A 50 años del Mundial México 70, Juan Villoro y Sergio Rodrigues conversaron acerca de dos de sus pasiones: futbol y literatura.

“Si uno dice: ‘me quedé en fuera de lugar’ o ‘metí un autogol’, no necesariamente se está refiriendo a algo que sucedió en la cancha, sino a circunstancias diarias que se explican a partir de metáforas. Alguien puede decir respecto a una situación complicada: ‘estoy esperando el silbatazo final’; todas estas imágenes tomadas del deporte han entrado en el lenguaje popular y ha impulsado la forma en la que percibimos el futbol”, señaló Villoro.

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Por su parte, Rodrigues refirió que entre la narrativa de las novelas y el deporte existe también una competencia y que difícilmente pueden combinarse en una misma unidad: “El estilo brasileño de jugar al futbol está lleno de efectos especiales, todo eso ha sido una creación de los viejos locutores radiofónicos, los tipos que llamaron al futbol deporte violento”.

Villoro consideró que estos vínculos entre la lengua, la literatura y el futbol son relativamente nuevos, “tiene que ver con que se rompió el prejuicio de que el futbol pertenecía a la vulgaridad del pueblo, que era indigno de la alta cultura”.

La idea cambió con la primera Copa del Mundo que organizó nuestro país en 1970, cuando la afición local adoptó a la selección brasileña (ganadora del campeonato en aquella edición) luego de la eliminación del equipo mexicano, afirmó.

También existen expresiones del público que se han adherido al lenguaje en la cancha, “porque quizá una de las características del futbol mexicano es que el público siempre ha hecho más esfuerzo que los jugadores. Tenemos una afición maravillosa; si hubiera un mundial de públicos probablemente llegaríamos a la final”, bromeó.

“La ola se inauguró en los Mundiales, justamente en México 86 y en muchos países se le llama la ola mexicana”.