El 19 de abril de 1824, en Grecia, murió el poeta romántico inglés Lord Byron, luego de que intentara ayudar en la Independencia del pueblo griego del dominio del Imperio Otomano. Apenas tenía 36 años, pero para ese momento ya se había vuelto un referente del espíritu de su época, tanto por sus palabras como por su vida rebelde, las cuales significaron un hito en el mundo occidental.
Sin embargo, a 200 años de su fallecimiento, a consideración del poeta y ensayista Fernando Valverde, la figura de Byron luce un tanto deslavada en la memoria e interés de los lectores de nuestro siglo. Un misterio que Valverde buscó resolver en su libro “La vida de Byron”, que aspira a ser la biografía más completa en lengua española, cuyo primer tomo se puede leer bajo el sello de la Universidad Nacional Autónoma de México.
“Byron hoy no es un autor de cabecera ni en nuestra lengua ni en ninguna otra. Si uno va a una librería no es tan fácil encontrar sus obras como uno podría pensar. Hay que preguntarse cómo fue que esto sucedió, si él era una de las tres personalidades más famosas del siglo XIX, junto a Napoleón Bonaparte y Beethoven.
“Es algo increíble porque su influencia fue tal para la cultura occidental que Goethe dijo que Byron era la ‘estrella más brillante del siglo XIX’; Baudelaire deseaba que sucediera el milagro que lo respetaran como a él y Oscar Wilde, dijo que Byron fue el único capaz de enfrentarse a la sociedad inglesa y aceptar todas sus consecuencias”, afirma Fernando Valverde en entrevista con El Sol de México.
LOS MÁS GRANDES ENEMIGOS
Como una respuesta tentativa a este misterio, Valverde explica que, a pesar de su fama en su mismo siglo, Byron y sus ideas han tenido que resistir a varias censuras y fuertes acusaciones. De la nobleza inglesa siendo él mismo un noble, con lo que convirtió al Imperio Británico en su principal enemigo; luego porque se le acusó de haber fundado una escuela satánica, siendo el Nacional Catolicismo un juez duro con cada una de sus acciones.
Las censuras continuaron, según afirma Valverde, durante el periodo de guerras y dictaduras durante el siglo XX; y sorprendentemente continúa en nuestros días, principalmente por la “cultura de la cancelación”.
“Hoy todo molesta y Byron es un autor muy molesto. Uno no puede acercarse a su obra y esperar encontrar en sus palabras cosas políticamente correctas. Así que la corrección política ha sido su mayor enemigo en nuestro tiempo. Pero, si algo hay que reconocer, es que ha Byron ha tenido los mejores enemigos, y continúa de alguna forma siempre”, considera el poeta, quien asegura que Byron sigue siendo más que vigente en nuestro siglo.
“Él y sus contemporáneos se sentían frente a un abismo, sin saber cómo las sociedades se iban a afrontar al futuro. Ese es también el sentimiento de nuestro tiempo, hoy vamos a una gran velocidad a la que tratamos de acomodarnos día a día. Muchas de sus preguntas son las nuestras también y estamos obligados a mirarlas y tratar, como ellos de resolverlas”, agrega.
MEMORIAS PERDIDAS
Para la escritura de este libro, Valverde invirtió dos estancias de investigación en las universidades de Oxford y Cambridge, donde tuvo la oportunidad de revisar manuscritos y primeras ediciones; así como visitas a fondos documentales en Pisa y Turín en Italia. Un hecho que en cierta manera lamenta porque sabe que el mismo Byron había preparado la publicación de sus memorias.
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“El primer capítulo de este libro comienza con la muerte de Byron. Él mismo escribió unas memorias donde aseguró que explicaba todas las circunstancias por las que había actuado como había actuado y su versión de los hechos, desde su exilio, hasta las acusaciones de incesto. Él creía que encontraría paz después de la muerte, pero sus amigos quemaron aquellas memorias.
“Este fue uno de los actos más repugnantes y cobardes de la historia de la literatura, pues posiblemente las memorias de Byron hubiesen sido las más grandes memorias del siglo XIX y las perdimos. Este libro trata de reconstruir estas memorias, usando todas las cartas y todos los diarios del propio Byron”, finaliza.