El narrador y ensayista Alberto Chimal publica su tercera novela, La visitante, que conjuga fenómenos sobrenaturales, hechos históricos y el mundo del teatro para hablar de la violencia contra las mujeres, las relaciones de poder y la búsqueda de la justicia a través de la memoria.
Se trata del primer thriller escrito por Chimal, en el que se relata la historia de Gabriela, una joven que en 1972 viaja al Distrito Federal para estudiar contaduría, tiene contacto con un grupo teatral de la Facultad de Filosofía y Letras, donde conoce a Teodoro. Tras enterarse de la desaparición de una actriz que al parecer fue vista por última vez en la masacre del Jueves de Corpus, su sensibilidad para percatarse de lo oculto -la cual le había sido anunciada por su abuela muerta desde que era una niña- la orilla a tratar de descubrir los secretos relacionados con la gente que acaba de conocer.
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“Los primeros pasos para la justicia son el reconocimiento y la memoria. Hay un montón de víctimas de crímenes que no sabemos quiénes son. No sólo me refiero a las personas que están desaparecidas, sino a las que en muchas ocasiones nunca se reconoció que fueron víctimas, tanto de esa violencia institucionalizada como familiar que también es silenciada”, dice Chimal en entrevista.
“En esta novela se cruzan diferentes historias de quiénes podrían ser los espíritus de los muertos que se aparecen; se habla de las grandes masacres de nuestra historia, el Jueves de Corpus, la masacre en la Plaza de las Tres Culturas en 1968, pero resulta que hay otras masacres que sucedieron afuera, en esos momentos que no han sido atendidas por la historia, y que son muertes que también importan”, agrega.
El autor ubica esta novela en 1972, “porque se trata de una época en la cual había una violencia tan frecuente y tan fuerte contra las mujeres como la hay ahora, pero que además era completamente normalizada e invisibilizada”.
Apunta que le interesa contribuir a abordar el tema de la violencia contra las mujeres, pues “ellas están reclamando esos espacios, es una situación muy diferente a la que pudo haber sido hace 50 o 60 años. Creo que los escritores que no nos reconocemos como mujeres, también debemos poner de nuestra parte para dar a notar tanto éste como otros problemas de nuestra época. Yo pienso que lo hacemos incluso cuando no nos proponemos escribir de ello explícitamente porque vivimos en este momento y tenemos que responder a lo que sucede a nuestro alrededor”.
Lo fantástico y lo político
Ante una supuesta imposibilidad de poder conjugar la literatura fantástica con la denuncia social, Chimal responde: “Creo que es una separación ilusoria, que viene quizá de que en México se equiparó la novela realista con la novela política para ser considerada de importancia. Un hecho que sucedió durante gran parte del siglo XX, por lo menos desde La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán y toda la novela de la Revolución.
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“Hay obras que incluso son mucho más ricas y más diversas, que, por supuesto que tratan el tema político, pero que en muchas ocasiones no son observadas desde sus otras dimensiones, como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que es una novela donde salen fantasmas. Yo lo vi, había una gran cantidad de lectores especializados y críticos que hacían hasta lo imposible para demostrar lo contrario, como para no desprestigiar el mensaje político con referencias fantásticas, aunque fuera obvia”, finaliza.