Tiempo, cuerpo y horizonte guían en gran medida la investigación estética de Luis Felipe Ortega (Ciudad de México, 1966) quien cuestiona cómo habitamos el espacio y, en particular, cómo ocupamos un museo. Una reflexión aún más necesaria tras dos años de crisis sanitaria que ha mantenido a los museos con restricciones y puertas cerradas.
Con estos conceptos en mente, Ortega se apropió del Museo Amparo en Puebla para abrir la reflexión al espectador e invitarlo a experimentar distintas maneras de ocupar, recorrer, habitar y sentir un museo. Lo hace a través de pinturas, esculturas, fotografías, objetos, video e instalación de los últimos años de su producción y que en conjunto cuestionan la relación entre el espectador, el espacio y las obras.
El proyecto se titula Y luego se tornará resquicio. Luis Felipe Ortega, con la curaduría de Daniel Montero.
“Me interesa mucho pensar y entender la experiencia de los recorridos y la manera en que el cuerpo articula diferentes experiencias y se van multiplicando. La exposición está construida por muchos soportes y lenguajes, trayectos distintos según las piezas bidimensionales o tridimensionales”, describió el artista quien en 2015 representó a México en la 56 Bienal de Venecia.
“Esta exposición es producto de mucho tiempo de reflexión, conozco a Luis Felipe hace diez años o tal vez más y su trabajo siempre me ha llamado la atención por la manera en que se aproxima a ciertos problemas arquitectónicos. Esta exposición no es solamente una selección de obra sino que tiene que ver con diferentes momentos de seguimiento del trabajo de Luis; está centrada en tres cosas, primero en el espacio, luego el tiempo y por el ultimo el cuerpo”, señaló Montero, curador de la exhibición.
Montero precisó que el proyecto cuestiona la complejidad arquitectónica del Museo Amparo a partir de piezas que se hicieron in situ y ex profeso para el recinto, y a la vez se evidencia el cambio orgánico que la pandemia provocó en el espacio museístico. “Su reflexión no sólo es escultórica sino tiene que ver con intenciones arquitectónicas, una arquitectura compleja entendida como distribución de la tensión de espacios”, acotó.
De las 33 piezas expuestas, destaca la instalación A propósito del borde de las cosas (2017), que presenta una línea calada en un muro por donde se proyecta un haz de luz al interior de la habitación y hace ver un horizonte dentro de un espacio cerrado. También está la pieza Horizonte invertido (2010-2021), en la que un espacio está completamente saturado con líneas de grafito dejando un delgado trazo blanco a manera de horizonte sobre el muro.
En el vestíbulo del museo se presenta Espacio abierto; un cubo de 510 x 500 centímetros concebido para provocar un extrañamiento en la percepción del espacio, pues se puede observar desde cualquier punto del recinto. En el espacio virtual se proyectará el performance E logo se tornará resquicio de um presente tomado abrutamente ( Y luego se tornará resquicio de un presente tomado abruptamente), una reflexión del teatro del absurdo de Samuel Beckett.
“Cada persona habita estas obras o experiencias de manera personal, es una relación íntima”, precisó el curador de la exposición que permanecerá hasta el 5 de mayo.