Un equipo de investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) estudian los restos óseos de una mujer hallada en la Tumba II en la zona arqueológica de Tingambato, en Michoacán, quien podría ser una joven de entre 16 y 19 años que se remonta del año 630 d.C. y podría ser de la elite de la sociedad de esa época.
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De acuerdo con un comunicado del INAH, los restos óseos de la mujer fueron hallados dentro de una cámara funeraria construida a cinco metros de profundidad, con fuertes paredes de piedra y un techo abovedado de lajas en sentido de espiral, donde fue inhumada con un ajuar compuesto por 19 mil 428 objetos de concha y lapidaria.
Alejandro Valdés Herrera, integrante del proyecto de investigación, precisó que los análisis osteológico y de ADN antiguo confirmaron que los restos óseos depositados en la Tumba II pertenecen a una joven mujer de entre 16 y 19 años. Su antigüedad se remonta hacia el año 630 d.C., de acuerdo con el análisis de colágeno por radiocarbono hecho en el Laboratorio de Espectrometría de Masas con Aceleradores de la UNAM, cuyo dato coincide con la etapa de mayor crecimiento de Tingambato, de 550 a 850 d.C.
El investigador detalla que, debido a la fragmentación y malas condiciones de conservación que presentaba el cráneo, se hizo una cuidadosa reconstrucción en el Laboratorio de Antropología Física del Centro INAH-Michoacán, a cargo del antropólogo Carlos Karam Tapia, donde se descubrió que la mujer presentaba deformación cefálica intencional, así como trabajos de modificación dental.
“Si bien estas modificaciones eran recurrentes en su tiempo, se asocian a ciertos grupos de la sociedad, lo que nos lleva a pensar que era parte de la élite local. Por otro lado, al analizar su dentadura observamos que las modificaciones no estaban desgastadas ni presentaban evidencias de uso, por lo que pudieron haber sido realizadas en un momento cercano a su muerte”, explica Valdés Herrera en el documento.
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A través de los estudios también se determinaron diversas paleopatologías, que indican que la mujer sufrió periodos de enfermedad como fiebre y un grado leve de desnutrición, aunque no parecen ser la causa de muerte.
También se determinó que los objetos sepultados con la mujer son parte de un ajuar funerario, el cual, por la cantidad y calidad de los objetos y por su temporalidad, se considera uno de los más importantes encontrados en el occidente mexicano, pues al analizar los 18 mil 601 elementos elaborados con conchas marinas, se determinó que la mayoría son de la especie Spondylus princeps, proveniente del Pacífico.
El pectoral que portaba la mujer, de la tradición de ropa enconchada, fue complementado con 10 anillos hechos también con concha, uno en cada dedo, y en los tobillos presentaba cuentas en forma cilíndrica de la especie Tripsycha tripsycha, así como cascabeles elaborados con caracoles marinos.
La investigación comenzó en 2011 cuando se descubrió la Tumba II en la Zona Arqueológica de Tingambato, en Michoacán, con los restos óseos de una mujer y más de 19 mil objetos asociados.
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Los análisis de tales materiales se retomaron en 2016, con el investigador del Centro INAH Michoacán, José Luis Punzo Díaz, como parte del Proyecto Arqueología y Paisaje del Área Centro–Sur de Michoacán.
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