Otra pluma grande que pasó por las páginas de EL OCCIDENTAL es sin duda el ingeniero Jorge Matute Remus, rector de la Universidad de Guadalajara, un gran ingeniero, autor de grandes obras y que sin duda alguna pasó a la historia cuando decidió librar de obstáculos a la avenida Juárez y mover sin quitar un ladrillo, el edificio de la telefonía.
Sí es el hombre en el que se basaron para hacer esa estatua de bronce de un hombre sencillo, pero con rostro firme y decidido a mover, aunque sea empujando, el mencionado edificio que se ubica en la avenida Juárez al cruce con la calle de Donato Guerra.
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El ingeniero Jorge Matute Remus mostró siempre su decisión de mover a la ciudad, convertirla en un espacio de calidad de vida, donde mujeres y hombres pierdan el menor tiempo en trasladarse de un sitio a otro y ganen el suficiente para convivir con sus respectivas familias.
Lo hizo como rector de la UdeG, como ingeniero y como colaborador de EL OCCIDENTAL donde dedicó buena parte de sus participaciones a hablar sobre la movilidad, el movimiento de sus habitantes, hizo un recuento de la historia, como lo hacían antes de que esta ciudad creciera; los primeros pasos en el transporte colectivo, la llegada de los primeros taxis y cómo es que pasamos de los 900 autos -en 1930- al casi millón y medio del que se tenía registro en el 2002, que es cuando murió.
Sus aportaciones eran verdaderas piezas culturales, una clase de historia sobre la movilidad, con la descripción de las que eran las calles de entonces, las primeras calandrias y los tranvías eléctricos que a partir de 1907 se convirtieron en el primer transporte colectivo que no era movido por un caballo.
Las páginas le eran insuficientes, le promediaron dos por suplemento y sus artículos entonces se dividieron en partes. Fueron en ocasiones dos hasta tres entregas, con un plazo de una semana de diferencia.
El 24 de octubre de 1950, Jorge Matute Remus encabezó el inicio de la obra que se convirtió en una proeza y la reubicación del edificio de Telmex en Guadalajara. Una hazaña de ingeniería que nadie podía creer, donde incluso permitió que su esposa Esmeralda y su pequeño hijo de 7 años permanecieran dentro del inmueble para certificar que no había ningún riesgo.
Con 50 personas a cargo, comenzó entonces el movimiento poco a poco de un edificio con un peso de mil 700 toneladas y más de cien personas dentro, trabajando. Además de su esposa y su hijo.
Entonces dependían de no parar, para que la ciudad continuara comunicada vía telefónica. De ahí la importancia no de suspender actividades.
Lo movió por 12 metros y luego, para alinearlo con la avenida Juárez, lo giró. Ni un cristal se quebró.
Tras la decisión en 1947 del entonces gobernador José de Jesús González Gallo, de ampliar dicha avenida, se habían expropiado algunas propiedades, luego se demolieron, pero el edificio parecía ser un impedimento.
Sus dueños entonces tramitaron incluso un amparo, puesto que dicha acción implicaba, primero, pérdida de comunicación, puesto que el servicio se tendría que suspender; de dinero, ya que el equipo se tendría que desmontar y se tendría que comprar un sustituto, pero todo nuevo.
Matute Remus, que era rector de la UdeG y miembro de la comisión de planeación Urbanística, propuso moverlo y se hizo. Fue más rápido y a más bajo costo. En su momento aseguró que fue más complicado convencer a las señoras que vivían en la casa de al lado de la telefonía que vendieran para mover hacia ese sitio el edificio.
El ingeniero escribió y luego leyó EL OCCIDENTAL por muchos años, en su hogar, hasta que sus fuerzas le alcanzaron, murió un 6 de julio de 2002
“En ingeniería las cosas son muy fáciles de arreglar porque se demuestran con números”.