La traducción colaboró en la construcción de la Nación

Eduardo Langagne, poeta, editor de libros y revistas, gestor y promotor cultural, es reconocido también como un excelente traductor del portugués y como tal se suma al reclamo internacional de que gracias a los traductores tenemos acceso a las literaturas del mundo, del pasado y del presente

Roberto Rueda Monreal

  · viernes 7 de enero de 2022

El universo literario mexicano suele tener sus rarezas. Mientras que, por un lado, es muy común que escritores, poetas y autores presenten o anuncien con bombo y platillo traducciones de sus obras de manera muy natural, como un enorme signo más de prestigio; que traductores literarios presuman su faceta como escritores, poetas o autores suele ser visto con recelo o como un gran signo de egolatría y enorme pretensión.

Quizás por eso, me pareció más que justo tener una entrevista con Eduardo Langagne, un gran creador conocido tanto por sus obras como por sus traducciones literarias, sobre todo del portugués.

Poeta y traductor, Langagne es además reconocido por su relevante e intensa labor como editor de libros y revistas, gestor de coediciones y promotor cultural; y ha escrito varios títulos de literatura para niños y jóvenes. Su obra aparece en numerosas antologías poéticas de México y otros países y, en 1980, fue el primer poeta mexicano en obtener el Premio Casa de las Américas.

Recientemente se publicó en España su traducción de la primera novela de Joaquim Maria Machado de Assis, un escritor brasileño, autodidacta, considerado como el mayor nombre de la literatura del siglo XIX de ese país.

Tengo entendido que algo interesante sucedió contigo en Europa, ¿qué nos puedes compartir?

Hace un año, en plena pandemia, se publicó en España mi traducción de la primera novela de Joaquim Maria Machado de Assis, titulada Resurrección. Fue elegida para ello por un máster de edición de la Universidad Autónoma de Madrid.

Fenómeno bastante raro, ¡una traducción literaria mexicana en España!

Así es. El volumen se imprimió en Salamanca en 2020 y su impresión me resultó francamente estimulante, pues el grupo editor y sus coordinadores consideraron “que la traducción mexicana enriquece la novela y puede transmitir una leve sensación de extrañamiento al lector de España que matice el proceso de lectura”. El serio ejercicio profesional de los editores decidió mantener prácticamente idéntica mi versión de esa primera novela del clásico brasileño, impulsor de la Academia Brasileira das Letras.

Resurrección, con mi trabajo traductor, se había ya publicado en 2015 por la Universidad Veracruzana. En su momento le propuse la novela a un conocedor de las literaturas del mundo, como Sergio Pitol, quien, en su condición de director editorial de la Universidad Veracruzana, la aceptó para ser incluida en la colección Biblioteca del estudiante universitario.

¿Quiénes se interesaron primero en México en la obra de Machado de Assis?

Machado de Assis interesó a intelectuales nuestros como Antonio Alatorre, por ejemplo. Al considerarlo esencial en comparación con nuestros autores de lengua española del XIX y más aún, con el desarrollo de nuestra literatura durante el siglo XX, Alatorre se propuso traducir Memorias póstumas de Blas Cubas, otra de las novelas del prolífico autor brasileño. La primera edición del libro apareció en 1951 en la Biblioteca Americana, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Es una de las primeras traducciones. El volumen cuenta con una participación de Lúcia Miguel Pereira, la principal biógrafa de Machado de Assis. Alatorre muestra que “aunque el romanticismo imperaba en las obras de su época, Machado de Assis ya se había despojado de él y limpiado de hipérboles y de exaltación de la naturaleza: sabía reprimirse y ser preciso y dar mayor valor a las reacciones psicológicas de sus personajes que al cuadro en que se movían”.

Tú también has traducido otras obras del autor de Quincas Borba.

Así es. De hecho, posteriormente a mi traducción de la novela Resurrección, en 2017 tuve oportunidad de traducir los Primeros Cuentos de Machado de Assis, que publicó la UNAM gracias a la intervención de Rosa Beltrán.

A grandes rasgos, ¿quién fue Machado de Assis?

Joaquim Maria Machado de Assis fue un huérfano que, a sus veintiún años, alrededor de 1860, ya era redactor en el Diario do Rio de Janeiro, el diario más popular de la ciudad. En 1869, a sus treinta, se casó con la hermana de su amigo el poeta Faustino Xavier de Novais, a pesar de las objeciones de alguna parte de la familia de ella por ser mulato. Con Carolina, que era portuguesa y blanca, como su madre, vivió casado casi treinta y cinco años, hasta la muerte de ella en 1904.

Su formación autodidacta le hizo aprender francés desde muy joven y le permitió traducir de esa lengua. Aprendió inglés después de los cuarenta años; estudió alemán y estudiaba griego en los últimos años de su vida, que concilió con problemas y padecimientos arrastrados a lo largo de su existencia, como tartamudez y epilepsia.

La traducción de las obras del narrador también poeta y ensayista, está ampliándose en nuestros países de América Latina. Hay que considerar que Machado de Assis es considerado uno de los grandes maestros del realismo y el primer gran cuentista latinoamericano. Personajes del cine, como Woody Allen, por ejemplo, han confesado su admiración por la lectura de Machado de Assis. Susan Sontag, por su parte, escribe que es “uno de los mejores escritores del siglo XIX y el mejor de América Latina”.

Ya que hablas de la traducción de sus obras, ¿qué puedes decir acerca de los retos o los problemas de traducir a semejante autor?

De las dificultades de traducir de una lengua tan engañosamente cercana podemos recordar que durante mucho tiempo las ortografías del portugués peninsular y las del portugués africano fueron diferentes entre sí y también distintas a la del portugués de Brasil, que tuvo un desarrollo tal vez más amplio. El portugués de África, Asia y Oceanía estuvo desde sus primeros años cercanamente homologado con el de Portugal. Hay que tener en cuenta que la lengua fue diseminada en los cinco continentes a partir del siglo XV por los navegantes portugueses.

Uno de los mayores problemas en el establecimiento de los textos escritos en el XIX es la puntuación. Si bien los originales brasileños optan por una política a medio camino entre el respeto a la escritura original de autores clásicos -como la del propio Machado de Assis- y las normas actualizadas, en mi traducción intento mantener al máximo el ritmo de la prosa machadiana manteniendo o suprimiendo algunos puntos y coma o comas que en el español fluido de nuestros días podrían ya no tener sitio.

Para el traductor, aún con las dificultades o diferencias que una obra del XIX vuelta a editar presenta con respecto a su siglo, las ediciones consultadas como fuente original no contienen demasiados ajustes ni diferencias entre sí, pues afortunadamente -muchos años después de las primeras- se prepararon nuevas impresiones bajo el cuidado del propio Machado de Assis y él mismo revisó adecuadamente cada una, aplicando en rara ocasión algún pequeño cambio. Mi interés por actualizar y arriesgar una versión no se da sólo por atender al dictado que nos recuerda la necesidad de que cada generación cuente con sus propias traducciones -y por ende con nuevas reflexiones- sino porque la obra del brasileño posee una vigencia que vale la pena volver a poner en suerte en las lecturas del siglo XXI.

¿Por qué es importante la traducción literaria o, sencillamente, la traducción como tal?

La traducción literaria ofrece la posibilidad de conocer la creación en otras lenguas, épocas, geografías. Nuestra rica tradición en español se ensanchó con los trabajos de Fray Luis de León, cuya actividad traductora lo hizo caer preso debido a la severidad religiosa de su época. Ya desde entonces, Fray Luis sugería que las traducciones debían parecer escritas en la propia lengua a la que habían sido trasladadas.

En nuestra geografía, desde la contribución de doña Marina, Malintzin, para interpretar dos de las lenguas originarias que se expresaban en estas tierras, podemos constatar que la traducción colaboró en la construcción de la Nación, en su más rico, plural y diverso significado.

Al traductor y su oficio se les asocia con la soledad. ¿Crees que el trabajo en equipo, solidario u organizado sea importante en estos tiempos?

La traducción es una tarea profesional de la mayor relevancia, es por eso que me ha resultado inapreciable ser miembro de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios, Ametli. Hace pocas semanas, por ejemplo, The Society of Authors del Reino Unido, afín a Ametli, lanzó una campaña e invitó a los autores a pedir a sus editoriales que el crédito del traductor aparezca en la portada de sus libros. Al igual que tú, yo firmé mi adhesión a la carta porque me parece justo: hay que estimar además que el crédito que se otorga al traductor es simultáneamente una responsiva.

La carta de los colegas ingleses agrega que “gracias a los traductores tenemos acceso a las literaturas del mundo, del pasado y del presente", por lo que deben ser adecuadamente reconocidos, celebrados y recompensados”.

¿Qué te ofrece ser traductor literario y escritor?

Trabajar simultáneamente en la traducción literaria y en la creación ofrece una lectura múltiple y complementaria. Hace apenas unos días, en octubre de 2021, por ejemplo, apareció Infinito día, libro de poemas de mi autoría publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se celebró una presentación durante el Festival Internacional de Literatura Sonora 2021 y haremos algunas presentaciones más, incluida una el pasado noviembre, durante la III Feria Internacional del libro de Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas.

Pues, felicidades por esa presentación