Para el escritor español Arturo Pérez-Reverte, México es un país por el que siente una gran predilección, y que conocía desde una visión mucho más contemporánea, la cual quedó reflejada en su famosa novela La reina del sur. En varias ocasiones ha visitado estas tierras y en todas ellas ha quedado impactado por su historia y modo de vida. Por ello es que Revolución es una novela que ha sido cuidada hasta en su más ínfimo detalle.
“Yo tengo una deuda con México, en él he aprendido muchísimas cosas sobre el ser humano. Fue aquí donde comprendí que el gris es el color de la vida. Siento que cuando estoy en este país la comprendo mejor, es una escuela estupenda. Este libro es un balance, un rendir cuentas y decir ‘esto es lo que he aprendido de ustedes’, tanto de lo bueno, como de lo malo”.
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Convencido de que la escritura y la lectura cambian nuestra percepción de las cosas, el novelista español regresa, después de casi nueve años, a la Ciudad de México para presentar su reciente novela, Revolución.
Haciendo uso de su característica habilidad narrativa para situar a sus lectores en cualquier época histórica, en ella, Pérez-Reverte retrata, más que los hechos dramáticos y sangrientos de nuestra Revolución Mexicana, las reglas ocultas del comportamiento humano.
Esto lo logra a través de la vivencia del personaje de Martín Garret Ortiz, un joven ingeniero especialista en explotación minera que, por su profesión, se descubre entre las líneas villistas, quienes pretenden robar un banco en Ciudad Juárez, el 8 de mayo de 1911.
“Lo que a mí me interesa de la Revolución Mexicana no es la revolución en sí, que lamentablemente no cambió gran cosa, me interesan los hombres y las mujeres que lucharon, que fueron crueles y desleales, valientes y cobardes al mismo tiempo”, explicó el escritor, quien contó que el origen de esta obra viene del conocimiento de un amigo de su bisabuelo que, siendo ingeniero minero, fue testigo de aquel movimiento armado.
ESCÉPTICA MELANCOLÍA
Como periodista, Pérez Reverte ha tenido la oportunidad de conocer de primera mano 18 guerras, de las cuales siete se hicieron llamar “revoluciones”. Dicha experiencia, explicó en encuentro con los medios, le hizo comprender que la guerra es una “escuela de lucidez muy importante”, en la que “se aprenden cosas que en la vida normal uno tardaría años en descubrir”.
Esa fue la visión que el autor le prestó al protagonista de esta nueva publicación, quien mira como maestros a los partícipes de la Revolución, sin importarle cuál bando ganaría, queriendo mantenerse a la expectativa, aunque irremediablemente se involucra tanto que termina por formar parte de ellos.
“No tengo un buen concepto de las revoluciones, de su final, desgraciadamente todas terminan en algo muy normal: cuando los de abajo llegan arriba se olvidan de los de abajo. Esa escéptica melancolía, esa desilusión, esa falta de esperanza en el final de la revolución está en esta en esta novela.
“Pero las revoluciones sí hay que hacerlas, es necesario, porque tenemos que obligar a que quienes están arriba no duerman tranquilos, aun sabiendo que cuando el de abajo llega arriba, generalmente, se convierte en algo terrible”, comentó Reverte.
EL PROCESO DE ESCRITURA
“Yo quería que esta novela no fuera una novela escrita por un gachupín que viene de turista y hace una novela sobre México, quería que fuera como si lo hubiese escrito un mexicano”, dijo el novelista sobre la creación de este libro y la recreación de grandes personajes históricos como Francisco Villa, en que él percibe un reflejo más certero de lo que fue la revolución por su valor, coraje, imaginación, suerte y competencia militar.
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Para lograr este objetivo Pérez- Reverte tuvo que hacer una profunda investigación histórica en archivos documentales y fotográficos; así como leer en su totalidad el compendio de libros, tanto de ficción, como biográficos, que desde México se han escrito sobre la revolución. Entre ellos se encuentran la biografía de Villa escrita por Paco Ignacio Taibo II; los relatos en Cartucho, de Nellie Campobello; la novela La sombra del caudillo, de Martín Luís Guzmán; y Gringo Viejo, de Carlos Fuentes.
“Creo que narrativamente la literatura mexicana es muy variada y muy diferente en su producción de relatos de la época, cubre todos los extremos, todos los puntos de vista. Hay libros pro y en contra de Villa y Zapata, e incluso algunos hablan de Porfirio Díaz como personaje necesario. Esa inmersión me dio una mirada bastante amplia”.
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