El irónico y políticamente incorrecto comisario Kostas Jaritos, se siente con una gran responsabilidad. La de descubrir a los que comenten delitos y crímenes insospechados y la de observar con mirada meticulosa y crítica el gran problema social que vive Grecia: su hecatombe económica, su empobrecimiento; la paralización del país por la falta de recursos, suspensión de pagos salariales, desempleo, violencia callejera, confrontaciones...
Así que ‘el enigmático’ (así se decía para referirse a los misteriosos investigadores; hombres de gabardina, sombrero de fieltro, zapatos sin lustre, con un eterno cigarrillo en la comisura de los labios y mirada interrogante que hurga en escenarios del crimen, que pregunta y pregunta y pregunta, para contrastar con lo que declaran los sospechosos o testigos; ve rastros, huellas, indicios...) Jaritos tiene una tarea ardua. Y para acabarla de amolar, el inescrutable policía tiene otro problema serio: su mujer.
Como es habitual en las pesquisas del personaje creado por Petros Márkaris (Estambul, 1937), la mirada del comisario griego trasciende a los crímenes para poner el foco en las llagas que le han surgido al cuerpo social de su país; pregona su solidaridad con los perdedores de la crisis y el reproche a quienes ganaron con las crisis. Es inteligente. Deductivo. Implacable. Y es la obra del armenio-turco-griego, una novedosa manera de escribir lo que se conoce como “Novela negra”.
Novela negra cuyo origen está en la novela policiaca, la que tiene final feliz y en la que la justicia prevalece y los malandrines reciben su castigo.
[El género policiaco nació en el siglo XIX. Fue Edgar Allan Poe quien creó al detective Auguste Dupin en su libro Los crímenes de la Calle Morgue. Digamos que él dio el banderazo de arranque de lo que sería un modelo de narrativa que luego sirvió a Arthur Conan Doyle para dar vida al que se conoce como “el más famoso detective de todos los tiempos”: Sherlock Holmes, el personaje emblemático de las novelas policiacas.
[Luego vendría la enorme Agatha Christie, quien fortalece aún más la escuela británica de novela policíaca y crea a su personaje emblemático: Hércules Poirot.
Hasta ahí todo iba bien. De ahí nació luego un, digamos, subgénero, dentro de la novela policíaca: la novela negra. Ésta surgió en Estados Unidos con Raymond Chandler (El sueño eterno) y Dashiel Hammett, (El halcón maltés). En adelante todo fue coser y cantar, porque surgieron escritores de novela negra como hongos.]
"La literatura policíaca es de consuelo: las historias acaban bien y vivimos en el mejor de los mundos posibles. Es lectura de entretenimiento: interesa quién es el asesino. En la negra, todo está perturbado, en el plano personal, económico, social…Todo crea inseguridad", sostienen los investigadores Àlex Martín Escribà y Jordi Canal.
Márkaris es heredero e iniciador de un modelo comprometido de novela negra. Ese en el que el autor da sus puntos de vista de lo que ocurre en su entorno social. Jaritos es un observador, pero también una víctima de lo que ocurre en la vida griega entre los de a pie. Él mismo un policía clase media que subsiste de su sueldo, que atiende asuntos domésticos
Hace unos días, al referirse a su libro reciente La hora de los hipócritas, Márkaris dijo enfático: “Antes, la economía estaba basada en la producción, y teníamos claras las normas que definían el trabajo y sus condiciones. Hoy en día, por el contrario, la prioridad no es la producción, sino las finanzas. Este es un cambio muy negativo y peligroso para la mayoría de las personas. Este sistema político y económico ha sido votado por las personas corrientes, la gente trabajadora. ¿Son también responsables de esta situación?”
Es uno de los escritores más leídos hoy. Nació en Turquía en una familia cristiana y cuyo padre era un comerciante armenio y su madre griega. Hizo sus primeros estudios en una escuela griega y los medios en el colegio austriaco San Jorge, en Estambul.
Luego estudió Economía en Grecia, Turquía, Alemania y Austria. Pero quiso especializarse más tarde en la cultura alemana, y en particular en autores como Bertolt Brecht, Thomas Bernhard, Arthur Schnitzler... (Su traducción al griego del Fausto de Johann Wolfgang Goethe fue muy elogiada, premiada, aplaudida.)
Como miembro de la minoría armenia, durante años no tuvo ciudadanía; obtuvo la griega después de la caída de la Dictadura de los Coroneles y el retorno de la democracia en 1974, así como el resto de los armenios que vivían en Grecia. Vive en Atenas, desde los años cincuenta.
En 1965 se dedicó en definitiva a la escritura. Su primer libro fue Historia de Ali Retzos y de ahí en adelante sería un dramaturgo, traductor –buen traductor del alemán al griego-, y sobre todo guionista de cine. En este espacio se supo desarrollar bien, con ideas visuales y diálogos precisos, inmediatos y concretos.
Y esto hace que su obra literaria sea eso: una obra en la que se percibe el movimiento escénico de sus personajes en espacios absolutamente necesarios pero que visten a la historia, sus sonidos, su ambiente, su color, pero sobre todo el lenguaje directo y con sentido lógico al entrelazar historias, personajes, tramas, ideas que se bordan para concluir en un gran tapiz lo mismo social, como humano, policiaco y político. Su obra es, asimismo, una crónica de nuestros días.
Digamos que más o menos todo iba bien para el reconocido guionista Petros Márkaris, pero en 1995 apareció en su camino un personaje y su novedad en el frente: escribir novela negra. Era el cúmulo de anécdotas, de historias, de vivencias entre mundos opulentos y marginales de Grecia.
De ese mundo surge el comandante “Kostas Jaritos sólo tenía dos opciones: o hacerse campesino o entrar en la escuela de policía, la única a la que podía tener acceso para salir de la miseria”, dice, pero también aclara: “El personaje nace de la ira, de un encabronamiento monumental”.
Jaritos vive el día a día griego que tanto le fastidia cuando pierde el concierto humano y social. Así, cruza cada día Atenas en su pequeño Seat; mientras maneja reflexiona sobre esas avenidas inhóspitas, el concierto gratuito de cláxones, salva bloqueos y ve un paisaje hecho de tabiques crudos que hacen casas inhóspitas.
Y en nombre de la nostalgia, aparecen de pronto casitas de los años veinte con jardín o huerta, o patios donde una familia se reúne alrededor de un asador de carnes. Es al mismo tiempo la modestia y el decoro “la reivindicación de lo genuino y lo popular; el rechazo visceral a la afectación y la impostura de los nuevos ricos que precipitaron a Grecia al hoyo de la crisis”, reflexiona Márkaris, antiguo y siempre socialista.
Pero sobre todo la obra está hecha de ideas, de imaginación, de ternura también puesta en Jaritos, tan duro él, pero tan lleno de preocupaciones humanas; de temor a su mujer aunque nada temeroso ante los malandrines.
Petros Márkaris es un autor que hay que leer de pe a pa, y es precisamente su saga de Jaritos la que nos muestra a una Grecia en crisis pero con coraje suficiente para recuperarse. Es el amor de Márkaris por Grecia y nos lo envía al mundo como Ulises a través del Mar Mediterráneo, porque eso es.
La novela negra de Márkaris es obra del Mediterráneo. Es parte de la llamada Literatura del Mediterráneo de la que forman parte asimismo Andrea Camilleri, el siciliano creador del Comisario Montalbano, como también el catalán Manuel Vázquez Montalbán (en cuyo honor el personaje de Camilleri se llama así), creador de Pepe Carvalho, un investigador zagas y creativo. De ellos hablaremos luego.
Mientras tanto es importante leer la saga genial de Márkaris cuyos títulos son claros en su intención: Pan, Educación, Libertad; Suicidio perfecto; Noticias de la noche; El accionista mayoritario; Liquidación final y muchas otras con el inolvidable Jaritos.
“Vivimos en una realidad en la que se habla de economía y finanzas todo el tiempo, pero se han olvidado de las personas y su cruda realida”.
joelhsantiago@gmail.com
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