Desde muy chica, Fernanda Melchor aprendió que las promesas son una baratija. Atribuye ese aprendizaje a haber crecido con un padre alcohólico: un día hay esperanza de que las cosas cambien; al otro, la realidad.
"Es difícil dejarse llevar por la esperanza cuando creces en una familia disfuncional, porque siempre tienes la sensación de que tener esperanzas es algo malo, pues te hace soñar con cosas imposibles. Hoy ya nada me extraña. Suena horrible, pero así es. Siempre he sido bastante cínica", dice en entrevista con El Sol de México la que probablemente hoy sea la escritora mexicana más laureada.
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Ese cinismo es el que le ha permitido hablar sobre la violencia sin tantos tapujos ni clichés. Sabe que, en determinadas circunstancias, hasta el hombre más afable se convierte en bestia. Y en una bastante repulsiva. Tener nada o tenerlo todo: para ella, la violencia no conoce de estatus. Simplemente es. Sucede. Como el amor, los celos o la tristeza.
La violencia como rasgo ineludible de la condición humana es el eje de Páradais (2021, Literatura Random House), su nueva novela con la que, confiesa, cierra un ciclo que empezó con Falsa liebre, por allá de 2013. Tras años de hurgar en las madrigueras de los agresores, los violentos y los asesinos, ya se siente un poco cansada, porque "escribir a veces es explorar lo peor de ti". Y sí, desesperanza es lo que más se respira en este libro donde los deseos se convierten en vorágines violentas.
La palabra desilusión resulta natural para alguien que, como ella, nacida en 1982 entre la apatía de la generación X y la felicidad artificial de los millennials, creció escuchando a políticos que no se cansaban de prometer milagros y progresos.
"En la primaria me tocó aprender sobre la URSS y Yugoslavia para después enterarme que de nada había servido porque ya no existían. Me tocó vivir esta suerte de optimismo salinista donde ser niña implicaba creer que en el 2000 todo se solucionaría y seríamos felices, pero entonces llegó el 2000, me convertí en adolescente y me tocó creer que los grandes cambios llegarían con la transición democrática, para al final darme cuenta que estaba frente a otra gran decepción. Entonces me tocó el ataque a las Torres Gemelas y ver cómo un mundo se derrumbaba. Por eso mi generación es cínica y pesimista, porque hemos visto cómo los ideales que se fueron cristalizando durante un siglo se rompieron cuando a nosotros nos tocaba gozar de ellos", reflexiona.
La necesidad de ser sensibles
Una de las luchas cardinales de Fernanda Melchor es no perder la sensibilidad. Ni en sus libros ni en sus días. Una empresa francamente complicada, dice, en un país donde los muertos por balas llenan tres veces el Estadio Azteca. México: el país de las mujeres ultrajadas donde la justicia se entierra en fosas clandestinas.
"Lo que más nos lastima es la impunidad. Y la impunidad, siempre, engendra miedo". Quizás por eso —intuye— hoy nos dé pavor salir a la calle y ser asaltados. O perder nuestro trabajo. O contagiarnos de Covid con un sueldo que no alcanza ni para llenar de oxígeno la octava parte de nuestros pulmones. "Páradais habla sobre el miedo a esa incertidumbre: es la pesa-dilla de cualquier familia mexicana".
La también autora de la premiadísima Temporada de huracanes (2017) cree que el mayor riesgo de habitar en este limbo de justicia es la desensibilización ante la violencia. "Es preocupante la actitud apática que hemos tomado hacia los hechos más atroces. Con Páradais me interesaba volver otra vez repulsiva a la violencia".
Para escribirla, se inspiró en La Matosa, una comunidad cercana a Boca del Río —su pueblo natal—, donde los habitantes fueron desalojados para construir un fraccionamiento con campo de golf.
"Pensé que sólo podía ocurrir entre estos polos opuestos, además de que me inspiré en un montón de relatos que escuché cuando viví en Veracruz, de amigos o conocidos que acabaron involucrados en el narco a inicios de la década pasada, cuando Los Zetas controlaban la zona. Así surgieron los personajes de la novela, sobre todo Polo y Milton", comparte.
Un personaje que aparentemente lo tiene todo, muestra "que la violencia está presente incluso en las franjas más seguras de la sociedad"