En su viaje por el lado salvaje, estuvo acompañado por gente como John Cale y Nico, además de David Bowie, y en los últimos años de su vida, por su esposa, la música vanguardista Laurie Anderson.
Sin olvidar a Andy Warhol. El artista y la troupe circense que formaban su corte en The Factory fueron la manifestación, a un tiempo canalla y colorista, del Nueva York más alternativo y radical que Lou Reed retrató en sus canciones.
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Nacido en 1942, en un vecindario judío del barrio neoyorquino de Brooklyn, Lewis Allan Reed era hijo de un contador y de una mecanógrafa que abandonó el trabajo para dedicarse a su familia. Muy pronto se mudó a Long Island, un camino que recorrieron otras familias en similares circunstancias, que buscaban un barrio más tranquilo al tiempo que ascendían en su estatus social.
Ese cambio supuso para Reed abandonar los peligros, pero también la aventura de la gran ciudad, y dar la bienvenida a la monótona tranquilidad de un suburbio de clase media acomodada. Un primer desarraigo que influiría en su obra posterior, llena de ambigüedad sexual y de una indisimulada tendencia a escandalizar y provocar a quienes lo rodeaban.
El extraño pero brillante estudiante, encontró su punto de fuga del universo estrecho y asfixiante en la universidad de Syracuse. Allí daba clases de escritura creativa el poeta Delmore Schwarz, que ocupó la figura de un padre y reconoció en Reed un artista en ciernes.
The Velvet Underground y el lado salvaje
Para fortuna del rock, Reed no hizo caso de los consejos de su mentor, que lo invitaba a dar la espalda a la música y dedicarse en exclusiva a la poesía. Lou había formado sus primeros grupos durante los años de escuela. Bandas con las que actuaba en fiestas universitarias o pequeños locales y que le hicieron ganar cierta notoriedad. Pero para el inquieto Reed eso no era suficiente. Lo que de verdad deseaba era hacerse un nombre como artista.
Un deseo que empezó a tomar forma con The Velvet Underground, el grupo que creó junto al músico John Cale, la modelo y cantante alemana Nico y algunos compañeros de sus bandas universitarias. Todo bajo la sombra protectora y financiera de Andy Warhol.
The Velvet Underground, grupo en el que volcó su amor por personajes marginales y experiencias extremas, ha quedado para la historia como un producto seminal que inspiró a infinidad de bandas y que sirvió de caldo de cultivo de tendencias musicales que tienen en Lou Reed, si no al padre, al menos a su padrino.
La transformación
Reed encontró en The Velvet Underground la mejor plataforma para sumar al lado rebelde y juvenil del rock el plano intelectual que le confería su cercanía a la vanguardia artística neoyorquina y colaborar con un artista vanguardista y de formación clásica como John Cale.
Pero en su constante búsqueda de algo nuevo, no tardó en sentir el peso de la personalidad absorbente de Warhol, que ejercía como gran maestro de ceremonias en la cultura alternativa de Nueva York.
Después de cuatro discos y sin encontrar el éxito económico que tanto anhelaba, emprendió su carrera en solitario. Al disco homónimo con el que inauguró esta nueva etapa le siguió un segundo trabajo con el revelador título de Transformer.
Grabado en Londres y producido por David Bowie en plena eclosión del glam rock, le presentaba con una estética ambigua y una actitud muy femenina, con letras llenas de alusiones homoeróticas. Pero lo más importante, contenía una serie de canciones que le dieron sus primeros éxitos, incluido "Walk on the Wild Side", convertido en un himno para sus seguidores.
Entre el brillo del rock y la exigencia artística
Aunque nunca igualó las ventas de otros grandes del rock, su prestigio e influencia no dejó de crecer. Su nombre era venerado por sus incondicionales que llenaban sus conciertos y lo trataban como a una gran estrella. Al mismo tiempo su vida personal y un descontrolado uso de las drogas eran fuente de complicaciones.
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Mientras se conocían noticias sobre los malos tratos a sus parejas, sus encuentros con la prensa le presentaban como una persona malhumorada y altiva. Posiblemente, como ya había hecho en su juventud, él mismo se encargó de cultivar esa imagen de poeta maldito y autodestructivo, quizás dolido por ser visto más como un divo del rock que reconocido como gran poeta.
Diez años después de su muerte, ocurrida el 27 de octubre de 2013, aún queda en el aire el dilema que quizás le quitó el sueño: ¿Cómo se puede ser una figura del “underground” y símbolo de la cultura alternativa y al mismo tiempo tener éxito popular?