Carlos Fuentes: “Aquí nos tocó, qué le vamos a hacer”

En la obra de Fuentes está el retrato crítico de un país, de su gente y de sus avatares, aspiraciones, aciertos y fracasos

Joel Santiago

  · viernes 8 de noviembre de 2019

A Carlos Fuentes se le lee hoy como ayer. Y se le leerá por mucho tiempo porque gran parte de su obra literaria es enorme y permanente y porque, además, en ella está el retrato crítico de un país, de su gente y de sus avatares, aspiraciones, aciertos y fracasos. La obra de Fuentes es mexicana en su esencia y en su forma. Es barroca y es la creación de un hombre que amó a México.

Es el iniciador de un nuevo tono literario, más moderno, realista y siempre con raíces en el pasado prehispánico, en la Revolución mexicana y en los periodos de transformación de esta águila real, a los que describió como paradigmáticos, caóticos y contradictorios.

Lo suyo no es un nacionalismo patriótico de bandera al aire: si un mexicanismo por su búsqueda en las raíces de nuestra cultura y nuestra forma de ser, desde los orígenes y por las grandes vicisitudes de su historia y porque, además, creó a sus personajes como ejemplo de lo que este país ha sido en sus días de tronar cohetes, y en los días de recoger las varas.

Digamos que es a su modo lo que Octavio Paz hizo en su Laberinto de la Soledad, muy cercano en tiempo con La región más transparente, una de las obras emblemáticas de Carlos Fuentes y en donde, precisamente es México... la Ciudad de México, el motivo y personaje central:

En sus cambios circulares, en sus laberínticas formas de vida, en sus mutaciones y transformaciones: todo ello a la vista, de la mano de Ixca Cienfuegos, personaje que a la manera de Virgilio en La Divina Comedia, nos lleva por las profundidades de nuestro ser y estar mexicano.

Hay también una obsesión en la obra de Fuentes: La máscara. Las máscaras. Los días enmascarados. Su tesis es la de que los mexicanos se ocultan; se muestran a su modo y no como son del todo; exhiben caretas que luego se transforman en realidades. Ahí está el México de las máscaras en gran parte de su obra. La primera de ellas Los días enmascarados(1954).

Al referirse a ella, Paz reflexiona:

“El título prefigura la dirección de su obra posterior. Alude a los cinco días finales del año azteca, los nemontani: ‘cinco enmascarados/con pencas de maguey’ había dicho el poeta Tablada. Cinco días sin nombre, días vacíos durante los cuales se suspendía toda actividad –frágil puente entre el fin de un año y el comienzo de otro. En el espíritu de Fuentes, sin duda, la expresión tiene además un sentido de interrogación y de escarnio: ¿qué hay detrás de las máscaras? El vaso de sangre del sacrificio prehispánico, el sabor de la pólvora de la madrugada del fusilamiento, el agujero negro del sexo, las arañas peludas del miedo, las risotadas del sótano y la letrina...”

Todo ahí prefigura la obra de Carlos Fuentes a lo largo de su vida como escritor. Y a partir de esta obra inicial, demostró su talento, su disciplina y el cronómetro que nos manifestaría el minuto a minuto de este país tan amado, como deplorable a veces.

La Región más Transparente (1958), el título tiene que ver con su amistad con Alfonso Reyes. En sus intentos por ser escritor, y ya en México, Fuentes iba a ver a Reyes para que conociera sus trabajos. El viejo escritor le aconsejaba, le sugería y le estimulaba para seguir por el camino de la literatura, toda vez que le reconocía talento y disciplina.

En la obra de Alfonso Reyes, La Visión de Anáhuac, aparece como epígrafe la frase atribuida a Alexander von Humboldt cuando conoció a México a en 1804: “Viajero, has llegado a la región más transparente del aire”, al referirse a lo que hoy es la Ciudad de México.De ahí el título de la novela en la que trata de la vida y la transformación de esta ciudad: la gloria y el infierno.

Por esos días estaba en vena Fuentes y produjo su obra inicial, la más intensa, prolífica y representativa de esa primera etapa; luego de La región: Las Buenas Conciencias (1959) en un intento de realismo a lo Balzac en La Comedia Humana, ubicada en el Guanajuato conservador y reprimido... La Muerte de Artemio Cruz (1962) de vuelta a lo mexicano profundo y el retrato de un revolucionario triunfante que traiciona sus principios. El ejemplo de la acción y la corrupción.

Enseguida Zona Sagrada (1967), Cambio de Piel (1967) y sus novelas breves Aura (1962), Cumpleaños (1970), los cuentos aglutinados en Cantar de ciegos (1964). En adelante, y hasta su muerte, haría obra prolífica, que incluye la novela Terra Nostra en 1975, asimismo monumental. Pero ya sería otra etapa y otra forma de entender los problemas particulares del país y sus antecedentes.

A la primera generación de lectores de Fuentes en México le causó conmoción encontrar a un autor que no sólo escribía bien, que mostraba un estilo al mismo tiempo intenso, profundo y vigoroso como también muy mexicano y barroco. Los lectores jóvenes de entonces se descubrían en esa obra.

Por supuesto gustaba La región..., pero no desdeñaban La muerte de Artemio Cruz emblema intenso de cambio generacional para muchos.

Y es que encontraban un lenguaje fresco, renovado y penetrante. Dirigido a lectores al mismo tiempo interesados en literatura como para quienes querían encontrar una historia que los enganchara y que les dijera lo que pasó con los hombres de la Revolución.

¿Y qué tal Las buenas conciencias? obra en la que encontraban ese conservadurismo de puertas cerradas, de reproches, de pecados y castigos; de oración y culpas ocultas. Era un país de intimidades sin explicación y, por lo mismo el retrato hablado de muchas manías nacionales.

¿Quién era ese autor que de pronto nos ponía frente al espejo de obsidiana para decirnos lo que hemos sido y lo que somos?

Carlos Fuentes Macías nació en Panamá el 11 de noviembre de 1928. Fue pura circunstancia pues su papá que era un diplomático mexicano estaba asignado a la embajada de México ahí. Fue registrado como mexicano por origen y raíces. Debido al trabajo de su padre vivió en distintas ciudades durante su primera infancia: Montevideo, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Quito, Buenos Aires, Washington.

A los 16 años llegó a México. Hizo estudios aquí hasta graduarse en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México y luego estudios en economía en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra.

En México identifica su verdadera vocación. Comienza como colaborador en la revista Hoy, fundada en 1937 por Regino Hernández Llergo y José Pagés Llergo. Y poco a poco pergeña su tono y ritmo literarios, aunque inicialmente se sintió atraído por el relato gótico, que deja luego por el realismo. De la etapa gótica hay vestigios en Chacmool y, por supuesto, en Aura.

Pero es a partir de Los días enmascarados y sobre todo La región... que es ya ubicado como uno de los nuevos grandes escritores mexicanos; ya no de literatura costumbrista o de la Revolución Mexicana en tono de anécdota: la obra de Fuentes es cosmopolita, como él mismo fue toda su vida.

A lo largo de su vida tuvo divergencias de criterio político –siempre estuvo interesado en el tema, lo que se ve en distintos ensayos-. Se le acusó de defender a Echeverría por los hechos de junio de 1971 –los halcones-. Fue crítico del sistema antidemocrático. Al final tuvo discrepancias con Mario Vargas Llosa como también con Octavio Paz. Con María Félix y Dolores del Río por su obra de teatro Orquídeas a la luz de la luna en donde las describe decrépitas y en decadencia.

Fue embajador de México en Francia, a lo que renunció cuando el presidente José López Portillo nombró embajador de México en España a Gustavo Díaz Ordaz... Y así y más.

Tuvo importantes reconocimientos a su obra, desde el Premio Rómulo Gallegos como el Príncipe de Asturias y muchos más. Doctorados honoris causa en muchas universidades del mundo...

Carlos Fuentes, el gran escritor mexicano, murió el 15 de mayo de 2012 y fue enterrado en el cementerio de Montparnasse, Francia, en donde se encuentran su hija y su hijo.

“... y sobre el puente de Nonoalco se detiene Gladys García, veloz también dentro del polvo, y enciende el último cigarrillo de la noche (...) la somnolencia de la carne, los tufos de gasolina y el alcohol y la voz de Ixca Cienfuegos, que corre, con el tumulto silencioso de todos los recuerdos, entre el polvo de la ciudad, quisiera tocar los dedos de Gladys García y decirle, solo decirle: Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”.

joelhsantiago@gmail.com