Tzadik: amar a Dios sin limitaciones o tentaciones materiales.
Su raíz es el concepto de caridad y vivir correctamente.
Convertirse en un instrumento de todos.
Hablar de John Zorn casi nunca implica la palabra caridad. Y tal vez después de 400 discos que ha producido precisamente en su sello discográfico llamado Tzadik, en un esquema de cooperativa artística, deberíamos revisar nuestro concepto de este fabuloso saxofonista.
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Originario de Nueva York, Zorn muy pronto se dio cuenta de que tenía que mezclar en su vida la música de sus padres con la de sus hermanos, que todo el día sonaba en su casa, y que transitaba desde Karlheinz Stockhausen hasta Glenn Miller pasando por Gyorgy Ligeti, la música de los más disparatados spaghetti western, su amor por las caricaturas y la obsesión por la numerología de Bruckner que lo obligó a aprender orquestación y contrapunto de forma autodidacta.
En su adolescencia descubrió el jazz libre de Anthony Braxton, por lo que decidió tomar el saxofón como instrumento solista, mezclando muy pronto todo lo que podía escuchar en la colección familiar.
Ahora que celebra 70 años de edad, ya consagrado como un pivote en la música experimental y asentado en su feudo neoyorquino, John Zorn ha provocado las más disímiles reacciones a su combinación de todos los géneros en muchos de sus discos, donde han colaborado desde Kronos Quartet hasta Bill Laswell, definiendo la postmodernidad auditiva como nadie a través de más de 100 colaboraciones.
Conocí a John Zorn en el famoso Knitting Factory junto a su grupo Masada, con quienes se enfrenta en una intrincada dinámica musical que transita gracias a la improvisación dirigida por cartulinas de colores (que indican el tono y el ritmo) además de indicar quién es el líder y quién propone el tema a improvisar en un imaginario colectivo que genera un compuesto auditivo grupal inmensamente gratificante, tanto para ellos como para el público sorprendido que siempre somos la otra parte de la mejor expresión de una obra abierta que tanto le gustaba a Julio Cortazar.
Religioso hasta el límite de no bañarse y de no utilizar ningún aparato electrónico en sus fiestas judías, John Zorn emana una poderosa áurea espiritual y si no fuera por su inmenso talento como músico, seguro sería considerado casi como una figura mística, como un asceta que vive en su pequeño departamento de Greenwich Village y que esconde una mente prodigiosa detrás de unos simples anteojos negros de pasta.
Durante este fin de semana cambiamos un poco durante dos horas y media, en comunión con el rito pagano de compartir la vida en notas musicales sin categorías sosas de free jazz o música concreta
El artista se presentó este 2 y 3 de diciembre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, con dos sets diferentes y acompañado por sus compañeros de New Masada Quartet: Julian Lage en la guitarra, Jorge Roeder en el bajo y Kenny Wollesen en la batería; además de Simulacrum, integrado por John Medeski en el órgano, Matt Hollenberg en la guitarra y Kenny Grohowski en la batería.
Cualquier reseña de un concierto de John Zorn puede manosear al lenguaje mencionando los conceptos de emoción, vibrar, aventuras, etcétera, pero el lenguaje no alcanza para describir la dinámica creativa y la transformación en cada uno de nosotros que durante este fin de semana cambiamos un poco durante dos horas y media, en comunión con un rito pagano de compartir la vida en notas musicales sin categorías sosas de free jazz o música concreta.
John Zorn cumple 70 años, y nosotros nos hicimos más viejos y más jóvenes escuchándolo y celebrando el increíble milagro de la música cuando se ejecuta con cerebro y corazón, algo muy difícil de encontrar y tan difícil como la caridad, porque John Zorn nos da todo lo que ha aprendido, más el invaluable olfato del presente, aderezado de su íntima creatividad expresada en su más alta capacidad de comunicación, que al final, resulta un acto de dar todo: caridad, Tzadik.
Su nuevo LP, Parrhesiastes
En el universo sonoro de John Zorn existen varios compartimentos muy específicos que suenan muy diferentes como Masada, Painkiller, Naked City o Moonchild, nombres de los cuales tal vez no tengamos una descripción clara, pero que forman parte del ejercicio posmoderno de este creativo saxofonista.
Ahora nos visita con Chaos Magick, cuyo quinto disco reduce en tres largas composiciones/construcciones una idea musical que va desde el más divertido funk hasta la música concreta, pasando por una indudable capacidad narrativa como si escucharemos a Martin Amis, Jorge Luis Borges y Ludwig Wittgenstein en el mismo cuento.
Y es en ese Aleph Sónico que John Zorn se encuentra con sus fans, quienes miramos del otro lado del cristal obsesionados por reencontrar la ruta de la felicidad, pero respirando desesperación, tensión, amor infantil y toda la gama del abanico sentimental que la música y el cerebro pueden generar.
Parrhesiastes puede sonar pedante pero les aseguro que toda la línea musical de John Zorn es precisamente lo contrario, ya que sólo toma referencias para anclarse en este mundo y darle una superficie lógica y suficientemente fuerte como para no convertirse en el santo ascético que el mundo lo puede considerar debido a sus devaneos con lo espiritual y lo místico.
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Acompañado de Brian Marsella en los teclados Fender Rhodes, John Medeski en el órgano, Kenny Grochowski en la batería y Matt Hollenberg en la guitarra, esta particular asociación ha logrado en su rendición en vivo no sólo mejorar el engranaje del disco, sino compartido una serie de improvisaciones alegóricas en sus conciertos en la Ciudad de México que difícilmente podremos encontrar nuevamente en cualquier banda con cualquier músico.
Dense una oportunidad y cambien su vida escuchando Parrhesiastes de John Zorn.
* Agradecemos las notas extra de Frank Ramirez para la reseña del concierto.