Es común que en la actualidad al hablar de exorcismos católicos lo primero que se venga a la mente sean películas de la cultura pop estadounidense como "El Exorcista". No obstante, hubo casos registrados por la Santa Inquisición que van más allá de una ficción de Hollywood, tal fue el caso de las monjas clarisas en el convento de Trujillo en Perú.
El exorcismo es un ritual católico que, en forma específica de oración, la Iglesia lo usa contra el poder del demonio. La Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos explica que hay ocasiones en las que una persona necesita protección contra el poder o influencia de un demonio o contra su dominio espiritual (posesión).
Hay casos registrados de esta práctica católica desde hace más de 400 años, como el enigmático caso de las monjas poseídas de Loudun en Francia y el caso de las monjas clarisas en el convento de Trujillo en Perú, ambos en el siglo XVII, considerado como el siglo del demonio o de las posesiones.
De acuerdo con el texto académico "Los demonios en el convento: el caso de las monjas clarisas de Trujillo, Perú" de Pablo Rodríguez Jiménez de la Universidad Nacional de Colombia. En el cual relata el caso de unas monjas poseídas por unas monjas en la época del Perú virreinal. Dicho hecho se dio en 1674, año en que dicho grupo de religiosas declararon estar poseídas por el demonio. El artículo retoma documentación del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Lima.
Rodríguez explica que durante el siglo XVI y XVII se les consideraron como la época dorada del demonio, esto probablemente ocasionado por la fractura del cristianismo por el protestantismo.
¿Cómo fue la posesión de las monjas del convento de Trujillo?
En dichos años se hizo común que los creyentes católicos acusaran al demonio de ser el culpable de todo tipo de tentaciones y actos que eran considerados como pecados por la iglesia, lo cual ocasionó un miedo generalizado al "demonio".
En noviembre de 1674 el comisario de Trujillo reportó un terrorífico caso de posesión colectiva en un monasterio al Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en Lima. Dicho informe relata que algo se había apoderado de los cuerpos de entre 23 y 26 monjas, Aunque Rodríguez señala que no se precisa si estaban “endemoniadas, maleficiadas o hechizadas”.
Ante tal proliferación del demonio en el convento, un padre comenzó con exorcismos que fueron bastantes prolongados y que no sirvieron de mucho para ayudar a las monjas "endemoniadas". Rodríguez explica que las monjas creían que se trataba de un reto de Dios mismo y que las posesiones respondían a un castigo divino debido a que éstas "pecaban por falta de humildad, sumisión y misericordia".
Rodríguez detalla que en dicha época se generalizó una sensación de culpa entre los creyentes, impulsado por el control de la iglesia católica.
Entre las poseídas estaba la monja Luisa Bénitez, quien habría tenido visiones que se relacionaban con el demonio, en estas veía serpientes con alas y grandes fauces o de sapos, gusanos, cangrejos, ratones, iguanas, toros y zorros, o de hombres negros con traje de lobo. Cabe mencionar que en aquellos años se relacionaba a la raza africana con el demonio.
Bénitez cambiaba constantemente de voz, otras monjas incluso vomitaron sabandijas y "animales horribles".
Los testimonios de Luisa Bénitez y de Ana Núñez enfocaron la atención del santo oficio, quienes relataron visiones de aspectos relacionados con el demonio como la sexualidad, demonios negros y serpientes. Ambas contaban con sentimientos de culpa, rabia, remordimiento, pudor y aflicción.
¿Quién fue el culpable de las posesiones en el convento de Trujillo?
Durante la época colonial era bastante común que las religiosas convivieran con indígenas y afroamericanos (esclavos o servidumbre), por lo que, durante la investigación del caso, un testimonio señalaba que recientemente un curandero había entrado al convento a atender a una monja enferma.
También se prestó atención a mujeres mulatas e indígenas que residían en el convento, pues existía la duda de su verdadera fe, más considerando que en aquella época era muy común ver hechicería africana. Incluso también hubo una versión sobre una novicia expulsada que habría hechizado el lugar como venganza.
Por lo que el curandero y las mujeres multas e indígenas se volvieron sospechosos de haber traído a un demonio.
El Santo Oficio de Lima señaló que ni Núñez ni Bénitez habían sido poseídas, pues más allá de sus visiones, no hablaron otro idioma ni revelaron secretos teológicos, por lo que se les señaló como "mujeres ilusas usadas por el demonio", pero no posesas.
Ambas fueron encarceladas y expulsadas de la orden religiosa, el caso fue enviado a Madrid pero nunca tuvo resolución, además no se supo qué fue de ambas mujeres tras su encarcelamiento.
Rodríguez explica que la intención de su texto no es sólo relatar los exorcismos de las monjas, sino mostrar, entre muchas otras cosas, los prejuicios coloniales sobre indígenas y africanos, a quienes señalaron e investigaron por las supuestas posesiones, pues dichas comunidades eran consideradas en múltiples ocasiones como "agentes del demonio".