La caída de México-Tenochtitlan –13 de agosto de 1521- marcó el inicio de un largo proceso de varias conquistas. No sólo es el nacimiento de una nueva corona española, sino el comienzo de una serie de guerras entre señoríos indígenas, de alianzas entre pueblos y, sobre todo, de una reorganización interna. Un sangriento periodo que acabó a finales del siglo XVII.
Lo que significa que la conquista española debe leerse en plural. Como una serie de conquistas internas y reacomodos entre los señoríos indígenas con el objetivo de derrocar el yugo de los mexicas. Así lo describe Martín Ríos Saloma, doctor en Sociedad, Poder y Cultura en la Edad Media Hispánica y Europea, por la Universidad Complutense de Madrid.
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En entrevista, el también investigador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM señaló que los 500 años de la caída de Tenochtitlan debe ser una reflexión sobre un proceso de cambios que comenzaron en agosto de 1521, con una conquista que significó un replanteamiento de la política del mundo indígena.
“La conquista es la reconfiguración de las alianzas tradicionales en el altiplano central; significa la recomposición de fuerzas políticas en el mundo indígena, significa la fundación de un nuevo reinado, significa la reconfiguración de una entidad geopolítica que acaba siendo de grandes dinámicas”, apuntó.
Uno de los factores poco analizados es la visibilización de la entonces Mesoamérica en las rutas comerciales. Ríos Saloma afirmó que lo que hoy se denomina México era el centro de intercambio mercantil.
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“La Nueva España estaba en el centro del comercio mundial, éramos el Nueva York de la época, nosotros conectábamos los comercios asiáticos con los comercios mediterráneos y de América del norte, y poco se sabe”, refirió.
Por lo que, leer el pasado desde una mirada sesgada o repetitiva, aporta poco a la conmemoración de los 500 años. La fecha es, a decir del investigador, una oportunidad para entender la configuración de lo que somos hoy.