Las diferencias entre Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, dos de los iniciadores de la guerra de Independencia, provocó que los insurgentes perdieran el apoyo de los altos políticos de la época que estaban a favor del movimiento.
El historiador y académico de la Universidad de Guanajuato, Elías Guzmán López, explica que aunque Hidalgo no tenía conocimientos militares, a diferencia de su compañero, quien desde muy joven dedicó su vida al estudio de las armas y la batalla, se decidió que quien debía dar la cara a los ciudadanos debía ser el sacerdote, aunque el control de la lucha la tendría Allende.
“El que iba a dar la cara para mover gente era Hidalgo, pero quien realmente tendría el control sería Allende, pero la gente siempre se fue con Hidalgo y lo nombraron jefe del ejército en Celaya, generalísimo se le dice, pero ahí empezaron las rivalidades”.
A esto se suma el que Allende no quería independizarse de España, solamente luchaba por la negociación de los derechos de los criollos en América, a diferencia de Hidalgo, quien sí buscaba independizarse de la corona española, lo que le ganó el mote de “El Padre de la Independencia”
Otra de las diferencias fue que Allende, al ser militar de carrera, buscaba una lucha con términos militares, mientras que Hidalgo se abalanzaba con pasión en compañía de las masas, uno de los factores que provocó una serie de saqueos y asesinatos luego de la toma de la Alhóndiga de Granaditas el 28 de septiembre de 1810.
Fue precisamente esta acción lo que le costó a los insurgentes perder el apoyo de aquellos personajes con un poder político que habían apoyado con dinero y armas al movimiento.
Este grupo de influyentes personajes fue conocido como Los Guadalupes, en cuyas filas se encontraban Andrés Quintana Roo y el propio Marqués de Rayas de Guanajuato capital.
Ya sin el apoyo de dicho grupo, fue difícil para el ejército insurgente tomar la Ciudad de México tras la batalla del Monte de las Cruces, pues no tendrían el respaldo de Los Guadalupes, por lo que decidieron dividirse, Hidalgo con dirección a Valladolid, donde tenía el apoyo de la gente, y Allende a Guanajuato.
La rivalidad entre ambos personajes llegó a tal grado que incluso Allende juró vengarse de Hidalgo por abandonarlo cuando Manuel Flon y Félix María Calleja atacaron y recuperaron Guanajuato, comenta Guzmán López.
“Algunos historiadores de la época mencionan que Allende ya hasta planeaba envenenar a Hidalgo, y pues si le dijo que lo abandonó, que lo dejó solo”.
Incluso, durante la Batalla del Puente de Calderón, el propio Allende tomó las riendas del ejército y prácticamente tomó a Hidalgo como su prisionero en la marcha hacia el norte del país, donde fueron detenidos por las fuerzas españolas en Acatita del Bajan para después ser fusilados