Como una forma de volver al inicio de sí mismo, al germen no sólo del artista plástico sino del hombre que está convencido de seguir aprendiendo luego de más de seis décadas dedicadas al arte, Hersúa trabaja en una serie de esculturas de puertas solares que refieren al arco maya, a la cosmovisión prehispánica.
Por ello agradece haber sido galardonado con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 en el área de Bellas Artes, pues le permitirá dedicarse por tiempo completo a la investigación y diseño de las puertas que, afirmó en entrevista, son una oportunidad de cambio, de evolución, en un momento de mayor crisis en la humanidad.
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“Estoy en esta etapa de rectificar muchas cosas que uno tiene del pasado y plantearse que lo más importante es que estamos vivos. Estoy trabajando mucho con mis orígenes, con lo prehispánico, con la cultura maya. Yo tomo el arco maya que es singular a nivel mundial y lo convierto en el arco Hersúa, es mi raíz y estoy trabajando puertas solares o las puertas del sol que son obras bipartitas, porque somos dos siempre, uno se mira en el otro”, detalló el artista nacido en Ciudad Obregón, Sonora, en 1940.
Reconocido principalmente por su labor fundacional del Espacio Escultórico en Ciudad Universitaria, Hersúa se distingue por construir esculturas habitables. Obras que permiten al espectador experimentar el espacio artístico. Por ejemplo, la escultura de acero OVI (1986) que ocupa el jardín del Museo de Arte Moderno, pero el escultor asegura que tanto estas obras tempranas como las actuales tienen un objetivo: capturar la esencia del entorno y compartirlo con el espectador.
Pues el autor del Manifiesto sobre la función del arte, escrito en 1971, aseguró que el arte y el artista no tienen sentido de ser sin el otro, sin el espectador. Si uno no mira al otro entonces niega su propia existencia. Hersúa, no hace obra para sí mismo, sino para la gente de la calle que la puede transitar; en esa ecuación es que el escultor encuentra razón a su obra que, además, siempre ha llevado una carga de crítica política y social.
“El otro está en mí en el momento en que creo para él; yo trabajo para los demás, a la par trabajo para mí, pero mi idea es que la obra llegue al espectador y él la modifique porque toda obra tiene algo de nosotros, pero también algo que nos modifica, algo nuevo. Nosotros los artistas trabajamos para el hombre común, entonces no somos si ellos no son, si el que está enfrente de mí no me ve, nos estamos negando como seres vivos”, insistió.
Cómodo en el encierro que le permite centrarse en su labor, Hersúa también trabaja en un libro sobre la esencia de la escultura. Será una publicación editada por la FES Aragón en la que reflexiona sobre qué significa una obra tridimensional, qué hace una pieza de acero en un espacio público y la manera en que el público es partícipe de la transformación del entorno artístico.
“Escribo sobre cómo es que veo la escultura en el sentido de su capacidad para captar su espíritu, porque toda forma y todo ser tienen un espíritu el problema es que no sabemos tomarlo y hacerlo propio y como dice Nietzche todo lo que hagamos debe estar relacionado con la vida y tenemos que aprender a vivir”, reflexionó.
Hersúa es de los últimos artistas vivos que pertenecieron a la Generación de la Ruptura; trabajó con Manuel Felguérez, Federico Silva y Mathias Goeritz en obras que por un lado buscan insertar al espectador en una experiencia estética y, por otro, hacer crítica a los gobiernos. De hecho, el escultor participó en 1986 en una huelga de hambre para evitar la construcción de un hotel en el terreno que ocupó el Hotel Regis, fue encarcelado y el proyecto se canceló.
En 1969 fundó el primer grupo experimental llamado Arte Otro y expuso tres ambientes cerrados: Micro-macros, Psico cilindros y Ambiente inestable, en la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. En 1981, participó en la exposición colectiva en el Centro Pompidou, en París, Francia, y en 1982, en la exposición colectiva Horizonte 82 IBA-84 en Berlín, Alemania, entre otras exhibiciones en Italia, España, Estados Unidos y Cuba.
Hoy, Hersúa se ocupa más de aprender a vivir que de recordar lo vivido: “No hay nada más importante que la vida misma, y tenemos que aprender a saber vivir. Aprender que todo lo que tenemos alrededor es la naturaleza y es pura belleza. No hay dos árboles iguales, no hay plantas iguales, no hay dos hombres iguales. Y nosotros formamos parte de esa naturaleza”, concluyó.