En El año en que nació el demonio, su reciente novela, protagonizada por Alonso Morales, un novato alguacil del Santo Oficio, quien es testigo de cómo, al interior del convento de Santa Clara, una novicia da a luz a una extraña criatura justo cuando a la ciudad llega Rosa, una mujer que es capaz de hablar con Dios y con el Diablo, Santiago Rocagliolo hace una detallada descripción de un tiempo de castigo, superstición y violencia que no parece tan distinto a la actualidad.
A diferencia de los tiempos del virreinato, dice Roncagliolo en entrevista, “ahora el mal, como el poder, está completamente humanizado”. La trama, expone la idea de “que un demonio rige las voluntades no solamente de las personas, sino de la naturaleza”, sin embargo, en el presente, “solamente consideramos maldad la que tienen las personas y eso ha ido simplificándola, la maldad está en lo diferente, creemos que alguien que piensa diferente a nosotros, es malo. En el fondo, eso significa que hay una continuidad, siempre se ha hostigado a los que no encajan dentro de los parámetros religiosos, morales, étnicos o sexuales”.
Convencido de que “el mal está dentro de nosotros”, Roncagliolo ha explorado este hecho en otros libros, como en su novela de 2021 Y líbranos del mal, sobre un caso real de pederastia en una iglesia en Lima, Perú, y advierte que, en el caso del protagonista de su nueva entrega, “empieza torturando en nombre de Dios y creyendo que esa es la manera de hacer el bien, y termina descubriendo que él también debería ser una víctima de esa tortura. Me gustaría que al leerla, la gente también reflexione que el mal se hace muchas veces por las mismas razones nobles que todos admiramos, como la sed de justicia, la necesidad de amor o la bondad”.
EL MAL CONTRA LAS MUJERES
Inspirado originalmente por la figura de la bruja en el siglo XVII, a quien se culpaba de todos los errores de los hombres, el autor descubrió en su investigación que los conventos en ese entonces, “eran las repúblicas liberadas de las mujeres que no querían ser esposas: las lesbianas, las intelectuales, las poliamorosas, y a veces su vida era tan escandalosa que los militares tomaban por asalto el convento para arrancarlas de ahí.
“Era un tiempo de realismo mágico, todo ocurre porque lo causan ángeles o demonios, las mujeres eran brujas o santas, un tiempo de milagros y hechizos, de ataques piratas, me fascinó esa época y he tratado de que la reconstrucción parta de los hechos reales, los métodos de tortura eran así, el personaje de Rosa, es la que después sería canonizada como santa Rosa”.
En tiempos de la Santa Inquisición, detalla, “no había mujeres en el poder eclesiástico, y pensé que había ahí un origen interesante que rastrear de cosas que ocurren ahora. También siempre me ha interesado el tema de la masculinidad, de cómo los hombres son prisioneros de su propio entorno, son víctimas del machismo a veces tanto como las mujeres.
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“Las brujas hoy en día están organizadas, uno de los carteles en las manifestaciones feministas es ‘somos las hijas de las brujas que quemaron’. Hoy en día las brujas tienen el poder, pero tenemos sociedades mucho más diversas y celosas de la diversidad y está ocurriendo una reacción ultra conservadora, que quiere volver a un tiempo que era más simple y para mucha gente más reconfortante, quizás esos extremos conservadores son los que hacen daño de verdad”.
Hoy, la lapidación sucede de otra manera, asegura. "Escuchamos que una mujer violada es culpable porque se emborrachó, porque salió de noche o por cómo iba vestida", concluye el autor, que tardó 10 años en la investigación y la escritura de esta novela.