«tu rostro salió en los periódicos, en primera plana, “Bukowski ha muerto”,
los periodistas entendieron muy mal casi todo, jugaron con clichés
y frases de cajón, enfatizando el lado populista
de tu persona, que eras un vago borracho
dijeron que eras una mosca de bar, que surgiste
de la miseria, jugaron con la imagen
que interpretaste, uno, tal vez dos de ellos captaron
la verdad simple de ciertos poemas»
NeeliCherkovski, de Elegía para el poeta
Traducción de Francisco Oyarzábal
Este poema del biógrafo de Charles Bukowski, el también poeta Neeli Chekovski, sintetiza de alguna manera el estigma que ha acompañado a Charles Bukowski desde que comenzó a ser famoso después de casi medio siglo de anonimato: priorizar la leyenda del “viejo indecente”, poeta maldito, borracho empedernido y misógino salvaje antes de conocer mínimamente su obra como narrador, novelista y poeta.
Ahora que se celebra el primer centenario de su nacimiento, vale la pena recordar que fue hasta 1969, tenía casi cincuenta años, cuando pudo dejar su burocrático trabajo en una oficina de correos para dedicarse totalmente a la literatura gracias a que el editor John Martin de Black Sparrow Pressle prometiera una remuneración de cien dólares mensuales de por vida, con tal de que se pusiera a escribir.
El mismo Bukowski cuenta así la disyuntiva que le significó ese hecho: “tengo dos opciones, permanecer en la oficina de correos y volverme loco… o quedarme fuera y jugar a ser escritor y morirme de hambre. He decidido morir de hambre”.
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Obviamente, lejos de fenecer de inanición, llegó a convertirse en vida en un exitoso autor que vivió holgadamente hasta el día de su muerte a los 73 años, el 9 de marzo de 1994, justo un día después del Día de la Mujer, como si con su muerte quisiera darles un regalo a las feministas que lo consideraban un misógino, pero sólo a partir de una lectura superficial y poco justa, sobre todo si se advierte la delicadeza romántica con la que se refiere a la mujer amada particularmente en su poesía.
El eterno dilema entre vida y obra en el caso de Bukowski fue un acto de congruencia, pues siempre desdeñó toda impostura intelectual para vivir cínicamente tal y como describe a su alter ego, Hank, en varios de sus relatos. Pero en algún momento de su creciente fama seguramente disfrutó de manera premeditada seguir alimentando a su personaje borracho blasfemo y políticamente incorrecto.
En abril de 2010 fui compilador del libro Charles Bukowski revisited, de Juchitán a Los Angeles, en donde se reunieron una docena de autores quienes reflexionan en torno a la vida y obra de Bukowski, de una manera desprejuiciada pero no complaciente.
Por ejemplo, el escritor Guillermo Fadanelli, a quien se ha considerado un precursor bukowskiano por sus temáticas altamente decadentes escribió para dicha publicación, ya agotada, que “el encanto de Bukowski no está en la creación de grandes personajes o seres literarios que atomicen los temores de franjas más vastas. Sino en la sombra personal del autor que se extiende en sus textos.
Tal vez Bukowski haya sido un innovador, aunque fuera por la traslación de su persona a su literatura. El problema es que demasiada gente desea prolongar este estilo de espejo de la miseria como el original y el único modo “genuino” de hacer una literatura rebelde…”
En ese mismo libro, el también escritor tijuanense Heriberto Yépez considera que “Bukowski corre el riesgo de que su significación se estanque en lo meramente anecdótico o cutáneo como le ocurrió a Cervantes, incluso a Borges. Leerlo desde su mundo aparente, no buscar sus adentros. Cada vez que leo algo sobre ese autor, me pregunto, ¿qué no se han dado cuenta que ese Bukowski es la caricatura de Bukowski y nada más”.
Y otro escritor cuya estética literaria se acerca a la cosmogonía bukowskiana es Juan Manuel Servín, quien escribió en aquel volumen:
“Bukowski fue un hijo de Satanás. Pocos escritores han personificado mejor en vida y obra al antihéroe de la ordinaria locura urbana. Ya en la vejez terminó su compromiso con la transgresión y se dejó querer por la celebridad ganada con una obra de violenta belleza, evocativa de la soledad, el asco y el horror del inadaptado”.
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Por mi parte, contrario a cualquier prejuicio academicista, siempre me he identificado tanto con el impulso vital, incorrecto, apasionado y humanista de la obra de Bukowski, como también con la esencia de la filosofía de vida del personaje. Quizá por eso, cuando el poeta Neeli Cherkovski, autor de la biografía Hank vino a México en el 2005 nos hicimos muy amigos y conversamos largamente de su amigo Chinaski, con quien se distanció al final de su vida, pues Neeli dejó de beber y además se asumió como homosexual.
Hay que celebrar este primer centenario del nacimiento de Charles Bukowski releyendo su prolífica obra y obviamente tomando unas cervezas en su honor.