Cuando Vlady Kociancich llevó a los editores el boceto de su novela La octava maravilla, hace más de 40 años, fue rechazada por ser una historia demasiada buena para ser escrita por una mujer joven y poco conocida en el ambiente literario de Argentina. Tras insistir en varias editoriales, consiguió que se publicara para entonces convertirse en el mayor éxito de la escritora argentina y del género fantástico de finales del siglo XX.
A manera de homenaje a la literatura de Kociancich -traductora, cuentista y periodista-, Publicaciones UNAM reeditó la novela en la colección Vindictas en una suerte de pago de deuda con la literatura escrita por mujeres que, en diferentes contextos, han carecido de reconocimiento. En este caso, se busca reivindicar a la autora por su propia voz literaria y no sólo por ser alumna de Jorge Luis Borges y de Adolfo Bioy Casares.
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“Pienso que se han cometido muchas injusticias y en mi caso fue el rechazo de la novela por dos editores. La rechazaban porque yo era desconocida, un editor me dijo que estaba demasiado bien escrita, y mi nombre era demasiado raro y era una mujer hablando de un tema que la escritoras mujeres no tacaban”, recordó Kociancich en entrevista sobre la publicación que se presenta en una charla virtual en la Feria del Libro de Oaxaca.
La novela se distingue por una voz narrativa fantástica. No el relato de fantasía que recurre al terror o la ilusión, sino a un genuino ejercicio de imaginación filosófica, como describió el texto Boiy Casares en el prólogo que hizo en 1982. Y esta fantasía se entiende, explica la autora, como el juego de poder estar en espacios y tiempos paralelos, desconocidos, alternos como afirmaba la teoría de la Relatividad muy discutía en los años 60 y 70.
Pero Kociancich aclara que no era una imaginación nacida en la nada, sino evocada por sus propias experiencias como periodista de viajes, profesión que ejercicio de joven para una revista y que la obligaba a viajar por los sitios más extraños y visitar lugares tan desconocidos como fantásticos.
“Toda esa aventura entre países, estar entre gente de diferentes idiomas y conversaciones que se hacían a veces con señas fue armando la novela en donde el tiempo y el espacio se mueven como en tiempos paralelos y yo leía mucho de la relatividad de la existencia donde uno podía ser otro en otro mundo y a la vez estar un mundo conocido. Por ejemplo, un día visite el castillo de la región de Drácula y si bien no todo esto entró en la novela directamente sí mi experiencia”, afirma.
Si bien la narradora dejó el género de la fantasía, siempre se ha interesado por narrar cómo la realidad rebasa, sin titubeos, la imaginación. Por un ejemplo, menciona la pandemia actual que ha encerrado en cuatro paredes al mundo entero; un relato que en otro tiempo se pensaría producto de la creatividad literaria. Ella misma, confiesa, se pregunta si los meses de confinamiento en su casa no son parte de una novela o cuento suyo.
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