De pronto, en ‘la sala de estar, de la casa’, en la penumbra de la tarde-noche, se oían suspiros, tosecillas dolorosas, pausas de silencio en los que se escuchaba el respirar contenido y algunos que otros snif del moqueo. Y de pronto un estremecimiento general... “¡Noooo..!”... ¡Algo pasa!
El recinto a obscuras apenas está iluminado por la luz de la pantalla de la televisión. En el ambiente hay contención y lamentos; hay sufrimiento frente al altar en el que se convertía aquel Admiral comprado ‘en abonos fáciles, sin enganche y sin fiador, con póliza y regulador’... Aquello era ‘un martirio sin cesar’. Estaban viendo “ La intrusa” (1964).
Y así era cada tarde entre el sector femenino del hogar. Para nosotros los hermanos eran de beis y para ellas la telenovela de las ocho de la noche que transmitía el canal 4 de televisión. Duraban media hora –o mucho menos- por la gran cantidad de comerciales, todos ellos dirigidos a la mujer de la casa: instrumentos de lavado, de cocina, jabón en polvo y su “Siga los tres movimientos de Fab: remoje-exprima-y-tienda”... Cantaban Las Tres Conchitas. Y esas sí, Michael Ende, hazte a un lado porque eran y son historias ‘interminables’.
Luego todos reíamos. Se dejaba la tele en lo que había mientras preparaban “algo” para cenar y comentaban los avatares de la mujer buena y aquella malvada que se enfrentaban porque, durante muchas horas y días y semanas, Luz María Aguilar desafiaba a Julissa, en tanto que José Elías Moreno y Manuel Calvo estaban en serios dilemas de amor.
Eran tardes de tele; aquel milagro humano que nos traía imágenes y que competía con la radio. Ahora se podía ver, en tanto que los programas o novelas radiofónicas se escuchaban y dejaban todo a la imaginación. Ahora la imagen era un descaro. Había sus pros y sus contras.
Por un lado, la radio permitía “escuchar, sin tener la vista fija” e imaginar mientras se hacían los quehaceres domésticos o laborales, uno podía oír la música, las entrevistas, los programas y las radionovelas sin “estar ahí, aplastado”, se decía.
En tanto que la tele nos permitía más convivencia familiar. Cercanos unos con otros, frente a la famosa pantalla de televisión que por entonces era ‘blanco y negro’, que tenía mal sonido por lo que el silencio era indispensable para poder entender lo que se decía, pero que una vez acostumbrados ya estaba todo listo para sentarse, todos, con un montón de naranjas, o mandarinas, mientras transcurrían los musicales y eso... las telenovelas... grrrr.
Desde el principio se pensó más en llevar el mensaje a las femeninas del hogar que son las más dispuestas a identificarse “con el dolor y pesar de las protagonistas”. Pero también eran objeto del deseo mercantil. Así, entre suspiro y suspiro les asestaban “En calidad y belleza Lovable es mejor... Lovableeeeeee...” (Brasieres... o corpiños... o como sea que sea).
Pero sobre todo jabón. Mucho jabón. Eternamente jabón... Y es así que fue la empresa que fabricaba Colgate-Palmolive la que patrocinó la primera telenovela hecha en México y que fue, nada más y nada menos que: “ Senda prohibida”. Fue en 1958. La escribió Fernanda Villeli y se transmitía de lunes a viernes, media hora.
“ Senda prohibida” fue protagonizada por Silvia Derbez, Rafael Banquells y Francisco Jambrina. Fueron varios capítulos en los que se quedaba el ‘ suspense’ para hacer que se siguiera cada día ‘la cadena de amargura’. Y eso: “¡Colgate-Palmolive, fabricantes de Fab, les desean cordialmente una feliz Navidad... una feliz Navidaaaaaad!”
Dado el éxito de esta primera serie, enseguida se grabó “ Gutierritos” (1959). En esta ocasión el personaje central era un hombre, empleado, silencioso y dócil que sufría los embates de su mujer, una malvada que le sacaba canas verdes, por autoritaria, ambiciosa, vanidosa, cruel y desalmada. Todo un éxito, pero también una seria reflexión: las mujeres prefieren historia de mujeres, en donde se puedan entender ellas en la pantalla. Y de ahí en adelante las telenovelas estarían marcadas por el eterno femenino.
Y también con una enorme carga demagógica: la pobreza de la mujer que lucha por su felicidad, frente a ricos “fufurufos” que son malvados, crueles, despiadados y sanguinarios. La lucha de quien tiene que hacer que su amor predomine –casi siempre de alguien de la casa en la que trabaja- en donde es humillada y ofendida por la ‘señora de la casa’ o la ‘hija vanidosa y creída’.
La novedad en el frente es que los aparatos de televisión comenzaron a venderse en México a finales de los cuarenta, pero sobre todo a principios de los cincuenta; sin embargo, es a partir de que aparecen las “Telenovelas” cuando surge una urgente necesidad de adquirir el “aparatejo ese”, con el que se podrían ver las historias desgarradoras y enigmáticas.
Ya no se tendrían que pagar los veinte o cuarenta centavos por programa, a la vecina que tuvo la fortuna de tener primero su televisión. Nada. Tener tele en casa no sólo era un motivo de alegría, sino que se adquiría ‘ estatus’: “¡Tiene televisión en su casa!”, decían las vecinas.
Y de ahí en adelante, como tortas de jamón se produjeron telenovelas. Tan sólo en ese 1959, Telesistema Mexicano, hoy Televisa, produjo: “ Cadenas de amor”; “ Cuidado con el ángel”; “ El precio del cielo”; “ Elisa”; “ Ha llegado un extraño”; “ Honrarás a los tuyos”; “ Mi esposa se divorcia” y, sobre todo otro súper éxito: La mujer terriblemente mala, ambiciosa, pueril: “ Teresa”, que no era otra que Maricruz Olvier... y “con la participación de: Luis Beristaín, Beatriz Aguirre, Alicia Montoya y Antonio Bravo entre otros grandes actores”.
En adelante la industria de la Telenovela se hizo un negocio redondo-cuadrado-triangular-circular: Las Minas del Rey Salomón eran apenas de pedacería comparadas con el gran negocio de hacer telenovelas, de crear estrellas, estrellitas y asteroides; de vender y vender al extranjero.
Como cuando se vendió “ Los ricos también lloran” que fue una largguíiiiisima historia producida por Televisa-Valentín Pimpstein en 1979... Y protagonizada por Verónica Castro y Rogelio Guerra, y del lado de los malvados Rocío Banquells.
Esta telenovela se exportó a 120 países y doblada a 25 idiomas y cuya historia tuvo varios orígenes pero esencialmente escrita por Inés Rodena basada para radionovela.
Y ahí la historia mil veces repetida: La mujer luchona, surgida de las entrañas de la pobreza y el abandono, consigue superar su condición para ser ella la triunfadora, no sin antes pasar las de Caín para casarse con el muchacho de la película. Nunca como en ese momento, la estrella Verónica Castro había alcanzado tan grande éxito.
Y qué tal el thriller “ Cuna de lobos” con la maldita Catalina Creel que no dejaba títere con cabeza en su maldad... tanta maldad junta en un ser humano era increíble. Y todo México la odiaba. En el mundo la odiaban. Era ella, la más cruel y sanguinaria de las mujeres crueles... ejem...
Y tantas muchas historias contadas en formato telenovela que ha evolucionado y en las que se tocan temas ahora de actualidad, algunas de ellas incluso, han caído en la subrepticia apología de la violencia criminal.
Pero ahí están. Son las telenovelas que siguen vigentes y que siguen gustando principalmente a las señoras, aunque los señores las miran mientras hacen que limpian los vasos de la vitrina.
Cientos de lágrimas derramadas por las telenovelas. Cientos de miles de millones de pesos derramados a las arcas de sus productores, que utilizan la emoción, el sentimiento, el llanto, el dolor, la inocencia, la ingenuidad y la maldad... los elementos básicos del carácter humano para construir historias sin fin.
“Te pasó lo que le pasa a la gente estúpida y ordinaria: Te enamoraste." ... "Tú no te puedes embarazar porque eres más estéril que una piedra." ( Catalina Creel-Cuna de Lobos). “¿Qué haces besando a la maldita lisiada?”... “¡Basurera, pepenadora, marginal!”... “¡Muerta de hambre, trepadora! (“ María la del barrio”). “Entre ser y no ser ¡Yo soy!” ... “Serías el hombre perfecto, si fueras rico” ( “Teresa”)... “¿Te vas a ir de mi casa o te vas a seguir arrastrando hasta que te perdone?” (“ Lo que la vida me robó”)... snif...
joelhsantiago@gmail.com
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