Desde que abrió sus puertas (1990), ésta es una institución importantísima en el ámbito cultural a nivel mundial, ya que ahí se han llevado a cabo muchas exposiciones relevantes e innovadoras que han cambiado la historia del arte y han dado visibilidad a muchos artistas.
De inmediato Sofía puso manos a la obra aprovechando su vasta experiencia y amplia red de contactos que llega a todos los rincones del planeta. Y es que ha sido directora del Museo Tamayo de la Ciudad de México (2009-2010), comisaria - curadora de arte contemporáneo de la Colección Patricia Phelps de Cisneros (2011-2017) en Nueva York, directora artística y curadora en jefe de la 9a Bienal do Mercosul en Porto Alegre, Brasil en 2013, así como curadora invitada en diversos centros de arte en París, Nueva York y Buenos Aires, entre otros.
Es una mujer apasionada por el arte contemporáneo y comprometida con su vocación, que la ha llevado de su Mexicali natal (1975) a recorrer el mundo apoyando y promoviendo artistas que hoy están conectando a la sociedad con las distintas realidades y valores de nuestro entorno.
Un gran cambio que realizó Sofía ya como directora del WdW se da en la planta baja: la abrió al público, sin costo. Grandes ventanales conectan la calle con el interior, así que quien se sienta atraído puede entrar y ver las muestras temporales que ahí se exponen. Para empezar, unas sillas de bejuco, producidas en Oaxaca por el artesano Adrián López para el artista alemán Manuel Raeder, invitan a sentarse a leer y aprender.
Las primeras exhibiciones del WdW bajo su dirección estuvieron abiertas de mayo a agosto: Teresa Margolles (México) e Irene Kopelman (Argentina) con sendas exposiciones individuales, y Susana Mejía (Colombia), Pamela Rosenkranz (Suiza) y Anicka Yi (Corea del Sur-EUA) en una muestra colectiva. Para crear sus proyectos artísticos, todas combinaron el trabajo de campo con otros tipos de investigación plástica, técnica y bibliográfica.
Ahora están en preparación otras tres exposiciones, que se inaugurarán el 9 de septiembre. Sofía se ve como pez en el agua mientras supervisa el montaje y habla con los artistas. Su trato suave, pero conocedor, le ha ganado el respeto de su equipo de trabajo. Está feliz con este nuevo reto y disfruta de su vida en Holanda.