Mazapán era un perrito callejero y era muy feliz. Nadie sabe de dónde vino y cómo es que apareció ahí, en las calles del Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca; y en particular frente a la emblemática iglesia de Santo Domingo.
Desde cachorro vagó y creció como pudo, como pueden todos esos perritos que vemos a un lado y que pasan desapercibidos porque no son de pedigrí; pero siempre por ahí... ¿por qué siempre ahí?... Esta pregunta aplica para luego entender a Mazapán.
Su vida canina transcurría como la de cualquier perro que vaga por el mundo sin aparente ton ni son, aunque están ahí, nos miran, nos olisquean y acompañan nuestra vida con sus pasos silenciosos, con su mirada triste, con sus orejas en punta o gachas y quizá hasta para ponerse al brinco cuando presagian peligro: “¡Sácate de aquí, perrooooo!”. Y va patada.
Mazapán, el perro ‘candelero’es de tamaño mediano, de raza indescifrable –‘eléctrico, se dice-. Es un perro guapo, con ojos alegres, de color café y amarillo-con blanco al pecho, el mismo que andaba por ahí, con sus amigos canes, por la calle como en “ El coloquio de los perros” de Cervantes... lo que le va bien a Mazapán porque es de carácter alegre, pero también apacible y evidentemente inteligente y al que “nomás le hace falta hablar”, dicen allá...
Y un día llegó el gran descubrimiento. Pocos daban crédito pero así era. ¿Cómo era posible eso?
Al haber nacido y crecido ahí, frente a Santo Domingo, que es el eje central de las fiestas oaxaqueñas, de sus calendas y efusivas expresiones de origen, hizo que Mazapán se aficionara a la fiesta, al gusto, a la alegría y, a diferencia de otros perros, a él no le amilana ni le daña el estruendo de los cohetes que por cientos, y de mil colores, estallan al paso de las frecuentes calendas.
Contagiado por tal ambiente, a Mazapán le dio por bailar. Si: Por bailar. Es un perro que sabe bailar al compás de la música que proviene de los cientos de bandas musicales que llegan ahí para celebrar toda fiesta: bautizos, comuniones, bodas, funerales y, por supuesto, velas y candelas: que son lo mismo y no.
Y en cuanto comienza la música, y las chinas de los Valles Centrales comienzan a bailar con sus canastos floridos en la cabeza y sus vestidos de satín en colores vivos, Mazapán brinca, gira, va, regresa, busca el ritmo y la compañía de las jóvenes que bailan con él, que lo entienden y le hacen compañía: ellas a él; él a ellas...
¡Mazapán brincaba imparable al compás de la música, al compás del movimiento de su pareja, al compás de las luces de mil colores, al compás del día o de la noche, al compás de su propia vida que ahí era otra porque Mazapán se había transformado... era feliz! ¡La locura!
Mazapán se volvió el perro más querido. El más admirado. Al que los oaxaqueños adoptaron para ser emblema de la fiesta hecha felicidad sin más que la pura felicidad.
Ver bailar a Mazapán se hizo obligado. Sacarle fotos y videos para él eran cosa frecuente, pero no era parte de sus preocupaciones: la suya era la de comer, dormir, vivir y bailar con todo el corazón, porque los perros mueven la cola desde el corazón, y Mazapán mueve el cuerpo entero porque todo él es corazón...
Pero un día..., lo de siempre, nunca falta el ‘pero’ que es la infelicidad. Apareció por ahí alguna asociación protectora de animales ¿cuál? Parece ser que una ‘Asociación protectora de animales’ o la que se llama “ Asociación civil Garras y Patas Conectando Amor”. Cualquiera. No importa...
La‘asociación protectora de animales’ decidió llevárselo “para protegerlo del maltrato”... ¿Cuál maltrato si todos lo querían-lo quieren? Pero bueno: sea: el maltrato. Y se lo llevaron. Y se presume que lo esterilizaron porque “es un perro de la calle” y por lo mismo, no debe tener descendencia. Y lo metieron a un hábitat protector de perros. Y luego lo adoptó (¿adoptó?) una familia, para que tuviera ‘casa-comida-sustento’ y la felicidad entendida como prisión.
Pero no felicidad... Porque a veces lo que es la felicidad para los humanos no necesariamente es la felicidad para los animales. Y por eso, como Dersú Uzalá, el personaje de Vladimir Arséniev, Mazapán, en silencio, muere de tristeza lejos de su propia casa, que es la calle; y, por lomismo, cuando podía se escapaba para ir a su espacio, a su modo de vida y a su la libertad.
Pero ahí van de nuevo, a recogerlo, para traerlo a una casa que no es su casa. A un mundo que no es su mundo. Y a unos modos que no son los suyos: Mazapán domesticado e infeliz.
Este año volvió a salir un poco, por la Guelaguetza. Y muchos quisieron estar con Mazapán, y había amigos-amigas-niños-niñas-fuegos artificiales-colores-música y hasta uno que otro funcionario aprovechado que quiso sacar raja política, como Abelardo Ruiz Acevedo, presidente municipal de la Villa de Mitla, que le endilgó una guayabera ‘con moñito para que se viera mejor’...
... Y Mazapán que es un pan de dulce de yema de huevo, como los de allá, lo permitió todo. Hasta esa humillación. Pero se la quitaron y al fin podría bailar. Y bailó un tanto. Alegre. Jovial. Feliz. Indescriptiblemente feliz como la felicidad que cada uno de nosotros quisiera para sí y que el perro ‘candelero’ tiene a raudales en esos momentos.
Y va de nuevo. Encerraron a Mazapán otra vez porque “podrían hacerle daño”; o porque podría ‘morder a alguien’. ¿Cuándo Mazapán ha mordido a alguien?... Y es que hace dos semanas, según la familia que lo tiene a su cargo y la asociación civil Garras y Patas Conectando Amor, personal de la Secretaría de Turismo les ordenó no sacar más a Mazapán durante las fiestas debido que “pone en riesgo a los participantes de las calendas al igual que a los asistentes.”: Mazapán villano.
Los responsables de Mazapán argumentaron que el “perrito se estresa demasiado con la cantidad de gente y los ruidos, por lo cual podría enfermarse.”: Mazapán débil y enfermizo.
Así que un particular pidió la protección de la justicia federal para un perro: Mazapán:
El jueves 18 de julio Rufino Guillermo Méndez presentó ante el Juez de Distrito en San Bartolo Coyotepec, una solicitud de amparo en contra de la decisión de la Secretaría de Turismo, toda vez que “se están violando los derechos del perro Mazapán al impedirle salir a las calles y participar en las calendas que se realizan en la capital, además de ser víctima de maltratos y golpes, por lo cual pide que se le deje en libertad”.
Si. Pero no. Resulta que el Poder Judicial de Oaxaca se encuentra de vacaciones y “será a su regreso cuando analice el caso y tome la determinación correspondiente.”: Mazapán en el banquillo.
Pues eso: según el periodista y abogado, Felipe Martínez López, si la ley ha establecido los Derechos individuales, y de ahí a los Derechos humanos, es justo que se pueda pasar, ya, al Derecho de los animales como seres vivientes, en donde deberá predominar su bienestar, su salud, su felicidad en su entorno propio, su seguridad. Ser sujeto de lo legal para que sean felices. ¿Es pedir mucho?
En todo caso sí se requiere cuidar a Mazapán. Pero en libertad. Y si el gobierno del estado se ha visto favorecido en turismo con el perrito café, pues entonces que se encargue de dejarlo en libertad, pero con vigilancia a distancia de tal modo que no puedan hacerle daño y si, dejarlo ser feliz...
Porque es eso. Los perros reproducen el alma humana cuando esa alma humana le es propia. Y los perros se convierten en el mejor amigo del hombre por encima del hombre mismo:
Cuando Ulises regresó a Ítaca, harapiento y decrépito luego de su larga travesía, es Argos, su perro fiel el único que en su propia decrepitud lo reconoce. Son sus últimos días y la espera había sido mucha, pero al fin ahí estaba su amo al que tenía reservados sus lamentos y su alegría... Eso pasó.
¿Y qué tal Hachiko? El perro japonés que esperaba cada día a la llegada de su amo en la estación de trenes para ir juntos a casa. Un día murió el maestro. No regresó. Pero Hachiko siguió ahí esperando. Esperó días-semanas-años: el amo no llegó; pero él espero, hasta su propia muerte. Eso pasó.
Y hay perros felices, también. En la vida-la literatura-y en la imaginación creativa. Pero Mazapán es sólo uno y Mazapán lo único que quiere, lo único que desea, lo único que espera es que lo dejen libre para ser él mismo, para ser feliz...
...Para bailar la danza de la libertad y la felicidad y la alegría y la del querer vivir eternamente bailando para sí, para los demás, para todos, porque es un perro y un perro así va a ir al cielo de los perros y, acaso como dijera Mark Twain: “El perro es un caballero; espero ir a su cielo, no al de los hombres”... Dejen, pues, libre-libre a Mazapán, y con esa libertad conseguiremos nuestra propia libertad.