La Secretaría de Cultura confirmó el fallecimiento del poeta, editor, ensayista y traductor mexicano David Huerta a los 72 años de edad, cuya obra ha sido reconocida tanto en nuestro país como en el extranjero, logrando una destacada compilación de antologías de poesía.
Por medio de sus redes sociales la dependencia reveló la muerte del autor de "Jardín de la Luz", además la secretaria Alejandra Frausto envió sus condolencias a la familia y destacó la carrera del escritor.
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Hijo de otro gran poeta
Hijo del célebre poeta Efraín Huerta, David se hizo merecedor a importantes reconocimientos como el Premio de Literatura en Lenguas Romances 2019, otorgado por la Feria Internacional del Libro (FIL) ante el “ímpetu, ambición y fraterna inteligencia” de su obra y por el “dominio y asimilación de las más diversas tradiciones de la modernidad y las vanguardias.
Estudió Filosofía y Letras Inglesas y Españolas en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde conoció a Rubén Bonifaz Nuño y Jesús Arellano, quienes en 1972 le publicaron su primer libro de poemas El jardín de la luz.
Huerta pertenece a la generación del movimiento estudiantil de 1968. Fue uno de tantos brigadistas que salieron a las calles para defender el pliego petitorio de seis puntos que el movimiento enarbolaba como su principal bandera de exigencias democratizadoras.
Su labor de difusión de la literatura y de la poesía ha sido amplia, como coordinador de talleres literarios en la Casa del Lago de la UNAM (1978), del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) y del ISSSTE, así como maestro de literatura en cursos de la Fundación Octavio Paz y de la Fundación para las Letras Mexicanas.
Fue maestro universitario desde 2005 en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Dio conferencias y lecturas de poesía en todo el país y en diversos lugares del extranjero como en las universidades de Princeton y Harvard, en Estados Unidos, así como en Oxford y Cambridge, en Reino Unido.
Entre sus obras más destacadas se encuentran Cuaderno de noviembre (Era, 1976), Huellas del civilizado (1977), Versión (1978; Era, 2005, Premio Xavier Villaurrutia), Incurable (Era, 1987), Historia (1990, Premio Carlos Pellicer), Los objetos están más cerca de lo que aparentan (1990), La sombra de los perros (1996), La música de lo que pasa (1997), El azul en la flama (Era, 2002), La calle blanca (Era, 2006), El ovillo y la brisa (Era, 2018), El cristal en la playa (Era, 2019).
Ha sido traducido al inglés, francés, finés, entre otros idiomas. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores y de la Fundación Guggenheim. En diciembre de 2015 le fue otorgado el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el campo de Lingüística y Literatura; por ello, desde enero de 2016 es creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte. En septiembre de 2019 ganó, por unanimidad, el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.
Poesía, ¿género olvidado?
En entrevista con Organización Editorial Mexicana (OEM) en 2019, se le cuestionó a Huerta sobre la poesía en México y si consideraba que es un género literario olvidado en las escuelas y en la sociedad, a lo cual respondió:
“No estoy de acuerdo con esa visión por razones que trataré de exponer tan claramente como pueda. Antes debo hacer una serie de precisiones sobre la palabra 'poesía', según el contexto en el que aparece. Cuando la utilizamos como en estas preguntas, debemos entender 'poesía culta', es decir, la de los autores que están consagrados canónicamente en los libros de historia literaria, comenzando con los poetas anteriores a la Conquista en el siglo XVI, que el llorado maestro Miguel León-Portilla compiló en antologías beneméritas publicadas en los años sesentas del siglo pasado.
“Luego vienen los poetas de los tres largos siglos del México virreinal, con la figura de sor Juana Inés de la Cruz, en la segunda mitad del siglo XVII, en el centro; una manera muy injusta de ver ese periodo de nuestra historia y de nuestra cultura, injusticia que le debemos a la generación liberal, tan admirable, pero con opiniones muy discutibles en el terreno de la cultura y de la poesía en particular.
“Más tarde vienen los poetas neoclásicos y románticos de los siglos XVIII y XIX; para terminar con las generaciones modernas, a partir de López Velarde y los discípulos y seguidores de Rubén Darío en México. Eso no es ni siquiera un apunte histórico de la 'poesía culta' en México, sino una serie de toscos brochazos para que tengamos una idea general.
"Pero esa es solamente la poesía culta, de los autores consagrados; no considero aquí la poesía popular que Gabriel Zaid tuvo el acierto de compilar, selectivamente, en un libro muy valioso que se llama Ómnibus de poesía mexicana, en el que caben desde los letreros en los baños públicos hasta el monumental poema Muerte sin fin de José Gorostiza, pasando por canciones, albures, dichos, canciones infantiles, proverbios, es decir, toda una serie de expresiones en las que el lenguaje intencionado tiene un papel cardinal: no el lenguaje instrumental ('pásame el salero', 'dígame cuánto cuesta el boleto del Metro'…), sino una forma de organizar, de disponer las palabras con una intención, una voluntad específicamente expresiva. Es un arco muy amplio.
"Se ha dicho que los mexicanos hacemos juegos de palabras hasta en la sopa, literalmente, cuando nos sirven precisamente sopa de letras. Es verdad. El ingenio verbal del mexicano está documentado en ese libro de Armando Jiménez que se llama Picardía mexicana, un clásico en el que pueden leer muchísimos versos que son expresión popular de ese lenguaje intencionado que por muchos lados colinda con la poesía”.