“¡Qué bien que toca el Acapulco Tropical... Qué bien que toca el Acapulco Tropical..!” y al momento aquella música nos hace mover el esqueleto porque era el gusto pegajoso de música pegajosa para los latinos que a veces somos pegajosos.
Y porque hace alusión a un lugar sagrado, querido, recordado y muy maltratado por muchos, como es Acapulco y sus playas y sus restaurantes o merenderos, hoteles de cinco estrellas y hasta de un pico de estrella.
Acapulco nos toca a muchos en el recuerdo, aunque el presente sea distinto. Pero de los cambios de los hombres y del tiempo y las circunstancias ¿qué culpa tienen el mar y sus pescaditos? ¿Qué culpa tienen las olas interminables y ese mar azul y transparente? ¿Y esas playas que guardan secretos indescriptibles?
Y las horas interminables en las que, como niños, aunque lo fuéramos, recorríamos de ‘pe, a pa’ sus playas de arenas que son como pan molido, a la vista de sus palmeras a las que ya les tiraron sus cocos para venderlos: “Un coco-doh coco-treh coco”. Con algún licorcillo espirituoso o “compre su aceite de coco... compre su aceite de coco...”
Y cuando por horas nos sentábamos –y aún- a la orilla del mar de Acapulco para escuchar el graznido de las gaviotas, de los pájaros cantores de Viena, o el mismísimo ritmo de las olas que entonan canciones de amor. Y todo eso junto por unas horas, unos días... y el recuerdo de cuando Acapulco era el paraíso terrenal y nosotros los duendes en traje de rana, que lo habitábamos.
Conocí a Acapulco hace años ¿cuántos? “Me acuerdo-no me acuerdo...”. La primera de las playas a la que llegué fue la de Icacos. Por entonces era una base naval en la que hacían sus prácticas los jóvenes cadetes que serían luego marineros especializados en ‘soldadura autógena bajo el mar’... y otras técnicas de trabajo marítimo... Nos permitieron el acceso ese día, que todavía es hoy.
Fue la primera vez que vi al mar. No lo podía creer. Emocionado. Tanto que el abuelo me había leído sobre este lugar al que yo suponía conocer; y tanto que él mismo hubiera querido conocer: “Acapulco: te traigo estas flores”.
Luego de la primera emoción había lugares para todo. Desde la cena familiar en algún lugar al exterior con vista al mar, como también los yates Fiesta o Kennedy; o los ‘cabarets’, o hasta –aquí entre nos- lugares non-sanctos a la manera del “ Lugar sin límites” de José Donoso. “ La huerta”, por ejemplo. Y ahí andaba uno con los amigos, todos como muégano; como en peregrinación, en busca de la alegría, del jolgorio, del aquí me encuentro y al fin soy.
Acapulco tiene su buena historia y ha estado en la vida mexicana desde que se creó la tierra, el aire, el mar y los guachinanguitos, y las loras, y los robalitos fritos-doraditos con ajo y limón, arroz a un lado y una buena y rica cerveza helada para no tener que dar brincos.
A saber: ‘Acapulco –dicen algunos- significa “Lugar de Cañas” en náhuatl. Fue fundado por los indios Tlahica hace cerca de dos mil años. Durante la época colonial, Hernán Cortés escogió a Acapulco para construir ahí sus galeones.
‘En 1565 Fray Andrés de Urdaneta en su viaje de regreso de las Filipinas desembarcó en la Bahía de Acapulco, y fue el primero en navegar la ruta que se convertiría en la famosa Nao de China o Galeón de Filipinas, por más de 200 años. Llegaban productos de oriente, sedas, alimentos, especias, joyas... y hasta la famosa “China”, que luego sería “Poblana”.
‘El desembarco de las mercancías fue siempre una ocasión para celebrar con una feria de comercio, donde la mercancía era intercambiada por productos de España, México y Perú. Los piratas –porque desde entonces había piratería, aunque de otro tipo- comenzaron a detectar la riqueza de todas estas naves y en repetidas ocasiones atacaron la bahía.
Así que ‘Adrián Boot construyo el Fuerte de San Diego en 1617. En 1599 el rey Carlos II de España le dio a Acapulco la categoría de ciudad; en 1811, durante la guerra de independencia, nuestro José María Morelos y Pavón, el de “ Los sentimientos de la Nación” (no Vicente Guerrero) estuvo por ahí un tiempo en campaña y desde ahí siguió luego su lucha el “ Siervo de la Nación”.
‘Durante la intervención francesa, Acapulco fue considerado punto estratégico, aunque la marina permaneció ahí sólo tres días. El 27 de junio de 1873 se rebautizó al municipio con el nombre oficial de Acapulco de Juárez como homenaje al entonces recién fallecido expresidente Benito Juárez.
‘En 1927, se pavimentó el camino entre México y Acapulco para convertirlo en carretera y en 1928 se construyó un aeropuerto. Durante el gobierno de Miguel Alemán se le dio un gran impulso al puerto construyendo la Costera y dándole “glamour”. A la avenida principal le puso su nombre como marca de agua: “Costera Miguel Alemán.”
Desde finales de los cuarenta y hasta parte de los sesenta Acapulco tuvo una vida de terciopelo y oro. Como cuando de pronto las grandes estrellas del firmamento artístico –gulp-, descubrieron que era un lugar de bien estar, de descanso y solaz, de diversión y hasta de ‘lo que ocurre en Acapulco se queda en Acapulco’, que ahí fue donde se inventó la frase que escrituraron:
Johnny Weissmüller, Fran Sinatra, Dean Martin, Samy Davis Jr., que tanto promocionaron a “ La Perla del Pacífico”.
Por entonces lucían su palmito por sus playas Elizabeth Taylor, Debbie Reynolds, Rita Hayworth, así como Elvis Presley (en 1963 se filmó ahí “ Fun in Acapulco”), Orson Wells (ahí hizo “ La dama de Shangai” en 1947), Rock Hudson, Ronald Reagan, Errol Flynn, John Wayne. John F. Kennedy y Jackie pasaron su luna de miel en Acapulco.
Tom Jones, James Caan, Sean Connery en sus años Bond, Farrah Fawcett, George Hamilton, Richard Burton, Donna Summer, Gloria Gaynor, Kirk Douglas, Ava Gardner, Barry White, Elke Sommer, Roman Polansky, Sharon Tate y muchísimos más que con el pretexto de la famosa “ Reseña Internacional de Cine” que se llevaba a cabo cada año desde 1959 en el Fuerte de San Diego; en 1968 compartió con el DF y hasta 1971.
Quizá el más emblemático de los gustosos de Acapulco fue Johnny Weissmüller, quien se quedó impresionado desde que filmó “ Tarzán y las Sirenas", en 1948. Así que Tarzán decidió quedarse a vivir ahí construyendo su famosa “ Casa redonda” sobre un acantilado que mira de forma privilegiada a la bahía. Ahí vivió y ahí murió, y quiso quedarse ahí, siempre.
Pero también grandes artistas mexicanos hicieron de Acapulco su “nido de gaviotas”: A Pedro Infante le gustaba Acapulco. Ahí filmó escenas de “ El inocente”, con Silvia Pinal; Tin Tán hizo ahí una serie de películas como “Simbad el mareado” (1950), “El cofre del pirata” (1958), “Tintansón Crusoe” (1964) y más.
Pero también Acapulco ha sido inspiración musical. El romance, el amor, las ganas de todo se expresaban en “ María Bonita” que le hizo Agustín Lara a María Félix; Juan Gabriel también compuso ahí “ el más triste recuerdo de Acapulco...”, “ Todo me habla de amor, el cielo, las olas y el mar... en Acapulco” gritaba, digo, cantaba Raphael... Y tantos más.
Acapulco no pasa desapercibido. Antes por aquello de “ La perla del Pacífico” y su boom turístico que terminó. Ahora los visitantes son básicamente nacionales, y está bien.
Los de ‘extranjia’ ya no quieren venir a Acapulco porque han ocurrido hechos violentos un día sí, y otro también. Esto ha nublado aquellos soleados días de cara al mar. Y además porque la autoridad municipal ha permitido verter en el mar de Acapulco las porfiadas miserias de hoteles y cañería urbana.
Violencia, abusos, falta de actualización turística... Y tanto más ha terminado por minar lo que fuera la gloriosa vida de Acapulco, aunque, lo dicho:
El mar cadencioso y transparente sigue ahí; sigue ahí la expectativa de que todo habrá de pasar y de que, como siempre, Acapulco seguirá siendo el refugio de tantos que hoy mismo, en este momento, añoran “ la dicha inicua de perder el tiempo” a orillas del mar; de ese mar, el de Acapulco; nuestro muy querido Acapulco.
“Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches, María bonita, María del alma. Acuérdate que en la playa, con tus manitas, las estrellitas las enjuagabas... Y mientras yo te miraba, lo digo con sentimiento, mi pensamiento, me traicionaba” Mmmm... “Acapulco... Papagayo... ¡esto es vida, lo demás es limosna de la vida!”
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