, que es el soporte de los pequeños barcos pesqueros de hoy.
Venían hacinados. Cada cual con su tarea precisa, pero con muchas carencias; dormían donde se podía, tomaban agua insalubre, comida salada todo el tiempo –que aumentaba la sed-; y ‘hacían’ colgaditos de las cuerdas, mirando al mar. El fastidio y la desesperación, además del temor a no llegar nunca, los tenía con los nervios de punta.
Y cómo no, mi querido maestro Fito, si el primer viaje de Colón y sus tres navíos duró dos meses y nueve días hasta que desde La Pinta, Rodrigo de Triana hizo el grito anhelado: “Tierra, tierra a la vistaaaaaaa”.
Fue el 12 de octubre de 1492 según el calendario Juliano (Introducido por Julio César en el año 46a. C. hasta 1582 que es sustituido por el Gregoriano, según el Papa Gregorio XIII –ejem-). Llegaron a una isla. Guanahani, hoy Bahamas. Los aborígenes Taínos que los vieron por primera vez eran habitantes de esa isla y según el informe de Colón Eran “hombres y mujeres bien hechos”de un color que no es blanco ni oscuro, ‘más bien cobrizo.’ Y eran gente buena. Y por aquella vieja confusión que no se corrigió en vida de Cristóbal les llamaron “indios”, por primera vez y la isla fue San Salvador, por aquello de ‘¿Y qué tal si no llegamos?’
Los marineros españoles siguieron luego a Cuba, bautizada como Juana y luego La Española, hoy Haití... De regreso a España lleva Colón pruebas de lo que encontraron ahí y se cargaron a diez indios, como muestra ante los Reyes Católicos de quiénes andaban por acá.
En parte el viaje había sido un fracaso porque no encontraron las especies ni mercancía comercializable, pero esto porque don Cristóbal no supo que se había encontrado con gente distinta a la buscada en un lugar muy lejano al que también buscaba.
Luego hizo otros tres viajes en los que conoció diversas islas y pisó tierra continental en lo que hoy es Honduras. Pero esas son otras honduras porque al final de cuentas a don Cristóbal, que consiguió el nombramiento de Almirante del Mar Océano, con todo y sus privilegios, luego sería denostado y desconocido por la misma Corona Española.
El 20 de mayo de 1506 murió Cristóbal Colón en Valladolid. Nunca supo que había encontrado la ‘tierra incógnita’, que luego sería “América” nada más porque el navegante florentino Américo Vespucio viajó acá dos veces: 1499 y 1502 y publicó sus apuntes pronto: por tanto se le atribuyó este nombre al continente: Ni siquiera se llamó Colón, o Colombia...
En todo caso Fito hizo lo que pocos: nos enseñó el respeto por unos y otros para entender los hechos en sus propios términos y en su circunstancia. Lo importante para él era lo que ocurrió y lo que ocurrió es que “Los hermanos Pinzón, eran unos... marineros...”