El primer ministro etíope Abiy Ahmed recibe este martes en Oslo el Premio Nobel de la Paz en una ceremonia reducida al mínimo y despojada de todo contacto con la prensa, para disgusto de sus anfitriones.
El líder más joven en África, de 43 años, recibirá el premio en una ceremonia programada para las 12H00 GMT en el Ayuntamiento de Oslo y en presencia de la familia real noruega.
El prestigioso premio se le otorgó el 11 de octubre para rendir un homenaje particular a sus esfuerzos de paz entre su país y la vecina Eritrea.
El 9 de julio de 2018, tres meses después de asumir su cargo, Abiy viajó a Asmara y junto con el presidente eritreo Issaias Afeworki pusieron fin a un estado de guerra que duró 20 años.
El acercamiento entre los dos antiguos enemigos fue fulgurante y se tradujo en la reapertura de embajadas y puestos fronterizos, el restablecimiento de enlaces aéreos y la organización de múltiples reuniones.
Más allá de esta espectacular reconciliación, Abiy ha desempeñado un importante papel regional en la mediación de la crisis política sudanesa y tratado de revitalizar el frágil acuerdo de paz de Sudán del Sur.
El comienzo de su mandato también estuvo marcado por una ola de democratización en el frente interno: rompió con el autoritarismo de sus predecesores y levantó el estado de emergencia, liberó a miles de presos políticos, creó una comisión de reconciliación nacional y levantó la prohibición de algunos partidos.
Pero si su lado reformista y visionario le ha valido popularidad allende fronteras, el joven líder enfrenta serias dificultades en el frente interno.
Su promesa de celebrar las primeras elecciones "libres, justas y democráticas" en mayo se ve comprometida por la renovada violencia interétnica.
Las manifestaciones en contra de Abiy se iniciaron menos de dos semanas después del anuncio del Nobel y provocaron enfrentamientos étnicos y la muerte de 86 personas.
- Situación "muy problemática" -
Y ahora, en el período previo a las elecciones, el líder etíope podría verse obligado a focalizar su atención en la política interna y olvidarse del proceso de paz con Eritrea, que enfrenta obstáculos: han vuelto a cerrarse cruces fronterizos y el tema de la demarcación limítrofe sigue sin resolverse.
Ante este complicado escenario, Abiy acortó considerablemente el programa Nobel y permanecerá en Oslo apenas un día y medio, la mitad del tiempo que suelen estar los premiados.
En especial, eliminó todas las ocasiones en las cuales los periodistas habrían podido formularle preguntas. Así, desaparecieron del programa la tradicional conferencia de prensa en la víspera de la ceremonia, la rueda de prensa posterior a la reunión con su homólogo noruego y hasta se esfumaron las preguntas de los niños bajo los auspicios de la oenegé Save The Children.
Es una situación "muy problemática", se lamentó el director del Instituto Nobel, Olav Njølstad. "A ojos del comité (Nobel), una prensa libre y la libertad de expresión son condiciones esenciales para una paz duradera y es extraño que un galardonado con el premio de la Paz no quiera hablar con la prensa", enfatizó el director del Instituto Nobel.
"Esto está relacionado con la situación en su país pero también con su personalidad: es religioso [pentecostal] y no quiere jactarse de lo que ha hecho", añadió Njølstad.
Miembros del equipo de Abiy se justificaron argumentando que es "bastante difícil" para un líder pasar varios días fuera del país, especialmente cuando "los problemas domésticos son urgentes y requieren atención".
"A nivel personal, la humildad del primer ministro no es compatible con la naturaleza pública del Premio Nobel", dijo su asistente de prensa, Billene Seyoum.
El Nobel consiste en un diploma, una medalla de oro y un cheque por 9 millones de coronas suecas (alrededor de 950.000 dólares). Los otros premios (literatura, física, química, medicina y economía) se otorgan el mismo día en Estocolmo.