Graham Greene y su borrosa imagen de México

El escritor y espía británico visitó el sureste del país durante la primavera de 1938, su experiencia con el clima y los insectos no fue agradable y lo plasmó en sus textos

Eduardo Bautista

  · viernes 5 de junio de 2020

Hay tantos artistas que se han inspirado en México, que resulta difícil creer que hubo alguno que no sólo no encontró inspiración aquí, sino que desarrolló odio hacia los mexicanos.

Ni la esplendorosa selva sureña ni las cosmogonías indígenas; tampoco el cine de oro ni el efervescente clima artístico. Nada del México posrevolucionario asombró al escritor y espía británico Graham Greene, quien visitó el país en la primavera de 1938 con el objetivo de documentar cómo el gobierno de Lázaro Cárdenas perseguía a las comunidades católicas en Tabasco.

De eso trata El secreto del espía inglés (Grijalbo), la más reciente novela histórica de José N. Iturriaga, quien es autor de 53 libros, 32 de ellos relacionados al tema de los viajeros extranjeros en México, como Greene o Alexander von Humboldt.

"Como buen eurocentrista, Greene asumió actitudes racistas en contra de México, pero en realidad su animadversión hacia nuestra cultura provino de una serie de elementos que pudieran parecer intrascendentes, pero que, sin duda, influyeron en su visión negativa de nuestro país”, dice en entrevista el historiador.

Los elementos a los que se refiere el autor son los mosquitos, unos lentes rotos y… una disentería.

Eran tiempos convulsos cuando Greene llegó a México. Cárdenas consumaba la expropiación petrolera mientras el nazismo ascendía en Europa ante una inminente Segunda Guerra Mundial. Entre la vorágine de estos conflictos, el narrador inglés arribó por el río Grijalva a Villahermosa tras un largo viaje en barco.

“En cuanto pisó Tabasco, se lo comieron vivo los jejenes y los zancudos. Luego, para recorrer el estado, se vio obligado a transportarse en mula, pero para su mala suerte, durante sus primeros días de viaje, sus lentes se cayeron y fueron aplastados por la mula. Una muy mala noticia para alguien que no veía nada sin sus anteojos”, comparte Iturriaga.

Y por si esos infortunios no hubieran sido suficientes, dice, después contrajo una disentería que lo torturó día y noche. Tuvo fiebre, inflamación del intestino, dolor abdominal y una diarrea igual o más imprudente que los mosquitos.

“Estas circunstancias pesaron muchísimo en su percepción sobre México. Imaginemos a alguien que lo primero que hace al levantarse es ponerse los lentes y, lo último, quitárselos. Me queda claro que en todas sus semanas en México fueron bastante borrosas”, asegura.

Después de las picaduras, los anteojos hechos trizas y los constantes viajes al retrete, Greene desarrolló una diatriba inclemente sobre México. En su libreta apuntó todo aquello que le molestaba sobre el país. Aunque “molestia” es una palabra que se queda corta. “Era más bien una animadversión, un odio casi patológico”, advierte Iturriaga.

En 1939, Greene publica, bajo el sello londinense Longmans, un libro que titula Los caminos sin ley, en el cual describe a México como una tierra brava donde la violencia lo rige todo.

“Es uno de los libros más antimexicanos que existen”, afirma el historiador. "Aunque lo sorprendente es que después escribió La gloria y el poder, que es considerada su mejor novela, y está basada justamente en la historia de un sacerdote mexicano".

Estas son algunas de las frases que pueden encontrarse en las páginas de Los caminos sin ley:

“Después de unos cuantos días aquí, me doy cuenta que pocos logran escapar a la depresión que significa estar en la Ciudad de México”. Otra:

“¡Qué país, por Dios! ¡Cada que haces dinero, estalla una revolución!”.

Y una más:

“La violencia se acerca: México es un estado de ánimo”.

Greene tampoco soportó ver la pobreza en que vivían las comunidades indígenas, cuya historia nunca acabó por entender. En el libro, se refiere a los sacrificios humanos como actos bárbaros.

Esto escribió sobre Chiapas:

“Las selvas, las montañas son allí el único refugio que les queda a los indígenas para sobrevivir y hacer sobrevivir a su fe, a sus creencias más ancestrales a las que no están dispuestos a renunciar en aras de la nueva fe socialista que el gobierno autoritario y centralista intenta imponerles”.

UN ESPÍA DE TANTOS

Ernest Hemingway bromeaba sobre la idea romántica de que, en la década de 1930, todo mundo quería ser espía o escritor. Graham Greene fue las dos cosas. Nunca fue un secreto que prestó sus servicios al MI6, el servicio de inteligencia británico. Allí trabajaba su hermana.

Mientras el planeta se convertía en una bomba de tiempo ante la escalada de los totalitarismos, Greene se dedicó a viajar fuera de Europa bajo las órdenes del gobierno inglés. Visitó Sierra Leona, Liberia, Cuba y, por supuesto, México.

Aquí llegó para constatar que Tata Cárdenas —quien entonces era visto mundialmente como un líder de tintes comunistas, sobre todo en Estados Unidos— aún llevaba a cabo una persecución religiosa que había tenido sus orígenes más de 80 años atrás, durante las Leyes de Reforma, cuando Benito Juárez proclamó la separación de la Iglesia y el Estado, iniciando así el confiscamiento de todas las propiedades eclesiásticas.

“En 1938, en Tabasco no había curas, las iglesias estaban cerradas y estaba prohibido oficiar servicios religiosos. Greene llegó para documentar todo eso porque era un católico ferviente. Pero no olvidemos que él nació protestante: se convirtió al catolicismo hasta que cumplió 22 años. Y con esto se comprueba que, a veces, los conversos suelen ser más papistas que el Papa”, explica el autor.

NOTA
Gracias a la generosidad de la Editorial Grijalbo, publicamos un extracto de “la novela de espionaje con rigor histórico", El secreto del espía inglés escrita por José N. Iturriaga.

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