A 220 años de su nacimiento, el 31 de enero de 1797, el compositor austriaco Franz Schubert, quien es considerado el último exponente de la composición clásica, se mantiene vigente a través de su lirismo romántico.
Fue el cuarto hijo sobreviviente del matrimonio entre el profesor Franz Theodore Schubert y su esposa Elisabeth. Eran 13 hermanos aunque 10 de ellos murieron al nacer y otro prematuramente; su madre falleció en su último parto, cuando el futuro compositor tenía apenas 15 años.
A Franz se le inculcó el amor por la música desde pequeño, tanto por parte de su padre como de su hermano mayor Ignaz, quienes lo guiaron en sus primeros pasos por el camino musical, señala el portal “buscabiografias.com”.
Aprendió rápidamente a tocar el violín y el piano, además de que era un excelente cantante, por lo cual, a los 11 años de edad la escuela de Stadtkonvikt lo recibió en su academia y coro. En esta institución tuvo como maestro al gran Antonio Salieri.
Su necesidad por comenzar a componer se hizo evidente y sus primeras piezas fueron interpretadas por la orquesta de discípulos del Stadtkonvikt, de la que él mismo era violinista.
En 1813 le cambió la voz y la institución le retiró la beca, por lo que comenzó a trabajar con su padre en la escuela donde era profesor, aunque Franz no tenía el menor interés en la pedagogía e insistió en seguir su camino en la música.
Poco tiempo después vieron la luz sus primeras obras maestras, como el lied “El rey de los elfos”, inspirado en un poema de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832), uno de sus escritores más frecuentados. Aunque Franz pensaba que podía ganarse la vida con la música, eso jamás sucedió.
En 1814 conoció a su primer amor, Therese Grob, y con el propósito de hacerse de los medios para poder enamorarla y tener el consentimiento de su padre para estar con ella, se dedicó a la ópera.
Buscó destacar en el ámbito operístico, a la par compuso obras como “Alfonso y la estrella” y “La guerra doméstica” que forman parte de este periodo casi desconocido de su vida, en el cual no consiguió el éxito deseado.
De acuerdo con el sitio “biografiasyvidas.com”, Schubert no destacó en la composición de óperas, pero sí en la de lieder (tipo de canción breve cuya letra es un poema al que se le ha puesto música), pues entre 1815 y 1816 compuso más de 150 lieders de calidad asombrosa.
El padre de Schubert consideraba que Franz no estaba siguiendo la vida correcta y deseaba que continuara por el camino de la pedagogía para algún día convertirse en profesor, pero su hijo jamás aceptó y eso causó serios conflictos entre ambos.
Tras abandonar su hogar, Franz nunca logró establecerse en un mismo lugar, su situación económica hasta el final de sus días fue precaria y por esa misma situación nunca tuvo una relación duradera ni descendencia; sus composiciones no fueron publicadas ni tampoco estrenadas ante un público.
El máximo alcance logrado por algunas de las composiciones de Schubert fue en las famosas reuniones privadas, “Schuberteadas”, en las que amigos como Johann Mayrhofer y Franz von Schober eran su principal público.
Años después, Schubert contrajo sífilis y un nuevo periodo creativo comenzó en su vida, en la que las experiencias salieron a flote en composiciones como “La doncella y la muerte” y “La bella molinera”. La enfermedad trastornó la vida del compositor y con vista deteriorada, sus gafas se volvieron indispensables.
El portal “biography.com” señala que hacia el final de sus días Schubert era desdichado, infeliz y su sed por el éxito se fue apagando.
Cansado y enfermo, Schubert había logrado conseguir suficiente dinero para por fin poder comprarse su propio piano y se mudó con él a casa de su hermano Ferdinand.
Con complicaciones de sífilis y gonorrea, en conjunto con una fiebre tifoidea, el cuerpo del compositor totalmente debilitado no pudo seguir enfrentando la enfermedad y finalmente falleció el 19 de noviembre de 1828, con apenas 31 años de edad. (Notimex)