Si hay algo que nunca muere en él, dijo su sobrina Marina de Tavira, "es la profunda convicción y la esperanza que el teatro puede hacernos mejores personas y por lo tanto, generar la posibilidad de un mejor mundo para todos". Y así, esperanzado, se definió a sí mismo Luis de Tavira tras recibir la Medalla Bellas Artes, en la sala Manuel M. Ponce.
"Lo que toca es construir un teatro para todos, sin renunciar a la exigencia del arte, al rigor, al profesionalismo. El mal teatro no va a crear el teatro nacional", expresó el artista quien con esta presea celebra 50 años de trayectoria.
Enrique Singer, director de la Compañía Nacional de Teatro, señaló que su quehacer "es magno, extremo en su forma y contenido" y Marina celebró que gracias a su tío, aprendió "el arte del presente, de la comparecencia viva del actor y el espectador, entre quienes sucede esa verdad sólo reservada al teatro, capaz de generar una interlocución con lo otro, con el enigma de la existencia".
Los ponentes coincidieron en que, como definió Lucina Jiménez, la directora general del INBA, de Tavira "sembró todos los surcos por donde transitaron generaciones de actores".
En una breve conversación al final de la ceremonia, el director indicó en favor del teatro que "vivimos tiempos de una enorme miseria espiritual, de nihilismo y escepticismo, azorados frente al crecimiento de la violencia y la ausencia de todo valor. Es el momento de esperar contra toda esperanza. El teatro hoy es una poderosa semilla, pero tenemos que ser persuasivos para que entendamos que la tarea del teatro atañe a todos".