Se ha ido el estandarte de la contracultura en México e icono de la Literatura de la Onda, el escritor José Agustín, a los 79 años de edad. Eterno rodante, narrador y melómano incansable, historiador irónico, cineasta y dramaturgo experimentador, su partida causó gran conmoción entre los círculos intelectuales del país.
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La noticia la dio a conocer su hijo, José Agustín Ramírez –luego de que el narrador padeciera una larga enfermedad que causara distintas afectaciones a su salud– a través de la publicación en redes sociales de una fotografía de un joven José Agustín y un texto en el que se recordaba su vocación por el conocimiento, la literatura, la música y sus seres cercanos, y donde se afirma que “se fue en paz, rodeado de su amorosa familia”, en su casa de Cuautla, en el Estado de Morelos.
En charlas con El Sol de México, autores que estudiaron sus textos y lo conocieron, hablan sobre el valor de su obra y el significado de la ausencia de José Agustín para la historia de la literatura y la cultura nacionales.
UN ANDAR DISTINTO
“Su partida deja un lugar imposible de suplantar en la literatura mexicana, porque prácticamente marcó un parteaguas en los sesentas (del siglo XX). Fue una ruptura generacional, que trajo consigo la irrupción de la contracultura.
“Creo que la influencia de José Agustín se nota, no sólo en los escritores que vinimos después de él, sino incluso en los contemporáneos, como por ejemplo Carlos Fuentes, que en su obra Cristóbal Nonato, tiene muchos pasajes inspirados en los juegos verbales de José Agustín”, comenta el narrador y ensayista Enrique Serna, quien además de un asiduo lector del autor, fue un amigo cercano del escritor nacido en Guadalajara en 1944, pero que desde muy pequeño vivió en Acapulco, tierra de la que siempre se sintió parte.
Por su parte, la investigadora y ensayista Margo Glanzt, quien en 1971 escribió el ensayo Onda y escritura: jóvenes de 20 a 33, coincide en que con su trabajo José Agustín dictó un “cambio de rumbo”, por su “literatura inusitada hasta entonces” en las emblemáticas novelas La tumba (1964) y De perfil (1966), junto a sus contemporáneos Gustavo Sainz y Parménides García Saldaña, en Ciudad de México.
“Es un escritor que planteó un andar distinto, que no tenía qué ver con la ética ni con la embestida solemnidad, con un sentido del humor muy desenfadado, con un uso del lenguaje coloquial, muy organizado, pero con la apariencia de un absoluto realismo”, afirma la autora, quien acuñó el término Literatura de la Onda, el cual José Agustín nunca reconoció.
Sobre esta definición, el escritor Enrique Serna considera que a final de cuentas el nombramiento de aquella nueva literatura, terminó por ser provechosa para José Agustín y los demás “onderos”, pues por ella es que se les reconoce fácilmente, aunque se trató de una nueva generación de escritores que, por sus libertades de estilo y temáticas no fue tan bien recibida por algunos círculos literarios e intelectuales.
PORTAVOZ VIGENTE
José Agustín, quien estudió Letras Clásicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, con su literatura se convirtió “hasta cierto punto en el portavoz de su generación” en México, en un momento en el que a nivel universal “había una revolución juvenil, que al mismo tiempo fue una revolución cultural sexual y política”, apunta Serna.
En este mismo sentido, Margo Glantz explica: “José Agustín abrió un camino de libertad que tuvo que ver mucho con la aparición del rock como música esencial para los jóvenes, antes de él, el bolero y el danzón era lo que definía la educación sentimental de la gente. También creo que un punto crucial fue la Guerra de Vietnam, que de alguna manera impactó en México. Ambos (fenómenos) permitieron nuevas formas de escuchar y usar el lenguaje entre los jóvenes”.
“Lo más asombroso es que sus obras juveniles, después de 50 años siguen teniendo una gran cantidad de lectores, lo cual muestra la absoluta vigencia que tienen, con ideas y formas que han desafiado al tiempo y han logrado perdurar”, asegura Enrique Serna.
Sobre estas formas de escritura y temáticas juveniles, el escritor e investigador asegura que estuvieron presentes a lo largo de toda la obra de José Agustín –la cual contempla más de 15 libros de narrativa, Se está haciendo tarde (1973), Ciudades desiertas (1982), Cerca del fuego (1986), La panza del Tepozteco (1992) y Dos horas de sol (1994)– aunque presentó ligeros cambios.
“Su evolución fue parecida a la del beatle George Harrison, porque el se fue volviendo más místico, conforme envejecía. Entonces, por ejemplo, una de sus últimas novelas, Mi vida con mi viuda (2004), es casi una novela esotérica. El tuvo como particularidad que fue heredero del misticismo hippie, por lo que era un místico profano que mezclaba el deseo de acercarse a la divinidad con un humor juglaresco”, apunta.
CRITICO SOCIAL Y DRAMATURGO
Con una docena de ensayos, entre los que destacan La contracultura en México: la historia y el significado de los rebeldes sin causa, los jipitecas, los punks y las bandas (1996) y su celebrada trilogía Tragicomedia mexicana (1990-1998), José Agustín planteó una visión particular de la cultura mexicana y su historia.
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De este tema Glantz explica, que “el hacía historia al igual que muchos de sus textos, sin esa solemnidad que caracteriza a los historiadores típicos. En ella había mucho sentido del humor y un poco de burla”. En otro sentido Serna asegura que “principalmente con la Tragicomedia mexicana, pudo acercar al lector común, que generalmente no lee obras académicas, de modo que se le explicara la historia y la cultura de una manera amena y divertida”.
La obra de José Agustín también destacó por su dramaturgia y la escritura de guiones para cine y televisión.
El escritor se formó como Director Cinematográfico en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, y en Composición Dramática en el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y en la Asociación Nacional de Actores (ANDA).
El dramaturgo, actor y director Luis de Tavira, también reconoce sus aportaciones: “Tras la ruta inaugurada por Vicente Leñero y que culminó en el teatro, la narrativa de José Agustín, transformó el oído de los que integraron el movimiento de la Nueva Dramaturgia Mexicana, en la que destacan las obras de Víctor Hugo Rascón Banda y Jesús González Dávila. Círculo vicioso, de José Agustín, es la obra dramática que inauguró esa aventura”, finaliza.