Sergio Raúl Arroyo (CDMX, 1953) es más conocido como etnólogo y antropólogo que como narrador y poeta. En su biografía destaca, entre varios logros, que fue director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en dos periodos distintos; así como del Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM, del que fue director fundador y también diseñador del concepto general del Memorial 68.
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Pero en su andar literario lleva un significativo camino recorrido, con al menos cuatro libros —una trilogía titulada Caja negra y un poemario Génesis personal—, a los que este 2024 se suma Fragmentos como residencia, publicado por Ediciones El Tucán de Virginia, sello mexicano especializado en textos poéticos.
POESÍA Y ARQUEOLGÍA
Se trata de un libro compuesto de 28 poemas, en los que el autor hace un acercamiento poético por los personajes que marcaron su vida, desde amigos y familiares, hasta pensadores y artistas de las más diversas disciplinas. Todos ellos evocados, a través de un ejercicio de asociación de ideas y diálogos, a través de la exposición de un elemento que ha llamado su atención como antropólogo: “el fragmento”.
“Decía Walter Benjamin que el fragmento es la parte más noble de la creación. Una frase que me parece extraordinaria, porque es a través del fragmento que uno puede reconstruir la totalidad de algo. Nosotros conocemos la realidad de manera fragmentaria, si uno lee un libro, ve una película, va a una obra de teatro o escucha música, lo que realmente queda en nosotros en un elemento fragmentario que puede reconstituir recuerdos enteros”
“La poesía y la arqueología se parecen precisamente en ello, en que en ambos se recopilan fragmentos de lo que ha quedado. En el caso de la poesía, de lo que ha quedado del pensamiento de otros en los fragmentos de tu propio pensamiento para con ellos organizar una visión más íntegra de tu realidad. Mientras que, en la arqueología, sucede que rara vez se encuentran piezas completas, por lo que los fragmentos son importantes, ya que a partir de ellos se pude reconstituir toda una sociedad, según los elementos que pueda aportarnos”, explica Sergio Raúl Arroyo, en entrevista con El Sol de México.
MÁS DE TRES DÉCADAS
Este libro acerca al lector, a través de las percepciones destacadas por Sergio Raúl Arroyo en sus versos, con las obras de personajes como Roland Barthes, Joseph Brodsky, Francis Bacon, Francisco Toledo, Frank Zappa, Alfred Hitchcok. Francisco Hernández, Lezama Lima, su amigo Eduardo Matos Moctezuma (también antropólogo) o su abuela Cuca.
“Matos y yo hemos sido amigos y compañeros desde hace mucho tiempo. Hay en su trabajo algo que me llama la atención y del que hablo en su poema. Antes de sus estudios se hablaba de un pasado mexicano monumental y perfecto, carente de contradicciones, a mí me parece que Eduardo aporta un elemento humano al trabajo arqueológico”, adelanta Arroyo.
Esto, afirma el poeta, sin que su propia biografía se imponga por sobre el contenido de los mensajes fragmentarios que busca entablar con cada personaje y, por extensión, con su posible lector.
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“Yo creo que es muy válido ver la poesía desde esa distancia (ante la biografía), porque nadie se puede meter realmente en uno. Yo me relaciono con el lector, que es lo que más me importa, pero las distancias entre ellos y yo pueden ser pequeñas o enormes, dependiendo las lecturas y concepciones que se tengan de la poesía. Entonces, estoy consciente y creo que esa distancia es sana para el lector”, asegura Raúl Arroyo.
Sobre el tiempo de realización de este poemario, Arroyo relata que en realidad ha sido un texto que le ha llevado más de 35 años. Proceso que comenzó cuando conoció al poeta David Huerta (1949-2022) en un taller en el que le recomendó e incitó a escribir “una especie de diario poético y e directorio de mis afectos”, finaliza.