La pandemia y los recortes presupuestales tienen contra las cuerdas al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), un organismo que ha sido llamado “la gallina de los huevos de jade” por la importancia que tiene para el turismo, cuyas actividades generan el 8.7 por ciento del PIB nacional, de acuerdo con el Inegi
Los lastres que carga esta institución dirigida por Diego Prieto son varios: un déficit histórico de mil 200 millones de pesos, recortes presupuestales de 75 por ciento en gastos de operación, despidos de personal y cierre de museos y zonas arqueológicas debido a la pandemia de Covid-19.
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“Las afectaciones se han sentido en prácticamente todas las áreas del INAH. La crisis ha impactado en el desarrollo de proyectos de investigación, donde es notoria la disminución. También hay un problema serio en la conservación de los bienes muebles e inmuebles que son responsabilidad del instituto, como museos, zonas arqueológicas, bibliotecas o archivos. Y a todo eso habría que añadir los problemas en la infraestructura, la falta de mantenimiento a edificios, la impermeabilización, el drenaje y todo lo que tiene que ver con servicios básicos”, asegura en entrevista Bolfy Cottom, investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH.
Con base en la Ley Federal de Austeridad Republicana promulgada el 23 de abril, el gobierno recortó en 75 por ciento los gastos de operación de varios organismos, entre ellos el INAH. Este tijeretazo afectaría la operación de 194 zonas arqueológicas, 162 museos y 515 monumentos históricos del país, según ha alertado el Sindicato Nacional de Profesores de Investigación Científica y Docencia (SNPICD).
MÁS DE MIL MILLONES DE PESOS DE DÉFICIT
La situación ya era crítica para el INAH desde antes que comenzara la pandemia. En una carta enviada el 20 de mayo a la comunidad de investigadores y profesores, el director del INAH, Diego Prieto, reconoció que “el instituto viene arrastrando un déficit histórico que rebasa los mil millones de pesos, que tiene que ver con reglamentos, prestaciones y derechos de los trabajadores de base que no han sido debidamente autorizados por la Secretaría de Hacienda”. Una situación doblemente preocupante ante los recortes.
“Varios de los compañeros trabajadores eventuales han logrado que se les prorrogue el contrato, amén de las condiciones injustas que viven. Se habla de 700 o 710 trabajadores que han logrado ser contratados, pero una buena cantidad de ellos no fue recontratada. Ahí ya hay un impacto laboral”, dice el también ex secretario técnico del INAH.
Esos despidos van en contra de lo que se estableció en el decreto presidencial de la Ley de Austeridad, la cual establece que “no será despedido ningún trabajador, pero no habrá incremento de personal”.
El INAH advierte que está velando por los derechos de sus trabajadores: “A inicios de 2020 se emprendió un programa de regularización de la situación laboral del personal operativo de campo en zonas arqueológicas y museos, en beneficio de 250 trabajadores que estaban contratados como prestadores de servicios, algunos con más de 30 años de antigüedad, en condiciones precarias y de inestabilidad laboral”, según consta en un documento en poder de esta casa editorial.
NO SALEN LAS CUENTAS
Que el INAH trabaja a marchas forzadas no es un secreto. Los números hablan por sí mismos.
Aunque el instituto requiere de por lo menos cinco mil millones de pesos para funcionar correctamente, según información obtenida mediante Datos Abiertos del gobierno federal, sólo tiene mil 623 millones de pesos disponibles para utilizar en lo que resta del año.
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El presupuesto asignado al INAH para 2020 fue de tres mil 918 millones de pesos, cuatro punto siete por ciento más que en 2019, según lo establecido en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF), pero llegó el recorte.
“De por sí el presupuesto a la cultura ya era paupérrimo, pero quitar 75 por ciento ya son palabras mayores; muchos proyectos se quedarán sin viabilidad financiera e incluso se habla de que no alcanzará para cubrir la nómina”, observa el economista y director de The Competitive Intelligence Unit, Ernesto Piedras.
INSTITUCIÓN VULNERABLE
Aunque la crisis abarca a todo el sector cultural del país, el caso del INAH es más preocupante. En primera, se trata de una dependencia que tiene un déficit presupuestal desde hace 30 años. Y en segunda, por sus funciones constitucionales, está obligada a destinar grandes cantidades de dinero al mantenimiento de sitios arqueológicos, monumentos, archivos, bibliotecas, escuelas e iglesias, explica Piedras.
“Al sureste del país hay una gran cantidad de sitios arqueológicos identificados, pero que no son atendidos por falta de recursos. En Campeche, por ejemplo, sólo se ha sacado a la luz el 20 por ciento de las zonas arqueológicas: el resto está en medio de la selva o bajo tierra, a la intemperie, expuesto al saqueo, que es un problema real en nuestro país”, agrega el experto en industrias creativas.
Ante esta crisis, organismos internacionales como el Consejo Internacional de Sitios y Monumentos Capítulo México (ICOMOS) y la Société des Américanistes (Francia) han advertido sobre el riesgo que implica aplastar al INAH, al que describe como una de las instituciones culturales más importantes de América Latina.
“Como sociedad científica internacional dedicada hace más de un siglo al estudio y la defensa de los pueblos y las culturas indígenas, pasadas y presentes de las Américas, siempre hemos valorado los trabajos efectuados por nuestros colegas del INAH por su gran alcance. Por tanto, nos permitimos someter a su consideración que al INAH se le otorguen los medios necesarios para que siga cumpliendo con sus tareas imprescindibles en pro del pueblo de México”, señaló la Société des Américanistes en una misiva enviada al presidente de México en junio pasado.
Bajo esa misma línea, ICOMOS externó su preocupación por que esta drástica reducción presupuestal se traduzca en la disminución de los programas y proyectos que atañen a la conservación del patrimonio cultural que es la identidad de los mexicanos, así como en las diversas carencias en la formación de los cuadros de jóvenes necesarios para ese noble fin.
“Hay bienes muebles e inmuebles por restaurar, sobre todo aquellos que resultaron afectados por el sismo de 2017. Se ha avanzado en este tema, pero también es verdad que hoy estamos en medio de la incertidumbre”, dice Volfy Cottom.
La incertidumbre es tal, que en espacios como el Museo del Templo Mayor, el recorte presupuestal se aplicó a inicios de julio pasado y lo dejó con apenas 36 mil pesos. “En el caso específico del Proyecto del Templo Mayor, en enero-febrero se nos autorizó un presupuesto de 150 mil pesos anual para compra de toda clase de insumos (desde herramientas, productos químicos, de conservación, informática y papelería). Ahora lo modificaron y tendremos 36 mil pesos, que corresponde exactamente al mencionado 75 por ciento de recorte”, afirma Leonardo López Luján, director del Proyecto.
Mientras en la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM) la situación se repite. Liliana Giorguli, restauradora de la institución, precisa que al perder el 75 por ciento de los recursos, los proyectos de investigación, conservación y difusión quedarán frenados. Tan básico como que si no hay dinero para gasolina, los investigadores no podrán asistir a las comunidades para intervenciones in situ, o si no se adquieren materiales para los laboratorios, será imposible restaurar las obras y continuar con la enseñanza de los alumnos.
Giorguli aclara que el recorte aplica sólo al Capítulo 3000 y Capítulo 2000, que refieren a la compra de materiales y servicios; queda exento el Capítulo 1000 sobre los salarios de los trabajadores. “De todas formas si se afecta el presupuesto operativo nos limita, nos frena con los proyectos ya comprometidos no sólo para este año, sino inicios del próximo, no habrá ni utensilios de trabajo”.
AÚN CERRADOS, MUSEOS GENERAN GASTOS
Al estar cerrados a causa de la crisis sanitaria, los museos, archivos y zonas arqueológicas son incapaces de generar sus propios recursos, ya sea mediante la venta de entradas o de merchandising.
Por esta razón, el INAH ya se encuentra en pláticas con la Secretaría de Hacienda para tramitar una ampliación líquida del presupuesto para poder sobrevivir en lo que resta del año.
Según Cottom, esos “recursos autogenerados” de los museos o zonas arqueológicas adscritos al Instituto, permiten cubrir una parte, aunque sea mínima, del déficit presupuestario.
Sobre ese tema, en un documento interno, también en poder de El Sol de México, el INAH explica que el cierre de museos y zonas arqueológicas representa un ingreso menor a 500 millones de pesos.
“ Aunque no abran al público, los museos deben seguir operando: hay que destinar recursos para la custodia de los lugares, la vigilancia y el mantenimiento de las colecciones y los archivos. Muchas instalaciones requieren clima porque hay piezas o acervos muy delicados que deben preservarse en buen estado”, explica el antropólogo Cottom.
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La política de recortes a los presupuestos y cierres de todo tipo de espacios de difusión de la cultura del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, contrasta con lo que han hecho varios países europeos. Hace un mes, el gobierno británico anunció un plan de rescate de 2 mil millones de dólares para la reactivación de las industrias culturales y creativas, con lo cual podrán salir de la crisis cientos de teatros, galerías de arte, museos, salas de concierto, cines y academias.
“Vamos a contracorriente de lo que han hecho países como Alemania o Reino Unido, cuyos gobiernos han inyectado sumas importantes a sus sectores culturales. Pareciera que en México no se comprende aún la importancia que tiene este sector”, concluye Ernesto Piedras.
En tanto, la comunidad cultural sigue en la incertidumbre sobre el futuro de su quehacer. Más de 100 profesores e investigadores del INAH entregaron el 20 de mayo una carta al presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, y a la secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto, para solicitar que el Instituto quede exento del recorte presupuestal federal. Hasta el momento siguen en espera de una respuesta.
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