A sus 90 años de edad, Margo Glantz (CDMX, 1930) piensa en nuevas historias. Cómo crear nuevas posibilidades de literatura. La vitalidad de su mente, su cuerpo y, sin duda, su memoria la mantienen activa aún en el confinamiento.
“Sigo manteniendo la vitalidad, sigo caminando, subiendo escaleras, peleándome con mis hijas y queriéndolas, y quiero ejercer esa vitalidad en la escritura, la literatura, en la conversación literaria que permiten crear cosas nuevas”, confesó la escritora en el homenaje virtual que la Feria Internacional del Libro de Oaxaca (FIL) le organizó con motivo de su cumpleaños 90.
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De buen ánimo, memoria inmejorable, la también ensayista, crítica literaria y profesora conversó de manera virtual con Gabriela Jáuregui para hacer un recorrido sobre su trayectoria literaria y ofrecer al espectador una suerte de atlas sobre su obra no sólo en homenaje a ella misma, sino en una invitación por acercarse a una mirada irreverente, transgresora y experimental de la literatura mexicana.
La escritora Premio Cervantes y Medalla de Bellas Artes, entre muchos otros reconocimientos, contó desde su primeros libros como Las mil y una calorías, novela dietética (1978) hasta el más reciente El rastro (2019) la experimentación han sido un ingrediente indispensable de su literatura. No por desconocimiento del lenguaje o la estructura de la historia que narra sino por una constante búsqueda de nuevas manera de contar la vida, la propia y la de otros.
“Romper cánones es algo que toda la vida he querido hacer, no puedo aceptar el canon, no soporto demasiado la autoridad. La literatura como la conocemos es profundamente autoritaria”, confesó la autora de Las Genealogías, quien siempre se ha caracterizado por ese carácter rebelde en las letras.
Quien fuera fundadora de la revista Punto de Partida de la UNAM también habló de cómo se abrió camino en la literatura en un campo controlado por hombres. Entre anécdotas recordó que no le era fácil publicar sus libros no solo por ser experimentales sino por ser mujer, pero también le tocó luchar por el voto femenino, por el uso de pantalón como vestimenta habitual y muchas más peticiones para una sociedad más igualitaria. Una lucha aún sin terminar.
Y como si fuera una suerte de misión personal emprendió desde su literatura una suerte de lucha de género con novelas y cuentos que colocan a la mujer en la mayor libertad; una libertad sexual y control de su cuerpo, incluso capaz de vivir un erotismo puro. Inquietudes que tienen origen en sus propios cuestionamientos yen cómo ella vivía las restricciones sociales. A ello responde sus estudios sobre Sor Juana Inés de la Cruz y la condición de las monjas, entre otros temas.
El homenaje, bajo el título “Azúcar a Margo”, un juego de palabras con una canción de la artista Fey, terminó con un breve concierto pregrabado por la Banda Azul de Oaxaca en el Teatro Macedonio de Alcalá.
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