El escritor José Agustín Ramírez está seguro de que aún hay mucho que escribir sobre los contrastes de nuestro México. Desde su casa actual en la ciudad de Cuautla, Morelos, el autor de la trilogía “Tragicomedia mexicana" indica que no ha dejado de escribir.
"Claro, por desgracia así es. Nunca para uno de escribir si tiene uno ganas", dice José Agustín, al otro lado del teléfono.
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Y es que en el México moderno, los contrastes son palpables, en las ciudades se puede observar el crecimiento de las plazas comerciales con grandes tiendas con artículos de marcas reconocidas, pero también a las orillas de esas mismas ciudades las construcciones de casas improvisadas en laderas o barrancas.
La obra de José Agustín, cuya primera entrega vio la luz en 1990 y cuyo último tomo abarcó hasta el año 1994, ofreció una visión crítica y detallada de la historia política, económica y social de México a través de medio siglo.
Acerca de la posibilidad de entregar una cuarta parte de su tragicomedia, a casi tres décadas después de la publicación de la "Tragicomedia mexicana 3: la vida en México de 1982-1994", el escritor está seguro que aún habría más para hablar del país.
Desde el accidente que cambió su vida mientras ofrecía una firma de autógrafos en Puebla, en 2009, el escritor guerrerense vive en Cuautla junto a su esposa, Margarita Bermúdez, disfrutando de sus hijos y nietos.
Le gusta mucho leer, actualmente mucho en francés. Lee mucho a BaudelaireMargarita Bermúdez
Él, por su parte, es hoy un hombre de pocas palabras que ya no ofrece entrevistas y que se desplaza a todas partes en su silla de ruedas.
"A mí me encanta Cuautla, ya tengo casi sesenta años aquí y aquí estamos muy contentos", me cuenta, en un tono jovial con el que parece oponerse a sus 78 años de edad y el recuerdo de aquella terrible caída.
Respuestas cortas
No siempre fue difícil acceder a una entrevista con José Agustín. Algunos compañeros reporteros de Cuautla cuentan que, siendo aún más joven, era la persona más amable del mundo, que los recibía con una sonrisa en el rostro.
Catorce años después, haber hablado con él vía telefónica fue producto de una insistencia de varias semanas, hasta que finalmente Margarita, tan amable, cedió.
"¿Cómo está, maestro? ¿Qué le pareció el relanzamiento de su obra?", le pregunto.
El pasado 29 de abril, el autor de "La tumba" y "Ciudades desiertas" acudió a la presentación oficial del relanzamiento de su obra por la editorial Penguin Random House, en un evento que desde los primeros minutos pasó a ser un homenaje, en el que estuvieron presentes sus hijos y varios amigos. Intentamos que nos concediera unos minutos con él ahí mismo, pero a su familia no le pareció una buena idea.
Pues a mí me gustó mucho, ¿qué más le puedo decir? Estuvo de lujo.
El guía de una generación
Para Enrique Serna, autor de "El seductor de la patria" y "Ángeles del abismo", así como ganador de los premios Javier Villaurrutia y Bellas Artes para Obra Publicada, la obra de José Agustín marcó un hito en la literatura mexicana al mostrar que los nuevos creadores podían adoptar una voz propia en lugar de seguir "los modelos de excelencia literaria":
"La apuesta de José Agustín fue en el sentido de expresarse, de rescatar en su obra la circunstancia que le tocó vivir y el espíritu de su tiempo, mostrando a las nuevas generaciones que es posible encontrar un camino propio", dice Serna, gran amigo del escritor cuautlense.
Para José Agustín, ser una referencia literaria es motivo de alegría:
A mí me da mucho gusto, por supuesto.
Desde su hogar en Cuautla, José Agustín sigue escribiendo como lo hacía aquel joven cuya primera novela fue apadrinada por Juan José Arreola y publicada en el ya lejano 1964, con la que inauguró La Onda en Latinoamérica, un movimiento literario que
esgrimía una ruptura deliberada con la literatura tradicional, a través de un lenguaje desapegado a los moldes. No obstante, se niega a revelar qué está escribiendo en estos días.
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"Claro, siempre estoy escribiendo algo, ¿por qué no? Escribir es mi vida", es lo único que admite, porque no dará nombres ni historias, ni siquiera una pista que nos impulse a sugerir de qué se trata.