La historia de bronce, a juicio

En plena pandemia, una ola revisionista somete a juicio a la historia oficial, esa que se cuenta a través de los monumentos oficiales

Israel Zamarrón | El Sol de México

  · viernes 26 de junio de 2020

Foto Roberto Hernández | El Sol de México

Hay personajes que no quisieron estar y sin embargo están. Hay otros que no deberían estar y sus monumentos siguen de pie. En plena pandemia, una ola revisionista somete a juicio a la historia oficial, esa que se cuenta a través de los monumentos oficiales

“México feminicida”. Esa frase escandalizó a la sociedad capitalina la tarde del 16 de agosto de 2019. No tanto por representar el grito de rabia de miles de mujeres que sufren la violencia machista en todo el país, sino porque fue escrita —durante una protesta feminista— con aerosol negro en el pedestal de la Columna de la Independencia, monumento insigna de la Ciudad de México.

Este hecho polarizó a la opinión pública. De un lado estaban los que consideraron la pinta como un atentado al patrimonio y la memoria histórica. Del otro los que vieron en ello un acto de reapropiación de los monumentos como amplificadores de demandas ciudadanas. Se abría así un debate sobre el significado actual de los monumentos y la necesidad de resignificarlos.

“Las estatuas son héroes para siempre”, afirma un radioescucha para ganarse un pavo congelado en la película Vivir mata (2002) —dirigida por Nicolás Echevarría, con guion de Juan Villoro—. Dieciocho años después, esa frase se cae junto con decenas de estatuas en todo el mundo. Las protestas antirracistas han despojado a los monumentos de ese manto que les daba una condición de incuestionables, de inamovibles.

En plena pandemia, una ola revisionista somete a juicio a la historia de bronce, esa que se cuenta a través de los monumentos oficiales. Tras el asesinato del afroamericano George Floyd a manos de un policía blanco en Minnesota, Estados Unidos, se han derribado estatuas de esclavistas y conquistadores en Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica y Nueva Zelanda, pero también en Chile durante el estallido social del año pasado.

Foto Roberto Hernández | El Sol de México

Valor simbólico o artístico

Para Sofía Riojas Paz, vocera de Restauradoras con glitter —una colectiva que surgió tras las pintas feministas en la Victoria alada— lo que está sucediendo ahora con las estatuas de los esclavistas o con la de Cristóbal Colón representa una posibilidad de rearmar una nueva narrativa en la que no se venere al opresor.

“La ciudadanía busca reapropiarse de estos símbolos y derrocarlos. Hay casos en los que son muy claras las razones del por qué. Incluso llegamos tarde a derribarlas”, comenta.

Para ella, egresada de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRyM), estas intervenciones buscan “interpelar el discurso hegemónico y los valores que han prevalecido hasta ahora a través de estos bienes, que siempre nos han dicho que son importantes porque nos generan identidad y que no cuestionamos”.

Foto Roberto Hernández | El Sol de México

Al otro lado del teléfono se pregunta si no es necesario ya analizar la permanencia de las estatuas de los conquistadores españoles Francisco de Montejo y su hijo, ubicadas en un paseo que lleva su nombre en Mérida, la capital de Yucatán.

El investigador en patrimonio cultural, Alejandro Zayas señala que las intervenciones recientes en estatuas y monumentos son resultado “del desprecio por las instituciones, materializadas en los monumentos de bronce y piedra, mármol o cantera. Para quienes destruyen estos monumentos, es la forma más visible de mostrar inconformidad contra la autoridad. La historia de bronce representa a lo más vetusto y rancio, y por ende es ‘lo que hay que destruir’, según su criterio”.

Foto: Cuartoscuro

De esta manera un monumento puede perder su valor simbólico, dejar de representar algo para la sociedad, pero mantiene su valor artístico, dice y se explica: “son considerados monumentos por su importancia artística, su belleza estética y por lo que representan. Por citar algo, El Caballito, en su momento, representó al poder del Monarca (Carlos IV) y su valor iba más allá de su maravillosa fundición. Hoy que perdió su valor simbólico, (pero) el valor artístico se sobrepone al simbólico, sin duda alguna”.

Desahogos de historia

Hace casi 28 años lo que hoy se ve en ciudades de Europa y Estados Unidos tuvo lugar en Chiapas. El 12 de octubre de 1992, cinco siglos después de que Cristóbal Colón llegara a lo que hoy conocemos como América, la estatua del conquistador español Diego de Mazariegos —fundador de la ciudad de San Cristóbal de las Casas— fue derribada por grupos indígenas. En la misma ciudad, un año y dos meses después el mundo vio nacer al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

Ese mismo día, pero en la Ciudad de México, grupos indígenas y punks intentaron derribar la estatua de Cristóbal Colón en el Paseo de la Reforma en el marco de “la larga noche de los 500 años”. No tuvieron éxito. La estatua sigue ahí, 143 años después de que fuera colocada, pero eso sí, en cada marcha es intervenida con pintas o cubierta por pintura roja que simboliza la sangre derramada por los indígenas mexicanos. El otro monumento a Colón, localizado en Buenavista y Héroes Ferrocarrileros, en la colonia Buenavista, ha tenido mejor trato.

Foto: Cuartoscuro

El monumento de Paseo de la Reforma lleva en su sitio casi un siglo y medio. Fue colocado en junio de 1877. En su libro México pintoresco, artístico y monumental (1882) Manuel Rivera Cambas detalla su origen: el señor Antonio Escandón, “uno de los grandes capitalistas de esta ciudad”, residiendo en París, Francia, encargó en 1873 a “Mr. Charles Cordier, uno de los escultores más acreditados en aquella capital, la ejecución del monumento”.

La obra estuvo expuesta al público en el Palacio de la Industria, en París, y desembarcó en Veracruz en diciembre de 1875. “La piedra de que está formado es jaspe ruso, importada de Rusia a París, expresamente para el monumento, que, no obstante su importación, estuvo en las bodegas de la estación Buenavista casi dos años”. Se pensó ubicarla en la plazuela de Santo Domingo y en Buenavista, pero finalmente se colocó en su sitio actual.

¿Resignificar la historia?

El sector que no aprueba las intervenciones que se hacen en las estatuas suele defender y destacar su valor artístico, su condición de obra de arte. Sin embargo, para Karen Landa Elorduy, quien cuenta con estudios en Restauración y en Museología por la ENCRyM del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), hoy tiene más peso el valor simbólico de los monumentos, de ahí que se dé este proceso de resignificación de las estatuas en todo el mundo.

Con las protestas recientes, dice, queda demostrado que “si alguien quiere reclamar algo, donde tiene que atacar es ahí (en el patrimonio) porque ahí sí va a reaccionar la gente. Mi opinión como restauradora es que creo que está bien que haya un diálogo de la gente a través de los monumentos”. Con larga experiencia en la conservación, no cree que la opinión pública defienda los monumentos que son pintados por su interés en los mismos, sino más bien por una crítica subterránea hacia la protesta social.

Foto Roberto Hernández | El Sol de México

Si en verdad importara la conservación del patrimonio, la indignación social por el recorte del 75 por ciento al presupuesto del INAH sería igual a la de las pintas en El Ángel , lamenta en entrevista telefónica.

La arquitecta y fundadora de Fomento Universal para la Difusión Arquitectónica de México A.C. (FundarqMX), María Bustamante Harfush comenta por su parte que un monumento es el símbolo que da memoria de un hecho histórico, sea bueno o malo. “Obviamente la sociedad se inclina siempre por engrandecer hechos honorables, que exalten la victoria en una guerra, la fundación de una ciudad, el conocimiento o la generosidad otorgada a la humanidad por un personaje”.

Sin embargo, señala que también existen innumerables monumentos para conmemorar lamentables acontecimientos como el gran incendio de la ciudad de Londres, que devastó esta urbe, los memoriales al Holocausto en Italia o Alemania o el Monumento a los Mártires de Tacubaya en la Ciudad de México.

“El querer retirar un monumento años, décadas o siglos después denota una incomprensión del tiempo histórico por el cual ha transcurrido la humanidad”, añade vía correo electrónico la también vicepresidenta del Colegio de Cronistas de la Ciudad de México.

Foto Roberto Hernández | El Sol de México

Rogelio García-Mora Pinto, arquitecto por la Universidad Iberoamericana y maestro en Restauración y Conservación por la UNAM apunta que las intervenciones en los monumentos han sido parte del “curso de la historia y no podemos asustarnos porque los hayan tumbado o demolido o que tomen incluso discursos diferentes, porque la sociedad se mueve”.

“Yo no voy a hacer un grafiti en el cuarto de mi casa, si me voy a manifestar porque creo que los periodistas son asesinados, pues lo voy a manifestar en la plaza pública y lo voy a pintar o lo voy a colgar en los símbolos del Poder que son los monumentos, que son los discursos públicos”, se aventura y bajo esa lógica destaca la importancia de los monumentos ciudadanos que se han instalado en Reforma y avenida Juárez, que rescatan la memoria no oficial, esa que los gobiernos no plasmarían en su historia de bronce.

“El objetivo de los monumentos en gran medida es que constantemente tengas presente ese discurso en tu cabeza. En ese sentido el pasar enfrente del monumento de los 43 se trata de decir que durante el gobierno de Enrique Peña Nieto desaparecieron 43 estudiantes normalistas y no pasó nada”, asevera García-Mora Pinto.

Casos mexicanos

En México ha habido decenas de casos en los que se remueven o reubican monumentos que son rechazados por una amplia mayoría ciudadana. Está el caso de la estatua de Miguel Alemán que se instaló en 1952 en Ciudad Universitaria y que fue dinamitada en dos ocasiones: una en 1966 y otra tres años después. Más reciente, en 2018, se retiraron las placas que aludían al expresidente Gustavo Díaz Ordaz como quien inauguró la Línea 1 del Metro de la Ciudad de México.

Un caso particular ocurrió en 2013 con el retiro de la estatua del expresidente de la República de Azerbaiyán, Heydar Aliyev, de la Plaza de la Amistad en Paseo de la Reforma casi esquina con el circuito Gandhi. La efigie fue donada por el gobierno de aquel país y se instaló en los últimos días del gobierno de Marcelo Ebrard, hoy canciller de México.

Foto: Cuartoscuro

Un grupo de ciudadanos investigó quién era el personaje al que se ensalzaba y descubrieron que estuvo vinculado con casos de abuso de poder en su país. El gobierno entrante de Miguel Ángel Mancera conformó una comisión de notables para analizar el caso, la cual resolvió que la escultura de bronce fuera removida. Hoy está guardada en una bodega del 143 de la calle Aquiles Elorduy, en la colonia Recreo, Azcapotzalco y pocos la recuerdan.

Figuras polémicas a las que se elogia en el espacio público con el nombre de una calle, un monumento o una estatua quedan muchas, pero han resistido los esfuerzos ciudadanos que piden su retiro. En la sede nacional del PRI, en la colonia Buenavista, una estatua de Fidel Velázquez puede ser observada en la explanada principal. En Ciudad Serdán, Puebla el expresidente Díaz Ordaz tiene un monumento. El sismo del 19 de septiembre de 2017 lo dejó manco, pero el resto de su cuerpo sigue intacto. En Irapuato, el boulevard principal también lleva el nombre de este polémico exmandatario.

Foto: Cuartoscuro

Contrario a las figuras políticas, hay escritores e intelectuales que lo último que hubiesen deseado es una representación suya en el espacio público. Renato Leduc fue uno de ellos. Él argüía que las estatuas y los monumentos solo sirven para que los meen los perros y los caguen las palomas . Sin embargo, sus palabras fueron echadas en saco roto: una plaza pública lleva su nombre y su busto en la esquina de Valentín Gómez Farías e Insurgentes, en la Colonia San Rafael.

Foto Roberto Hernández | El Sol de México

Hay personajes que no quisieron estar en la historia de bronce, y sin embargo están. Hay otros que a ojos de la ciudadanía no deberían estar porque cometieron actos de injusticia, y sus monumentos siguen de pie. Hoy el enojo de las calles hizo eco en las oficinas gubernamentales y las estatuas y monumentos están en un proceso de revisión global.

En Estados Unidos muchas esculturas se retirarán para evitar que sean dañadas en protestas y se analizará su permanencia o reubicación. En Londres se formó una Comisión para la Diversidad en los Espacios Públicos con la misma finalidad. La ola revisionista empieza a incidir.

Foto Roberto Hernández | El Sol de México

Algunos ejemplos

-Cristóbal Colón, descubridor de América

En Boston (Massachusetts) fue decapitada en una protesta y luego retirada por el gobierno.

En California se acordó su retiro oficial del Capitolio (después de 132 años de estar ahí) y del Discovery Park para evitar daños.

En Minnesota fue derribada durante una protesta.

En Ohio, Delaware, Connecticut y New Jersey se decidió retirarla para evitar daños.

-Thomas Jefferson, precursor de la independencia de EU

Su estatua fue derriba en Portland, Oregón, con la acusación de que esclavizó a personas negras.

-Theodore Roosevelt, expresidente de EU

El Museo de Historia Natural de Nueva York acordó retirar la estatua en plena polémica por las protestas antirracistas.

-Robert E. Lee, general confederado de EU

Su estatua fue intervenida con pintas en el marco de una protesta antirracista en Richmond, Virginia.

-Edward Colston, esclavista británico de la Royal African Company

En Bristol, Inglaterra su estatua fue derribada y arrojada en una manifestación.

-Robert Milligan, esclavista británico

El alcalde de Londres, Sadiq Khan, autorizó retirar la estatua del Museo de los Docklands y ordenó una revisión de las estatuas y nombres de calles que pudieran tener vínculos con hechos racistas.

-Rey Leopoldo II, conquistador belga del Congo

Su estatua fue pintada y retirada durante una protesta en Bélgica.

-Fray Junípero Serra, evangelizador en la zona alta de California

Pintada con la palabra “Racista” en Palma (Mallorca), España.

Derribada por ciudadanos en San Francisco y Los Ángeles (California), Estados Unidos.

-Miguel de Cervantes, autor de Don Quijote de la Mancha

Pintaron la palabra “bastardo” en su busto en San Francisco (California), Estados Unidos.

-Francisco de Aguirre, conquistador español

En La Serena, Chile, su estatua fue derribada en el estallido social del año pasado y en su lugar colocaron la escultura de Milanka, en homenaje a la mujer de la cultura indígena diaguita.

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